Alegría porque el Señor está cerca

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

VIDA NUEVA

 

Seguimos en Adviento, que es la alegre espera del nacimiento de Jesús. Cuanto más cerca de nosotros está el Señor, mayor es la alegría. Pero con la Palabra que nos trae hoy su presencia, viene también la inquietud de buscarlo, esperarlo, y hacerlo presente. Este es nuestro reto en Adviento.

Por eso, esta Palabra, que es Jesús, nos interpela hoy. ¿Qué contempláis en Adviento? ¿A quién  esperamos  y  hacemos presente? ¿Cómo puede  evangelizar  la alegría?

He aquí vuestro Dios. Viene en persona y os salvará. Decid a los inquietos: Sed fuertes, no temáis. Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción(Is 35,4.10)

Esperad con paciencia y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca.(St 5,7)

Id a anunciar lo que estáis viendo y oyendo: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Dichoso quien no se escandalice de mí! (Mt 11,4-6)

¿Tienes tú y tiene el mundo actual,  necesidad de Jesús, el Salvador?

El Mesías que viene es el que evangeliza a los pobres, liberándolos y, devolviendo al ser humano la capacidad de ver, oír, conocer y amar la salvación. La paciencia y fortaleza, el gozo y la alegría, la liberación de los pobres, es posible, porque el Señor viene en persona,

Este domingo quiere despertar  en nosotros los sentimientos de alegría que produce saber que Cristo está cerca, y libera a los pobres de sus males.  Lo llamamos domingo de la alegría, porque en él todo nos invita a regocijarnos, pero teniendo en cuenta, quien es la causa, especialmente para los más pequeños, débiles y sencillos.

Lecturas

Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10

Llegarán a Sión con cantos de júbilo:

alegría sin límite en sus rostros.

Los dominan el gozo y la alegría.

Quedan atrás la pena y la aflicción”.         

Sal 145, 6c-7. 8-9a. 9bc-10 R/. Ven, Señor, a salvarnos 

“El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad”.    

Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 7-10

“Hermanos, tomad como modelo de resistencia y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor”.     

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 2-11

«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:

los ciegos ven, y los cojos andan...» 

Pautas para la homilía

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?

En el Adviento de nuestra vida, los cristianos se preguntan: Y nosotros, ¿a quién esperamos? ¿Cómo lo hacemos?

El evangelio de este domingo, nos presenta a Juan el Bautista en la cárcel, en tensión ante la llegada del Mesías. Una inquietud que le hace  enviar a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús si es el Mesías esperado. Un anhelo que el pueblo de Israel y la humanidad ha vivido desde siempre.

Estas dudas de Juan sobre Jesús, pueden ayudarnos a nosotros a esperarlo y seguirlo mejor hoy. ¿Sirven para algo las dudas? ¿De qué duda se trata? Cuando nosotros, como Juan, dudamos si Jesús es el que nos habíamos imaginado, y nos abrimos a la respuesta que El da de sí mismo,  avanzamos y pasamos de la duda a la verdadera fe, y nos aparece quien es el verdadero Mesías. Porque una fe que no duda, es una fe insegura.

De esta manera, este domingo de adviento nos ayuda a revisar nuestras expectativas de Cristo como el Mesías encarnado que viene continuamente a nuestras vidas.

El Señor vino, el Señor viene, y el Señor vendrá. Estas tres venidas resumen la pretensión de todo el tiempo de adviento, para hacernos cercanos a Cristo nuestro salvador de esta manera: “Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados”. Ellos son el rostro  de un Dios que los mira con infinita ternura y que expresan su venida real y verdadera hoy. El Adviento es tiempo de renovar la fe en la salvación, para purificarla, a fin de que sea más auténtica.

“¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!”

El Evangelio en Adviento nos pone en tensión ante la llegada del Señor, pero sin escándalos en la manera de acoger su salvación. ¿Cómo lo entendió y lo dio a conocer Jesús ante las expectativas de Juan? Con la misericordia y la justicia que devuelve la vida a los últimos, a los pobres y pequeños. Es lo que recoge el prefacio de Adviento cuando dice: El Señor que viene a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo reciban en la fe y por el amor demos testimonio de la llegada de su Reino.

¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí! Con su Encarnación el Hijo de Dios se ha unido con todo hombre. En cada vida humana se prolonga este misterio de unión de lo divino con lo humano. En cada vida humana  se hace presente el misterio de Cristo. Del mismo modo que la humanidad de Jesús es el sacramento de Dios, su presencia entre nosotros en el desvalido o el enfermo, es el sacramento de Cristo. Esto no nos puede escandalizar, sino todo lo contrario, reconocer la presencia de Cristo allí donde más se beneficia al ser humano, allí donde se cuida del hermano, allí donde el mal retrocede.

Esos signos de salvación que Jesús hace, y refiere a Juan, estamos llamados a hacerlos ahora los cristianos, para ser así llegada de Cristo hoy. Si el cristiano ve a Cristo en el  prójimo necesitado,  el necesitado debe ver en el cristiano solidario y fraterno la presencia de Cristo que se acerca a él. Esto, no nos puede producir escándalo. Al contrario, nos da la alegría de una Bienaventuranza duradera.

¡Alegraos! ¿Qué alegría? Porque Dios viene en persona y os salvará.

La alegría ante la cercana venida del Señor es la característica propia de este domingo. Alegría porque Dios viene en persona y nos librará de todos nuestros males.  Isaías, el  Profeta del Adviento, a quien Jesús le gustaba recordar,  nos ofrece hoy una oda a la alegría, con una profecía que se cumple plenamente en Jesucristo curando a los enfermos, resucitando a los muertos y anunciando a los pobres la Buena Nueva. Una Salvación como Liberación.

Esto significa para nosotros, que en medio de todas las crisis, Adviento es un tiempo  de alivio.  Un tiempo para anunciar la Liberación, cuando las previsiones parezcan desastrosas.  Un renacer en la confianza, una alegría ante la belleza de la salvación, porque El Señor viene en persona y nos salva. Y de esta manera,  es también un tiempo para llenar los vacíos de nuestro corazón.

Este Adviento en que vive el cristiano,  nos ayuda  a crecer en la alegría y el buen ánimo de la fe... Quien tiene esperanza en el Señor recibe el don de la alegría, que más que un sentimiento o estado de ánimo pasajero, es un don mesiánico y fruto del Espíritu Santo. Es la alegría del Señor y por el Señor. La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (Papa Francisco).  El Papa nos invita a encontrar en la Palabra y los hechos de Jesús, una fuente de  alegría.

Un anuncio destinado a toda la humanidad y de modo particular a los más pobres en alegría. Pensemos en los numerosos enfermos y en las personas solas que además de experimentar sufrimientos físicos, sufren también en el espíritu, porque a menudo se sienten abandonados. ¿Cómo compartir con ellos la alegría sin faltarles al respeto en su sufrimiento?

Pensemos también  en quienes han perdido el sentido de la verdadera alegría  de creer, especialmente si son jóvenes y la buscan en vano donde es imposible encontrarla.

El camino de la alegría no es fácil. Hace falta trabajar para ser feliz.  La primera característica  de la alegría cristiana es poner en el centro de nuestra vida a Jesús. Nuestra alegría está llamada a ser una evangelización a los pobres, un amor, que en lo concreto, hace presente a Dios.

La felicidad que nos trae la Navidad se debe reflejar en obras concretas. ¿Qué acciones pueden fomentar la alegría del Señor en mi entorno?    

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