“He venido a prender fuego a la tierra…”

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.
 
VIDA NUEVA 
 

Hoy volvemos a escuchar un evangelio de gracia, pero molesto. Jesús comienza el viaje a Jerusalén, presentando las exigencias que conlleva para El y cuantos lo siguen. De esta manera, nos sorprende hablando de sí mismo, de su misión y su destino, con palabras misteriosas: Fuego, guerra, división.

Las lecturas de hoy, no sólo el Evangelio, presentan la fe como una lucha, y en el caso de Jeremías, como signo de contradicción, esfuerzo, peligro, como el mismo Cristo vivió la fe. Los profetas expresan en su propia carne que la verdad molesta y lleva a correr riesgos. Lo que hicieron con Jeremías, lo harán después con Jesús y sus seguidores.

En cuanto a nosotros, quizás nos hemos acostumbrado a vivir una fe líquida, conformista, descomprometida. Muchos cristianos, arraigados en una situación de bienestar, tendemos a vivir la fe y considerar el cristianismo como una religión de paz tranquila. Sin embargo, la Palabra de hoy, nos mueve el suelo que pisamos.  Que quiere decir, que la fe tal como la vivió Jesús, nunca puede ser neutral. Nos sorprenden sus palabras de fuego, guerra y división, que purifican nuestra fe. Porque si Él lo vivió así poniéndose del lado de los que sufren, sus seguidores no podemos callarnos ante los atropellos cometidos y esto provocará lucha e incomodidad. El mensaje central de hoy es, por tanto, que el creyente vivirá siempre con la cruz de la contradicción.

La fe vivida por Jesús, cuestiona hoy la nuestra: ¿Fue Jesús un creyente? ¿Cómo vivió Él la fe? ¿Qué alcance tiene y a donde me lleva hoy su lenguaje paradójico? Su vida molestó, enfrentó, cuestionó e incomodó a muchos. Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción (Lc 2,34) ¿Y nuestra fe?

LECTURAS:

Lectura del libro de Jeremías 38,4-6.8-10:

En aquellos días, los dignatarios dijeron al rey:
«Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia»…

Salmo 39 R/. Señor, date prisa en socorrerme

Lectura de la carta a los Hebreos 12,1-4

“Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo...”

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,49-53

«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!...

Reflexión del Evangelio de hoy

Corramos con constancia la carrera que se nos presenta, fijos nuestros ojos en el promotor y consumador de nuestra fe: Jesús (Heb 12, 2).

Fijos los ojos en Jesús

La carta a los Hebreos se dirige a una comunidad oprimida, con el fin de estimularla a perseverar en el duro combate de la fe. La victoria sólo se alcanza tras dura lucha. Y como modelo supremo de la fe constante, paciente y tolerante, debe presentarse a los ojos de los luchadores fatigados la imagen de Jesús crucificado. Él es el consumador de la fe, porque con su muerte realizó y convirtió en realidad tangible la promesa hecha a la fe. Es el modo de vida de quien quiere ser coherente. Por eso, Jesús no nos deja en paz: me cuestiona sin cesar, tiene palabras admirables que me llegan a lo más íntimo, pero también otras que me irritan, que me molestan, que no entiendo.

¡Jesús es un Hombre de fe,  un creyente fiel!

Sin Él sería vano todo: marchar, correr, luchar, nunca se llegaría a la meta. Jesús es la razón de que sea posible la fe, y es también el garante de que tal fe no quede en el vacío. Jesús sólo pudo y puede ser consumador de la fe porque él mismo es a la vez su promotor, es decir, su iniciador e instigador. Con su ejemplo nos mostró cómo el oprobio y la ignominia, la cruz y la muerte conducen al gozo y gloria eterna. Jesús trabaja con paradojas: al que ha fracasado en su itinerario personal, le da ánimos para fiarse de Dios y le asegura que está muy cerca de Él. En cambio, al que se ha aventurado en el camino espiritual, no le deja en paz nunca.

