“Amad a vuestros los enemigos…”

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

VIDA NUEVA

 

Vivir la santidad debe ser uno de los principales fundamentos de nuestra vida cristiana, porque es un estilo de vida que crea humanidad y fraternidad.

El amor que Dios nos ofrece es además el camino en el que debemos orientar nuestros pasos, ya que el amor no es una experiencia solitaria, sino que se vive y expresa en relación con los demás, formando comunidad.

El ámbito común de nuestra fe debe irradiar esos lazos que nos constituyen como Iglesia, comunidad cristiana que comparten con un solo corazón y un mismo espíritu. Lógicamente la unidad se vive en la diversidad de sus miembros, pues cada uno va realizando su misión y desarrollando su carisma. Pero siempre teniendo la perspectiva de formar un grupo, una comunidad, una Iglesia.

Pero a la vez nuestra tarea está encaminada no solo a vivir la fraternidad en la Iglesia, sino también en nuestro mundo, que tanta falta le hace. Tenemos la misión de ser portadores de la Buena Noticia de Jesús hacia los más alejados, los que quizás no son de mi círculo cercano, pero que merecen la oportunidad de conocer un mensaje de amor, de acogida, y de salvación. Es lo que hizo Jesús, y lo fue enseñando a las gentes con las que vivió. Y no solo queda en un hecho del pasado, porque sigue siendo vigente esta forma de ser y de hacer en la actualidad.

LECTURAS:

Domingo 7 del tiempo ordinario – 19 de febrero

Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18

El Señor habló así a Moisés: “No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13 R/. El Señor es compasivo y misericordioso

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 16-23

Hermanos: “…Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios”

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-48

“…yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen,..”

Ser Santos

Sed santos es el imperativo, que Dios exige al pueblo de Israel a través de Moisés. Dios pretende que su pueblo imite su bondad, porque Él es Santo, y adoptar como modo de vida esa actitud en el comportamiento con los demás.

El código de santidad del que habla el Levítico no es algo inalcanzable a nuestras vidas, donde pareciera que solamente está reservado a unos pocos elegidos. Tampoco es un comportamiento del pasado o trasnochado, propio de otras épocas distintas a las actuales.

Hoy más que nunca estamos necesitados de vivir una santidad auténtica, comenzando por nosotros mismos. Al acoger el amor de Dios, como don, adoptamos un tipo de vida espiritual, que trasciende hacia los otros.

A la vez cuando uno experimenta la bondad de Dios en su vida, se siente llamado a compartir con los demás ese don. La santidad está orientada a formar comunidad, a suscitar encuentros, a practicar la justicia y solidaridad con nuestros semejantes, con nuestros próximos.

Hacer el bien, y buscar lo mejor para nuestro mundo, es hacer realidad la santidad de Dios, no solo preocupándonos de los que están cerca de nosotros. Sino también para los que son distantes a mí, y desde ahí tener una perspectiva más amplia, buscando y creando espacios de acogida, de encuentros con los distintos, este es el principal mensaje de Dios

COMUNIDAD UNIDA.

Pablo en su comunidad de Corintio pone de manifiesto el Evangelio de Cristo que se entrega por nosotros. El modelo a seguir debe ser el de la humildad, la sencillez, porque de nada sirve la soberbia, el sentirse sabio, por encima de los demás.

El nuevo templo es Cristo y ahí participamos todos de su amor, especialmente los más humildes, los que no cuentan, los que están al margen de todo.

Los fundamentos de su comunidad, y de la Iglesia deben orientarse hacia los últimos y olvidados. Por tanto no hacemos una lucha por el poder, de quien es el más importante, creando división. La enseñanza de  San Pablo es entregar nuestra vida a la misión que nos llama Jesús, sin enfrentamientos, procurando el bien de todos sus miembros de la comunidad,  porque compartimos una misma fe y un mismo sentir.

AMAR HASTA EL EXTREMO

El Evangelio de este domingo, pertenece al discurso de Jesús al comienzo de su ministerio público en Galilea. Jesús quiere enseñar a sus discípulos como deben comportarse con los demás, comenzando por las Bienaventuranzas. Les plantea una nueva justicia, que supera a la antigua, para vivir radicalmente en el amor de Dios.

Frente a la ley del Talión en la que permite la venganza ante un agravio, Jesús les pide no responder de la misma manera. Al contrario la propuesta va a ser la de amar a los enemigos. Esta nueva forma de enseñar, deja a sus discípulos desconcertados, pues lo más lógico es vengarse de quien ultraja. Y no solo a ellos, también este programa de vida, sigue cuestionando nuestro modo de ser cristiano.

Ante las diversas formas de mal que hay en el mundo, la alternativa que nos enseña Jesús, es a amarnos, sacar lo mejor de nosotros mismos. El ejemplo es el amor de Dios que se nos da, y que se pone de manifiesto con la encarnación de Jesús, como hijo de Dios.

Por ello no nos podemos conformar con el mal que hacen unos cuantos, quejándonos que el mundo anda fatal. Debemos ofrecer una alternativa que emana del Evangelio de Jesús, y es hacer de nuestra vida una entrega hacia el bien.

Si ante cualquier situación de maldad que contemplamos cada día, respondemos del mismo modo, no tendremos ningún mérito. Más bien estamos haciendo lo mismo, y por tanto reproducimos el mal una y otra vez, como pescadilla que se muerde la cola.

Presentar la otra mejilla es responder al mal con el bien, y así podremos romper cadenas de violencia, injusticias, enfrentamientos, etc.….que sacan lo peor del ser humano. Buscar lo bueno es una nueva forma de ser persona que nos ofrece Dios, afrontando el mal con las armas del amor, de la verdad, del diálogo y del encuentro.

El amor a los enemigos es la centralidad del mensaje de Cristo, para vivirlo con radicalidad e integridad, sin estrategias de poder económico, político o mediático. Es un don de Dios, que lo experimentamos con su bondad, y su misericordia. Es un proceso que debemos recorrerlo con normalidad, sin hacer gala de ello, y sin grandes ruidos o estridencias. Hacerlo vida de cada día, con pequeñas cosas y detalles, que en definitiva es lo que va constituyendo nuestro itinerario de fe.

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