Más de 20 niños y jóvenes con discapacidad cognitiva y física, habitantes en su mayoría del sector de La Sirena y Siloé, han encontrado en las labores del campo una terapia para mejorar sus condiciones de vida. S.O.S por una fundación que en medio de la escasez siembra ilusiones.
La licenciada en educación especial, Liliana García, fundadora y directora de Progresar que nació hace 19 años por iniciativa de un grupo de padres de familia, asegura que el centro busca contribuir a la formación y desarrollo integral de niños, jóvenes y adultos con discapacidad física, mental, sensorial o múltiple, de cualquier edad o condición social. “Tenemos en cuenta la edad mental y no la cronológica y atendemos personas de todos los estratos, pero especialmente a los del uno y dos“, afirma.
Aquí, a pesar de la escasez, 20 niños – la mayoría residentes en La Sirena y Siloé – tienen la oportunidad de realizar terapias pedagógicas, de lenguaje, físicas y recreativas, que son dirigidas por un equipo interdisciplinario en el que se encuentran docentes, terapeutas físicos y enfermeros, que los acompañan diariamente.
“Aunque no contamos con muchos recursos tratamos de brindarles a los niños una atención privilegiada y para ello tenemos convenios con la Escuela del Deporte, escuelas de enfermería, la liga de actividades subacuáticas de las piscinas Alberto Galindo donde los niños reciben clases de natación y el Club Las Pilas que nos permite hacer uso de su piscina y gimnasio”, comenta Liliana.
Pero lo más importante es que la Fundación Progresar ha desarrollado una metodología pedagógica basada en las labores del campo: agricultura, avicultura y lombricultura. ”Hemos confirmado que en la medida en que los niños vivencien cada situación su proceso de aprendizaje es mucho más rápido y más fácil”, señala la directora.
Por ejemplo, los procesos pre matemáticos los hacen a través del engorde de gallinas, donde se trabajan conceptos como poco – mucho, liviano – pesado, adelante – atrás. También aprenden a contar con el número de huevos o con la cantidad de paladas de tierra que se necesita para la siembra o cultivo de lombrices. “Lo fundamental es que estos procesos generan algo esencial para su desarrollo, como son el concepto de responsabilidad y la satisfacción de sentirse productivos”, agrega la licenciada.
Y es que de las gallinas que engordan, los huevos que reúnen y las plantas aromáticas y hortalizas que cultivan, una parte las utilizan en el colegio para su consumo y otra se las llevan a sus casas para venderlas o prepararlas.
La idea no es contar con un negocio, sino que los niños, una vez que terminan el proceso, puedan dedicarse a estas actividades en sus hogares. “Hay que terminar con la historia de las personas especiales que, según las estadísticas, a los 30 años están en la casa sentados viendo televisión, comiendo desmesuradamente o en las esquinas de los barrios expuestos al consumo de drogas, a la delincuencia y la pornografía”, explica.
El objetivo de esta pedagogía es formar seres productivos, para ellos mismos, para sus familias y para su entorno. “Esto genera un impacto social positivo pues las personas especiales ya no son vistas como un problema, sino como alguien útil”, puntualiza.
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Para cumplir con sus objetivos la Fundación Progresar necesita apoyo. Actualmente funciona con los aportes de los padres que pagan una mensualidad de acuerdo con sus posibilidades, partiendo de $7.000 mensuales, y de algunas donaciones, que se invierten en necesidades básicas como la alimentación.Cómo una estrategia para reunir fondos se creó el Bono-Vida, que las personas pueden adquirir por un valor mínimo de $50.000. Informes: 5510301 ó 316 – 6210144.