Junto al pozo, un diálogo que genera vida nueva

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Rios L.
 

VIDA NUEVA

Evangelio: san Juan 4,3-42: «Si conocieras el don de Dios...»

En la organización de los evangelios dominicales de Cuaresma, cada ciclo tiene sus características peculiares. El de este año, el ciclo A, presenta durante tres domingos unos pasajes, no de Mateo, sino de Juan, que quieren prepararnos a la Pascua por medio de un camino de "discipulado", que nos va conduciendo poco a poco, hacia el encuentro con la Vida Nueva en el Misterio Pascual de Cristo.

Después de las «tentaciones de Jesús»” en el desierto (Domingo 1°) y de su «transfiguración»” (Domingo 2°), los Domingos del 3° al 5° nos ofrecen tres pasajes «bautismales»: el «agua viva» ofrecida a la mujer samaritana junto al pozo (Domingo 3°), la «curación del ciego de nacimiento» (Domingo 4°),y la «resurrección de Lázaro» (Domingo 5°). Estos pasajes son de claro contenido cristológico, con una revelación progresiva hasta llegar al «yo soy»: Jesús como «Agua viva», como «Luz» y como «Vida», tres conceptos muy característicos de Juan y muy propios del camino de iniciación cristiana, que tradicionalmente han servido para motivar el camino bautismal de los catecúmenos, es decir, de quienes se preparan para el Sacramento, o también de la comunidad cristiana en su recorrido cuaresmal hacia la Pascua.

En este Domingo la Iglesia quiere que miremos hacia adelante, hacia la gracia salvadora de la Pascua. Esta gracia supone la renovación cuaresmal, y está simbolizada por el agua que sacia la sed para siempre.

Evangelizados y evangelizadores

Este texto se usó en la antigüedad como «escrutinio». Texto que en la cuaresma (tercer domingo) servía para preparar a los catecúmenos al bautismo en la noche pascual. Se les hacía un examen sobre este texto. Dentro de la interpretación sacramental del evangelio de Juan se lee como una catequesis de preparación al bautismo. Algunos sugieren igualmente que para la Eucaristía por la alusión al alimento. - La mujer ha cambiado totalmente gracias al don de Jesús. Ha sido evangelizada. Sus intereses, sus necesidades son otros. Y se hace evangelizadora. El apóstol, hecha la experiencia de Jesús, no puede no hablar de él. Somos nosotros los que hoy somos evangelizados por esta palabra de Jesús. Este texto nos muestra las dificultades iniciales para aceptar a Jesús: prejuicios, temor de enfrentar la realidad que obstaculiza la fe, pretextos sobre el mismo culto, dudas hasta el final. Es nuestro encuentro con Jesús en el pozo de la vida. ¿Qué imagen tenemos de Jesús? ¿Qué esperamos de él? ¿Cuáles son nuestras preocupaciones primordiales? ¿El agua o Dios y su Hijo, Jesucristo? El se nos ofrece como el agua viva que nos desaltera, nos hace entrar, purificados de idolatrías, al nuevo pueblo que es la Iglesia, su Cuerpo. En el fondo tenemos una catequesis bautismal que nos concierne. Es la entrega radical a Jesús Salvador. Somos evangelizados sobre la persona de Jesús. Sus títulos, “Los nombres de Cristo” de Fray Luis de León, son un vehículo maravilloso para entrar en el misterio íntegro de Jesús, hombre y Dios, Mesías y Salvador, que nos revela el misterio de Dios y nos adentra en él.

Proceso de la fe

Notemos el proceso que va haciendo la samaritana: pasa de sus búsquedas más superficiales a las más profundas; del agua material al agua viva; de la percepción de Jesús como un “judío”, un simple “hombre”, al reconocimiento de Jesús Profeta y Mesías-Cristo. Su fe sorprendida la arrastra a dejar el cántaro (“cisternas agrietadas que no retienen el agua”, (cf. Jer 2), y a anunciar lo que ha visto y oído. Su fe contagia de fe a sus paisanos, quienes terminan confesando: “Este es verdaderamente el Salvador del mundo”. ¿Crees que Jesús es el Salvador del mundo y tu Salvador, como confesaron los samaritanos? ¿Sientes la urgencia amorosa de anunciarlo así a los demás?

¿De qué tenemos sed?

Nos podemos ver fácilmente reflejados en la historia del pueblo y en la situación personal de la samaritana. El pueblo de Israel estaba cansado y sediento. Ya quedan lejos el entusiasmo primero al salir de Egipto y los proyectos optimistas sobre la tierra prometida. Ahora se dan cuenta de que entre Egipto y la tierra prometida está el desierto, lleno de fatigas y peligros y sequía. - También la mujer sedienta que acude al pozo es una imagen patética, representativa de la situación de la humanidad. Tiene sed, y no sólo de agua, sino de felicidad: la está buscando y no está satisfecha. Ya ha tenido cinco maridos. Es buen retrato de una humanidad que busca, que tiene sed, que no sabe bien a qué pozos acudir a por agua, que se hace preguntas profundas y no encuentra soluciones satisfactorias. En ambos casos Dios les da agua para su sed.

Cristo es el agua de vida

Todos tenemos sed: sed de verdad, de felicidad, de amor, de vida. Es bueno que sintamos sed. Sería una pena que no sintiéramos sed de nada. Entonces no andaríamos en búsqueda: el que no tiene sed, no busca fuentes de vida, el que lo sabe todo no pregunta, el que se cree un santo, no pide perdón, el que se siente rico, no pide nada. El que tiene todo eso, ¿para qué necesita la Pascua y la salvación? - Si nos vemos reflejados en ese pueblo que camina fatigosamente por el desierto o en esa mujer que acude al pozo con su cubo, podremos entrar dentro de nosotros mismos y situarnos ante Dios en la actitud justa; "como tierra reseca, agostada, sin agua", como dice el salmo.

Y en vez de ir buscando aguas no verdaderas en otros «pozos» que nos pueden parecer apetecibles, le pediremos en esta Pascua, haciendo nuestras las palabras de la buena mujer: «Señor, danos esa agua». Si tenemos esa experiencia podremos también imitar a Cristo en otro aspecto: nos sentiremos movidos a ayudar a otros a que se den cuenta de esa sed que tienen y acompañarles al manantial del agua verdadera y profunda, Cristo Jesús. - Sumergirnos en la fuente del agua viva y sentir la vida, la frescura, la experiencia silenciosa de Dios en nosotros. Renovar nuestra alianza bautismal con el Señor y proponernos algo concreto que mantenga viva nuestra vida en él, como oración, como ejercicio evangelizador a los hermanos.

Relación con la Eucaristía

Jesús se entrega por amor y nos sigue demostrando en cada celebración su amor a nosotros y a la humanidad. Este amor es el que salva la vida y la llena plenamente. Este amor es el que se hace actual para nosotros en la Eucaristía.

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