Preparar la visita de Dios

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

Vida nueva

Segundo domingo de adviento -C

 

Evangelio: san Lucas 3,1-6: “verán todos la salvación que trae Dios”.

Estamos en el adviento, tiempo de la gozosa espera de la venida del Señor Jesús. Si el domingo pasado se nos invitaba a estar en «vigilante y activa espera» porque el Señor anuncia su venida, en este segundo domingo de Adviento se nos invita a estar gozosos por la cercanía de Dios y a preparar su llegada.

Las lecturas de hoy nos hablan sobre nuestra conversión para preparar el camino al Señor y la proximidad de su venida. Nuestra vida cristiana no es una «herencia adquirida» sino un logro, una conquista alcanzada por nuestra lucha generosa en la acogida que damos a la Palabra de Dios. Esa palabra de Dios nos pide rectificar lo torcido, suavizar lo escabroso y trabajar por una Conversión seria y verdadera. Pero todo ello con el gozo de sabernos liberados por Cristo Jesús, ya que nuestra redención es obra gratuita de Dios. La Eucaristía de hoy nos ayudará a conseguirlo.

Profeta de la conversión

Juan era considerado por el pueblo como un profeta esperado por todos.  Muchos pensaban que él fuese el Mesías. Hasta en la época de Lucas, en los años 80, había personas y sobre todo judíos que consideraban a Juan como el Mesías. Juan llega y anuncia: «¡Conviértanse, porque el Reino de los cielos está cerca!» (Mt. 3,2). Fue encarcelado por su valor en denunciar los errores, tanto del pueblo como de los hombres de gobierno. Jesús, al oír que Juan estaba en la cárcel, vuelve a Galilea y anuncia las mismas cosas anunciadas por Juan: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed al evangelio». Jesús continúa la predicación de Juan y va más allá. En Juan termina el Antiguo Testamento, en Jesús empieza el Nuevo. Jesús llega a decir: «Yo les digo, entre los nacidos de mujer, no hay ninguno más grande que Juan; pero el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él». Estamos invitados a vivir esta reconciliación para ser todos constructores de la paz. La «Redención» que realiza la misericordia de Dios en Jesucristo, que viene a salvar, no es ya la liberación de Egipto o Babilonia, sino la del «Pecado». El «Redentor» no está ya lejos, sino a la vista de cuantos se dispongan a recibirlo: «Preparen el camino del Señor».

Esperanza cristiana

¿Cuál es la esperanza que la comunidad cristiana está llamada a proclamar corno monumento capaz de promover un nuevo modo de ser? Ante todo, debemos recordar que la esperanza se refiere a algo que no se posee, que no se ve. La esperanza se refiere al futuro, se refiere a un término deseado y esperado. La esperanza cristiana se refiere, pues, al Reino de Dios en su plenitud, se refiere a la ciudad futura, la que la Biblia hebrea llama el «shalóm», la paz, entendida en sentido total, la posesión y la comunión de todo verdadero bien que se hace común entre todos los hombres, y común entre los hombres y Dios, la comunión perfecta de Dios con el hombre y de los hombres entre sí. Esta esperanza cristiana es don de Dios. No es la esperanza mundana, no la producimos nosotros y, en este sentido, es la esperanza de todos: de los sanos y de enfermos…

Juan es modelo para todo predicador del Evangelio:

a)   Hombre de oración y silencio, forja en el desierto su temple y prepara su función. La Palabra de Dios es su alimento. Así se prepara a predicarla. b) El objetivo de su mensaje es proclamar la «conversión» como disposición para recibir la gracia Mesiánica. El orgullo, los egoísmos, la hipocresía, la mala voluntad, serían obstáculos que cerrarían el paso al Señor que viene a redimirnos.

¿Cuál es el sector de mi vida en que estoy fallando, sobre el cual debería trabajar especialmente, a fin de «enderezar mi camino» para la venida del Señor?

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