Por Carlos Jose Holguin.
He sostenido que la paz, igual que la guerra, no puede tener color político ni apellidos, que son asuntos que van a determinar la vida de todos los colombianos
He venido sosteniendo que lo más grave de lo que está pasando con el tema de la paz es la polarización, no en función de los pros y contras del proceso en sí, que sería lo lógico, sino en función de sentimientos político puramente pasionales en favor de Uribe o en contra del gobierno Santos. He sostenido que la paz, igual que la guerra, no puede tener color político ni apellidos, que son asuntos que van a determinar la vida de todos los colombianos y que la decisión en torno de si se vota SI o NO debiera de depender exclusivamente de lo que nuestra conciencia nos indique una vez se conozca el texto final de los acuerdos, y no como está sucediendo en donde ya los ciudadanos manifiestan de manera definitiva su voto sin saber todavía cuál es el acuerdo final.
Pero ciertamente lo que está pasando en el país es cada día más distante de eso. La mejor prueba de ello la tuve en carne propia el sábado pasado, en donde en un amplio escenario político conservador convocado por el exgobernador Ubeimar Delgado para ir aderezando su aspiración presidencial, realizó una consulta con tarjetón, urna y comisión escrutadora a los asistentes de si votarían SI, NO o se abstendrían. Como era de esperarse ganó el NO luego de enardecidos discursos a favor del NO, donde los argumentos básicamente fueron: NO porque no hay justicia social en Colombia. NO porque no hay Educación. NO porque este es un pésimo gobierno. NO porque en mi municipio llevamos años sin agua. NO porque es la Paz de Santos ( cuál es la otra alternativa?), NO por la impunidad absoluta, pues según excepcionales cualidades clarividentes de algunos de los asistentes, les permitían asegurar que así seria. NO porque conocían profundamente las verdaderas intenciones de la guerrilla, la cual no era otra que cambiarse el brazalete y pasarse para el ELN y seguir delinquiendo, vaya conocimiento profundo de las realidades de ambos grupos.
En fin, el apasionamiento generado fundamentalmente por un entendible descontento entorno del gobierno Santos, terminó imponiéndose frente a mis moderados argumentos, que aunque tuvieron el valor de abrir el debate y recibieron una que otra ovación, en la medida en que quienes me sucedieron en el uso de la palabra fueron exacerbando el descontento entorno del mal gobierno de Santos, terminaron imponiendo el NO, el cual obtuvo el 63% de los votos contra un modesto 31% del SI. Luego el exgobernador Ubeimar me contó que similares ejercicio había realizado con sus lideres del centro y norte del departamento con iguales resultados.
Que se logren acordar de manera aceptablemente decorosa para los Colombianos, pues lo contrario llevaría a que se perdiera una oportunidad única para la paz de Colombia.
Si ha esto le sumamos la reciente encuesta de Ipsos Napoleon Franco que muestra que del inicial respaldo al SI, las cosas han ido evolucionando mayoritariamente al NO, creo que podemos ir concluyendo que la aprobación del referendo no va a ser tarea fácil como muchos han creído y que la posibilidad de dar al traste con el esfuerzo de varios años de negociaciones y perder la posibilidad más cierta y clara de acabar definitivamente con las FARC es un hecho. Pero lo malo y allí está el peligro, es que esa decisión se tome de manera acalorada como una forma de rechazar el mal gobierno de Santos, que por cierto cada semana que pasa, parece que lo hace peor. Lo bueno, es que hoy más que nunca, es determinante conocer el acuerdo final. Todo pareciera que finalmente, como siempre lo he deseado, ese documento es el que definitivamente moverá a la opinión, de allí que es bueno que el gobierno no la tenga fácil y por ende guerrilla y gobierno siendo conscientes de las dificultades, busquen un acuerdo en donde los temas espinosos de justicia, reparación a las víctimas, delito de narcotráfico y participación en política, se logren acordar de manera aceptablemente decorosa para los Colombianos, pues lo contrario llevaría a que se perdiera una oportunidad única para la paz de Colombia.