Los verdaderos valores: las bienaventuranzas

Por Héctor de los Ríos |
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Por P. Héctor De los Rios L.

Vida Nueva

4° domingo del tiempo ordinario

Sofonías 2,3; 3,12-13: «Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde»

Salmo 146(145): «El Señor hace justicia a los oprimidos»

1Corintios 1, 26-31: «Dios ha escogido lo débil del mundo»

San Mateo 5, 1-12ª: «Dichosos los pobres en el espíritu»

El tema litúrgico de hoy es sobre las cualidades que Dios realmente aprecia en la gente. Este es el mensaje de las dos primeras lecturas. El Evangelio lleva este tema a su plenitud, anunciando las Bienaventuranzas.

  El profeta nos trae a la mente lo que la Biblia llama «el resto de Israel». El resto de Israel eran aquellos miembros del pueblo que a pesar de tantas infidelidades de la mayoría, permanecieron fieles a la voluntad de Dios. Eran gente justa y humilde. A través de ellos Dios reveló su amor especial por la pobreza, la humildad y la sencillez. La predilección de Dios por la gente humilde y sencilla vuelve en el texto paulino. Para S. Pablo estas cualidades son una bendición, porque conceden la verdadera sabiduría de Dios y de su Evangelio, que permanece escondido para los autosuficientes y para los «sabios» según el mundo.

 Las Bienaventuranzas son el corazón del Evangelio. Son el resumen del estilo de vida de Jesús, exigido a sus seguidores. Por lo tanto las bienaventuranzas son un retrato del mismo Jesús, y un ideal para sus discípulos. Las Bienaventuranzas conllevan valores y estilos de vida en agudo contraste con muchos de los criterios prevalentes hoy día. Ambición de poder, orgullo, no son valores; de acuerdo con las primeras dos Bienaventuranzas, el verdadero valor es la confianza y la humildad con respecto a Dios, y un corazón abierto que espera de Dios el don de su Reino. Buscar sólo nuestro interés y nuestra comodidad, despreocupándonos de los demás no es un valor. Lo que es valioso, de acuerdo con la tercera y cuarta Bienaventuranza es una profunda preocupación por los demás, por los sufrientes, por los pobres y por aquellos que sufren injusticia y opresión. Las Bienaventuranzas nos piden ser misericordiosos como Jesús es misericordioso, lleno de compasión por todas las formas de miseria y siempre dispuesto a perdonar. Las Bienaventuranzas piden de nosotros trabajar por la paz y la fraternidad ahí donde podemos ejercer influencia (familia, amistades, profesión o trabajo...). Nos exigen ser puros de corazón, esto es, liberar nuestros corazones y acciones de "ídolos", que toman el lugar de Dios y que impiden nuestro crecimiento en el amor. Y las Bienaventuranzas piden de nosotros aceptar los sufrimientos y pruebas de la vida como Jesús lo hizo. Y aceptar las formas de hostilidad que acompañan, eventualmente, nuestro apego a la verdad y a la justicia.

 Algunas preguntas para pensar durante la semana

1. Compare su manera de pensar y de actuar con las Bienaventuranzas.

2. ¿En qué cosas estoy más distante de las Bienaventuranzas?

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