“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

VIDA NUEVA

 

El encuentro con Jesús, el Cristo, mueve, interroga, permite que nos abramos a la plenitud de la existencia y a la salvación que irrumpe con su presencia en nuestras vidas, al calor de la comunidad. El contacto con Él nos permite conocerle, celebrar con los hermanos, compartir la vida en ese trato de amistad que estamos llamados a cultivar día a día. De forma tal, que siga adquiriendo un sentido más firme y pleno la identidad e impacto de Jesús en nuestras vidas de Jesús en nuestras vidas.

En este vigésimo primer domingo del tiempo ordinario - 27 de agosto, la Palabra de Dios nos propone meditar un pasaje central del ministerio de Jesús y de sus discípulos, en especial en la vida de Pedro, y de cada uno de nosotros. La pregunta que hace Jesús a sus discípulos nos habla de relación y de misión.

Que hoy también nos sintamos cuestionados por Jesús en nuestra relación con Él y la misión que desarrollamos en nuestra cotidianidad. Y con Pedro, reafirmemos nuestra fe en Él: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

LECTURAS:

Lectura del libro de Isaías 22, 19-23: “...Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará; .cerrará y nadie abrirá…”

Salmo 137, R/. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 11, 33-36: “Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20 “En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Reflexión del Evangelio de hoy

De lo que otros manifiestan sobre Jesús a compartir mi experiencia de fe.

Jesús es un gran pedagogo que va conduciendo a sus oyentes a tomar parte en las cuestiones que le atañen. Esta vez comienza a dialogar con sus discípulos por la idea que El encuentro con Jesús, el Cristo, mueve, interroga, permite que nos abramos a la plenitud de la existencia y a la salvación que irrumpe con su presencia en nuestras vidas, al calor de la comunidad. El contacto con Él Introducción El encuentro con Jesús, el Cristo, mueve, interroga, permite que nos abramos a la plenitud de la existencia y a la salvación que irrumpe con su presencia en nuestras vidas, al calor de la comunidad. El contacto con Él nos permite conocerle, celebrar con los hermanos, compartir la vida en ese trato de amistad que estamos llamados a cultivar día a día. De forma tal, que siga adquiriendo un sentido más firme y pleno la identidad e impacto de Jesús en nuestras vidas.

En este vigésimo primer domingo del tiempo ordinario la Palabra de Dios nos propone meditar un pasaje central del ministerio de Jesús y de sus discípulos, en especial en la vida de Pedro, y de cada uno de nosotros. La pregunta que hace Jesús a sus discípulos nos habla de relación y de misión.

Que hoy también nos sintamos cuestionados por Jesús en nuestra relación con Él y la misión que desarrollamos en nuestra cotidianidad. Y con Pedro, reafirmemos nuestra fe en Él: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». nos permite conocerle, celebrar con los hermanos, compartir la vida en ese trato de amistad que estamos llamados a cultivar día a día. De forma tal, que siga adquiriendo un sentido más firme y pleno la identidad e impacto otros poseen sobre él «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» para dar paso a que sean ellos mismos quien respondan a esta demanda «Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?». Será Pedro quien tome la palabra y manifestará una confesión de fe completa «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Esta declaración es un verdadero resumen de la cristología del Nuevo Testamento.

Sin duda alguna, el encuentro con el maestro no nos deja indiferente. Sus obras y palabras llevan a cuestionar a aquellos que le escuchan y le siguen sobre la especial singularidad de esta persona que ha obrado, obra y obrará prodigios en medio de su pueblo. Y se ha de subrayar que la mayoría de estos se producen en la cotidianidad de la existencia.

La pregunta por la identidad de Jesús posibilita el desarrollo de una mayor conciencia de su persona y misión. Si bien a lo largo de nuestra vida muchos nos han ayudado a acercarnos a Jesús, el Cristo, y gracias a ellos le hemos conocido; llegará el momento en que cada uno ha de verse cuestionado por el propio Jesús y ya no contestará por lo que otros le han dicho sobre Él, si no desde su misma experiencia de fe con aquel que da la vida eterna.

De la confesión a la misión

Sorprende el texto evangélico, a raíz de la confesión de Pedro, con la bienaventuranza expresada por Jesús y la misión que encargará a Pedro.

Con respecto a la bienaventuranza, Jesús proclama dichoso, feliz, a Pedro por la sabiduría con que ha contestado. Esta no proviene de él, sino que ha sido el Padre quien se lo ha revelado. Ha sido una gracia que Dios da a Pedro, una revelación, y por eso es dichoso. Y es que sólo si el Padre revela al Hijo lo conocemos y viceversa (Cf. Mt 11,25ss). Es interesante la perspectiva porque nos lleva a valorar que Pedro contesta no porque es el más sabio de los discípulos, el más estudioso, el que más sabe, sino por pura gratuidad del Padre.

Este matiz nos lleva a considerar la siguiente pregunta: ¿Se es más feliz por el mérito, el esfuerzo propio, o por aquello que me regalan? Es lógico pensar que en nuestro crecimiento personal y espiritual aquello que se obtiene por empeño adquiere más valor y sentido. Y cada uno ha de ejercitarse en la voluntad y trabajar por no ser negligente ni perezoso en sus asuntos ni en los de Dios.

Ahora bien, Jesús nos muestra que la mayor felicidad proviene por aquello que no esperamos y no merecemos. El regalo lo rompe todo. Es la experiencia de tantos místicos y la de cada uno de nosotros. Sólo hemos de hacer memoria para darnos cuenta de las gracias que Dios nos ha obsequiado. Entonces, sin duda alguna, podremos decir con Pablo «¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!».

En referencia a la misión, Jesús nombra a Pedro roca (Kefa), mayordomo, le da las llaves del reino. Nombrar a alguien es tener dominio sobre la persona. La densidad teológica y simbólica del relato nos lleva a contemplar la dimensión del encargo que en la primera lectura se nos ilustra con gran esplendor. Con Eliaquín comenzará la promesa, será en Cristo que se lleve a plenitud (Cf. Ap 3,7) y como su representante dejará Pedro.

Jesús comparte con Pedro lo que Él es. Pedro será un cimiento firme porque está en relación con Jesús. Él posee esta función única, histórica, el llamado ministerio petrino. Por otra parte, también Pedro es el símbolo de todo discípulo. Hemos de ser piedras vivas (Cf. 1Pe 2,2ss) que sigamos fortaleciendo, enriqueciendo con nuestro testimonio y misión a la Iglesia. A aquel que es la piedra viva le pedimos junto al salmista «Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos».

Jesús se hace presente en nuestra comunidad, camina junto a nosotros y nos pregunta «Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?». ¿Quién es Jesús para ti? ¿Con qué regalos Dios me ha bendecido por el que puedo ser llamado dichoso por Él? ¿Dónde se cimenta mi vida, mi misión? ¿De veras está afianzada en la roca viva que es Jesús, nuestro Señor y Salvador??

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