La fe, como “relación existencial” con Jesús, no puede ser nunca neutral

Más bien es provocativa. Su palabra y su vida nos pone en crisis. No he venido a traer paz sino división. (Lc 12,51). Esto significa que vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión. ¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. (Lc 12, 51). ¿Qué quiso decir Jesús con la palabra división? No incitó a la desunión y discordia, sino que fue ocasión para que las personas, frente a Él se definiesen en su misión. Cuando Jesús hablaba, unos se ponían a favor y otros en contra. Jesús provocaba a la gente y eso ocasionaba el rechazo de muchos, que se negaban a aceptar la provocación.

La fe como “combate”, tiene a Jesús como modelo, iniciador y consumador

Tuvo que luchar, porque era humano, aunque fuera Dios. La fe es imprescindible para vivir, para dar sentido a la vida. Pero la fe no es aceptar fórmulas, sino que es un combate entre la vida y la muerte. Jesús no hubiera dado su vida por nosotros, si no hubiera sido un gran creyente. No era un Dios que se pasea por la tierra, sino un creyente verdadero, capaz de Dios en su vida hasta la consumación de todo. En Getsemaní mantuvo ese combate de la fe que le llevará a la victoria

Jesús provoca y compromete con sus palabras

De tal manera que cada persona se tiene que decidir por El o contra El, para que cada uno se decida a seguir el camino que Dios le ha señalado. Jesús nos quiso poner en guardia: seguirlo, podía llegar a dividir y a romper incluso a las familias. Para Él era importante que cada uno decidiese por su cuenta y no se dejase llevar por un falso respeto a los demás. Cada uno por sí mismo ha de tomar la decisión fundamental sobre su vida. Lo que cuenta es vivir la propia vida en coherencia de fe.

Conclusión

Dos imágenes para discernir hoy nuestra fe: “Fuego y División” Con ellas, Jesús nos provoca para que busquemos nuestro propio camino hacia Dios, y seguirlo será siempre un desafío. Las imágenes de Fuego y División, nos ayudan a cambiar.

a) El fuego de Jesús. ¡He venido a arrojar fuego sobre la tierra, y cuanto desearía que ya hubiera prendido! (Lc 12,49ss). El que está cerca de mi está cerca del fuego. El que está lejos de mi está lejos del reino. (Evangelio Apócrifo). ¿Cuál es este fuego que Cristo quiere poner en la tierra?: Su MisiónLa Pasión por Dios y la Compasión por los que sufren. Sin este fuego, la vida cristiana termina extinguiéndose. El gran pecado de los cristianos será siempre dejar que este fuego de Jesús se vaya apagando. ¿Para qué sirve una iglesia de cristianos instalados cómodamente, sin pasión alguna por Dios y sin compasión por los que sufren?

b) División de Jesús. La entrada de Jesús en la historia provoca una subversión radical, porque él es un signo de contradicción, como dijo Simeón. Con su persona, su vida y su doctrina, ha traído la guerra al mundo. Ha llegado el momento de las decisiones. No cabe la neutralidad. La decisión en pro o en contra de Jesús romperá la paz hasta en el seno mismo de las familias. Urge la división para que las personas puedan encontrar una paz digna de tal nombre. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué tienen que ver con su vida y misión? ¿Qué palabras de Jesús no me dejan en paz? ¿Cuáles me irritan? ¿Qué retos encuentro en esas palabras incómodas de Jesús?

Señor Jesús, somos débiles. En tiempos de dificultad tenemos miedo. Nos encerramos en nosotros mismos. Pero tú eres nuestra riqueza en las debilidades que sentimos. Eres luz para nuestros ojos empañados. Eres sabiduría y fortaleza en nuestro caminar indeciso. Eres esperanza para nuestra misión cristiana. Compártenos tu Espíritu para que el testimonio de los creyentes verdaderos sea lo que cuestione este mundo incrédulo

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