
Por Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.
Con ocasión de la reciente asamblea anual de CAMACOL en Cartagena, el tema de reestructuración y modernización de las ciudades colombianas se convirtió en el punto culminante de lo que eufemísticamente los urbanizadores, constructores, etc., conciben como el aspecto más importante y sobresaliente del progreso y del bienestar social.
Para algunos de los participantes la prosperidad del país depende del éxito de las ciudades, lo que implica la necesidad de llegar a ciertos acuerdos con los alcaldes y gobernadores dispuestos a garantizar el desarrollo de los planes y proyectos urbanísticos relacionados con la construcción de nuevas obras de infraestructura vial, complejos habitacionales, centros comerciales, bodegas, parques, zonas de esparcimiento, etc., particularmente en aquellas ciudades en donde se asienta la mayor parte de la población urbana.
Formalmente se dice que el papel de los constructores es edificar “ciudades de calidad”, sobre todo allí donde aparece el fenómeno urbanístico de la aglomeración ó conurbación, caracterizada por la existencia de una ciudad principal que se convierte en el centro de la región rodeada de las demás ciudades que las circundan y cuyo ejemplo más cercano lo constituye la ciudad de Cali interrelacionada con las ciudades de Yumbo, Jamundí y Palmira respectivamente.
Dicha iniciativa presupone además de asegurar la estabilidad económica y social de la población, la mejora sustancial del entorno físico y natural disponiendo del territorio de una forma adecuada y racional y no como se viene haciendo hasta ahora de manera espontánea y caótica, siendo necesario el mantenimiento de un equilibrio entre los espacios libres y los urbanizados, la protección de las fuentes hídricas y de los terrenos más valiosos para la producción, el control de la polución y la contaminación del aire, las aguas y la organización de zonas de descanso masivo, entre otros aspectos tendientes a mejorar el entorno natural.
Ahora bien, en torno al proceso de conurbación que vive la ciudad de Cali debe anotarse que el mismo transcurre en medio de una serie de contradicciones que hacen que sus ventajas económicas, sociales y urbanísticas estén acompañadas de un conjunto de factores negativos que la ciudad no ha podido superar relativos a la movilidad, la continuidad en la prestación futura de los servicios públicos, la erradicación de los tugurios y asentamientos informales e incompletos, la contaminación del agua, el suelo y el aire con los residuos de la industria, la minería ilegal, la usurpación del espacio público y del patrimonio ejidal y de baldíos, etc., con lo cual se demuestra en buena parte el carácter hipertrofiado del crecimiento de la ciudad que se expande hacia el sur-oriente y noroeste sin ningún control bajo la mirada impasible de la administración municipal mediatizada por los intereses de las grandes constructoras que compiten en el mercado y se han distribuido el territorio en donde se ejecutan los planes parciales de carácter urbanístico que otrora eran discutidos y aprobados en el Concejo Municipal en tanto que ahora los aprueba la oficina de Planeación Municipal, con los cuales incluso se modifica el Plan de Ordenamiento Territorial –POT-.
La construcción de ciudades de calidad constituye un gran reto que debe asumirse contando para ello con el concurso de la comunidad, que en última instancia es la llamada a apropiarse de los beneficios urbanísticos de una gran ciudad que como Cali no puede continuar siendo dirigida por aquellos gobernantes que no están en condiciones de ofrecer ninguna garantía a los caleños no solo desde el punto de vista de la consecución de mejores y mayores oportunidades sino de poder vivir en medio de un entorno físico y natural equilibrado entre el hombre, la sociedad y la naturaleza.
Veeduría Ciudadana por la Democracia y la Convivencia Social
El Control Ciudadano Sobre la Gestión Pública es Condición Indispensable para el Ejercicio de la Democracia y la Convivencia Social
