El Cuerpo y la Sangre de Cristo

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

Vida nueva

Hoy celebramos una gran fiesta para todos los cristianos: el Cuerpo y la Sangre de Cristo. “El Corpus”, como popularmente le llamamos, es la celebración de ese gran acontecimiento que brota desde el más grande Amor para quedarse en alimento y presencia para todos los hombres.

La Eucaristía nace del amor de Cristo y se vuelve fundamento del amor entre los fieles reunidos en torno al alimento donado por Jesús, el pan que es su Cuerpo, el vino que es su Sangre. La Eucaristía responde a los más profundos anhelos y necesidades del hombre: su necesidad de alimento, su sed de amor, y su realización en la relación con los demás.
La Eucaristía sostiene toda la vida de la comunidad creyente. Mientras hacemos presente el “amor hasta el extremo” por el que Jesús ofreció su vida en la cruz (pasado), nos comprometemos a formar un sólo cuerpo animado por la fe y la caridad solidaria (presente), “mientras esperamos su venida gloriosa”.(futuro)

En torno a la mesa del altar se renueva el sacrificio de Jesús y lo hace presente en medio de la asamblea. La comunión, común-unión, con Jesús nos une en un solo cuerpo a todos los participantes.
No podemos comulgar con Jesús y estar divididos entre los hermanos. La gran señal de los primeros cristianos era su reunión dominical para “alimentarse” de la Palabra y del Cuerpo del Señor, para expresar su solidaridad con los demás en la “koinonía” que consistía en compartir los bienes. Así como el pan se parte y se comparte, el verdadero cristiano parte y comparte lo que es y lo que tiene.
Pero al mismo tiempo la Eucaristía o Fracción del Pan, tiene el sentido fuerte de esperanza. La mesa común es signo no sólo de la mesa en la que participaremos todos en el cielo, sino también de esa mesa común que queremos formar para ofrecer a todos los hombres sin distinción de raza, lengua o condición humana.
Fiesta del Cuerpo de Cristo es una fiesta para sentir la presencia de Jesús muy dentro de nosotros y animarnos a seguir construyendo su reino. Reconozcamos a Jesús en la Eucaristía, alimentémonos de su cuerpo y formemos con Él la comunión fraterna.

LECTURAS: 

Génesis: 14, 18-20: “Melquisedec, sacerdote de Dios altísimo, presentó a  Abrahán  pan y vino y lo bendijo….”

Salmo 109: “Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec…

1 Corintios 11, 23-26: “Hagan esto en memoria mía…”

San Lucas 9, 11b-17: “Comieron todos y se saciaron…”

Cristo, alimento de vida eterna 

En el Evangelio leemos que a una multitud cansada y hambrienta Jesús le ofrece alimento, multiplicando los pocos panes   y peces de que disponen.  Este hecho lo cuenta Lucas con una terminología claramente “eucarística”, para que los lectores supieran reconocer el alimento que Jesús, ahora Resucitado, les está ofreciendo en su camino.

En este admirable sacramento, Jesús ha querido ser para su comunidad hasta el final de los siglos, el Maestro que transmite la Palabra viva de Dios. Pero además ha querido ser su alimento que nos da fuerzas y nos transmite vida. ”Quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él… vivirá de mí como yo vivo del Padre”.

La Eucaristía tiene dos dimensiones; su celebración, la Eucaristía, en torno al altar y su prolongación, con la reserva del Pan eucarístico en el sagrario y la consiguiente veneración que le dedica la comunidad cristiana. Como lo hacemos en esta fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo…  

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