Por Carlos José Holguín
El actual Proceso de Paz está enfrascado en una discusión apasionada y acalorada en torno de si se es santista o uribista, cuando esa debiera de ser la menor de las preocupaciones, haciendo que se pierda de foco la discusión sobre lo de fondo del proceso de paz más importante de la historia de Colombia, tanto por bueno como por malo que pueda llegar a ser.
Odios y pasiones que se exteriorizan cada día más en los más diversos escenarios de nuestra vida diaria, que penetra relaciones de familia, de amigos
Odios y pasiones que se exteriorizan cada día más en los más diversos escenarios de nuestra vida diaria, que penetra relaciones de familia, de amigosy hasta al interior de los colegios, algunas veces hasta con ciertos ribetes cómicos como me ha sucedido en un par de ocasiones, la primera cuando luego de un familiar desayuno dominguero, la tía más querida puso de sobremesa la planilla de firma de la famosa resistencia civil, lo cual me negué a firmar esgrimiendo mis argumentos netamente jurídicos y políticos de porque no lo firmaba, en tono burlesco me dijo, “ Y desde cuando eres Santista” mientras miraba de reojo el pote de mermelada. La otra fue cuando me encontré en un ascensor de una de las más concurridas clínicas de la ciudad, a una prestante dama de nuestra sociedad que orgullosamente mostraba las referidas planillas, “ a ti ni te pido que firmes pues tú debes de ser uno de los promotores y de los primeros que firmó”, a lo cual le respondí que ni había firmado ni pensaba hacerlo, con gesto de horror y los ojos desorbitados grito “ a tu eres santista??” grito que retumbó en las cuatro paredes del atestado ascensor cuyos ocupantes con horror y como esperando el inicio del juicio final se miraban entre sí. Como pude trate de explicarle en escasos segundos que la cosa no era ser uribista o santista, sino la inocuidad de dichas firmas en lo legal y en lo político, que si de oponernos al proceso de paz se trataba, tocaba hacer uso de otros mecanismo, pero me gané una diatriba en la que palabras más palabras menos, yo era un protector de la guerrilla dispuesto a entregarles el país, igual que Santos, por fortuna en ese momento el ascensor se abrió y salí disparado. Más recientemente el encuentro de 30 años de egresados del Colegio estuvo a punto de sucumbir, cuando el grupo creado para tal fin se vio transado en una acalorada discusión. Y ni hablar del mal rato por el que paso el pobre rector gringo del Colegio Bolívar, que al mejor estilo colombiano fue víctima de tremendo anónimo porque supuestamente no dejó entrar al Presidente Uribe a dicho colegio. Por lo pronto y solo por precaución, no por cobardía, he resuelto que cuando veo por la calle venir algún amigo con papeles en la mano cambio de acera o me devuelvo para no tener que ganarme otra insultada.
Decir que hay que leer los acuerdos, enterarnos bien y después decidir, si a uno le va bien lo tildan de idiota útil, o en el mejor de los casos solo idiota.
Esto puede incluso ser solo el comienzo de una terrible polarización, no por las ideas, o por lo que mejor convenga al país, que de ser así, bendita y bienvenida sea la discusión, sino por odios y pasiones, muchas de las cuales totalmente ajenas a la inmensa mayoría de los colombianos.
Estar a favor del proceso de paz es estar mermelado, estar lagarteando, comprado por el gobierno o ser guerrillero enemigo del país, paria social, traidor de la patria, y por añadidura “enemigo de Uribe”.
Estar en contra del proceso es ser enemigo de la paz, amante enardecido de Uribe, o mejor dicho Furibista puro, paraco, amante de la guerra, las masacres y enemigo de Santos.
Y lo peor, no hay término medio, decir que se votará el plebiscito según lo que se firme y una vez lo conozcamos, es lo más cercano a Santos y lo más lejano a Uribe. Decir que hay que leer los acuerdos, enterarnos bien y después decidir, si a uno le va bien lo tildan de idiota útil, o en el mejor de los casos solo idiota.
De quien es la culpa de esta situación, unos dirán que de Uribe otros que de Santos. Creo que es exclusivamente nuestras, de todos y cada uno de los colombianos que nos dejamos llevar por odios, afanes de venganza, falsas ilusiones, o lo que sea, debemos como ciudadanos responsables formarnos nuestro propio criterio y pensar en nuestro futuro por encima del pasado. Aún hay tiempo de analizar y decidir de manera reflexiva y no apasionada.