Por: Ana María Valencia
Solemos llamar perfecto a algo sin errores, sin tachas…algo que nos deja atónitos, que nos cautiva, algo que nos logra dejar sin palabras. Los grandes buscadores de la perfección, nos han enseñado la grandeza de poder hacer más de lo que creemos, del poder de la innovación. Un bueno ejemplo es lo que quiso mostrarnos Da Vinci con su obra “El Hombre de Vitrubio” que representa una figura masculina con medidas exactas de las proporciones del cuerpo humano hecha con cálculos matemáticos .Considerado como logro de la época del Renacimiento. La perfección del cuerpo humano también ha sido demostrada con la medicina, como los órganos internos del cuerpo y su estructura ósea y muscular funcionan como una perfecta maquina programada para nuestro beneficio. Estos dos estudios solo concluyen que hablamos de una perfección de la naturaleza, cada parte de nuestro cuerpo trabaja en función de algo y en conjunto con las demás partes, como armando un rompecabezas. Así es nuestro cuerpo, cuando actuamos contra él, lo destruimos, vamos en contra de esa perfección humana donde equivocadamente creemos que estábamos buscando algo mejor. Como los malos hábitos alimenticios, la falta de horas de sueño, los excesos, la mala respiración y la falta de ejercicio. El cuerpo temporalmente se adapta pero va indicando sus fallas como consecuencia de esto.
¿Cuáles son los ítems para poder calificar a algo como perfecto? ¿Existe acaso una matriz que mida la perfección de las cosas? Aquella matriz reside en la mente y la psicología que cada una de las personas que habitamos este mundo. La perfección la hemos concebido desde juicios de valor sobre las cosas que esperamos de las demás personas y de los acontecimientos de la vida. La perfección la hemos basado en nuestras propias expectativas, que se rigen muchas veces según nuestro entorno, nuestros deseos o incluso según los estados de ánimos , de los buenos o malos momentos que tenemos. No podemos regirnos según estos estados, la vida es cíclica y no somos solamente como nos comportemos frente a las situaciones, somos lo que decidimos frente a cada situación, la manera en que elijamos vivir cada momentos en su perfecto estado natural.
La perfección como seres humanos no consta de ser los mejores, no consta en tenerlo todo. Algunas personas pueden ufanarse o sentirse más que los otros al tener un cuerpo “ideal” o “perfecto” al considerar tener mejores cualidades que otros. Este tipo de afirmaciones terminarán siempre siendo subjetivas, vivir la vida bajo estos parámetros solo nos traerá frustración porque la perfección solo existe cuando se deja de buscar, cuando dejamos que las personas y las situaciones sean como han de ser, no forzar las cosas contra la corriente a que sean según mis expectativas. Existen personas que han perdido alguna parte de su cuerpo y viven sin necesitarla, pueden disfrutar la vida desde la nueva naturaleza de su cuerpo, de lo que eso trae para sus vidas. El cuerpo humano es perfecto como Dios lo creo, a cada uno nos dio un cuerpo con las necesidades básicas para vivir, aceptar nuestro cuerpo es encontrar la perfección, algunos necesitarán mayor estatura que otros, otros necesitarán mejor vista, otros tendrán el poder de correr más rápido que otros, por ejemplo. Solo cuando recibimos esa perfección natural sabremos el para que de nuestra fisionomía personal y única. Tanto así que esa fisionomía se adapta a muestras condiciones de vida. De la misma manera podemos hallar la perfección natural de los acontecimientos. Podremos aceptar cuando una relación comienza o termina, podremos encontrar en esos ciclos de la vida, el actuar de la naturaleza, podremos disfrutar de su sabiduría. Es tan sencillo como reconocer que somos parte de ella. Las flores no piensan cuando abrir sus pétalos, simplemente florecen! Y en un momento se marchitan y esa planta recibirá nuevos tallos y nuevas flores. El sol no se pregunta cuando salir, tampoco espera que la luna le dé la orden, simplemente fluye en su propia naturaleza. Así son los animales, cada uno actúa según su condición natural.
Una vida espiritual no requiere de condicionamientos, ni leyes que tengamos que cumplir para ser aptos a la espiritualidad. El ser humano tiene todo para conectarse con su espíritu, o el Espíritu Santo. Para seguir una vida espiritual, no se requiere ser perfecto como un santo, de hecho quienes son nombrados santos, fueron personas que explotaron su humanidad profundamente. La espiritualidad nos permite cada día conectarnos más con nuestra propia humanidad, con nuestra propia naturaleza. Solo es cuestión de dejarse llevar por aquello que más nos caracteriza a cada uno por separado, como las cualidades y defectos propios, aceptarlos, dejarlos ser, sin pretender ser o tener lo que naturalmente no podemos. Es poder disfrutar del momento que la vida nos pone en camino, sin pretender forzar algo que no es para nosotros, solo por aparentar o por dejarnos llevar por prejuicios. No busquemos la perfección…la perfección ya es, ya está aquí con nosotros, mejor aprendámosla a ver, sentir y gustar. Hay un camino para cada uno, para cada uno unas particularidades diferentes, pero todos dentro de una condición común denominadora: Humanidad! Así que vivamos Según las leyes universales, donde todo está dentro de un perfecto orden divino. El se manifiesta, dejémoslo fluir.