Por Carlos Fernando Ramírez Santos.
Santiago de Chile.
Aterricé hace 3 meses en un país que por el título ustedes ya identificaron. Mi impresión general al cabo de un par de horas fue que Chile pese a su economía sólida y sobresaliente en la región por más de una década, era un país latinoamericano más. Uno de esos países donde unos pocos son los dueños de todo hasta donde alcanza la vista y el resto tiene que conformarse con lo que queda y/o lo que hay.
Tal vez habían pasado escasas 4 horas de mi llegada cuando el estrépito de un doppler in crescendo irrumpió en mi sueño mientras tomaba un descanso en el cuarto del hotel en el que me hospedaba, dejando como única opción a mi curiosidad, abrir la ventana y exponerme al frio viento de finales de otoño y principios de invierno con la intención de percatarme de lo que estaba sucediendo.

No fue tal la sorpresa para mi con lo que encontré, pues aunque yo aun nada sabía sobre el inconformismo de ciertas partes de la población hacia la próximamente nueva hidroeléctrica de Hidroaysen y mucho menos lo que estaba por venir apenas unos días después con la lucha estudiantil por una educación gratis y de calidad, en mi interior creo que siempre había concebido a Chile como un pueblo idealista, seguramente por los rezagos inconscientes de coros que a tono de Do mayor se alzaban gritando que nos uniéramos al baile de los que sobran, las arengas liricalizadas de Inti-Illimani, los gobiernos de izquierda de Michelle Bachelet y sus predecesores y las imágenes televisadas de un Pinochet en silla de ruedas, senil y desvencijado en manos de un pueblo inclemente que no estaba dispuesto a dejar descansar a tan indefenso postrero que otrora fuera la cabeza de un reinado genocida y ultra antidemocrático.
Y allí estaban, con bombos pero sin platillos y si muchas pancartas unos 45 individuos entre los 20 y los 35 años de edad que intentaban llamar la atención para hacer saber a los transeúntes que iban intersectando a su paso y a unos cuantos que mirábamos desde las ventanas de los edificios que dan a la Avenida Barros Arana sus plegarias, siempre dirigidas al gobierno. En esta ocasión, al gobierno de Sebastián Piñera. Un mandatario derechista con doctorado de Harvard totalmente impopular por estos días pese a haber alcanzado la cúspide del favoritismo tras el rescate de los 33 mineros, cuya transmisión por televisión superó el rating de la final de la copa mundo 2010 entre España y Holanda y que tuvo lugar el día 13/10/10, en la semana 33 del año, después que el mundo se llenó de júbilo y quedara en vilo ante la nota celebre que decía “estamos bien en el refugio los 33” la cual tiene 33 caracteres en total, quiero decir, contando los espacios… pero eso es manzana en cesto de peras.
Han sido muchas las marchas que he presenciado durante estos tres meses en días de frio sol y de gris lluvia. Los colegios públicos y las universidades se encuentran en paro desde hace mas o menos 3 meses, lo que representa un atraso para los miles de estudiantes que marchan, pero ellos no tienen ninguna intensión de terminar con sus protestas hasta conseguir una educación gratis y de calidad. Si bien la gratuidad parece difícil de alcanzar, me resulta muy coherente luchar por una educación de calidad.

En Colombia también han estado luchando en contra de la Ley 30 de la educación superior, con la diferencia de que en Colombia no interesa mas que a un puñado de estudiantes y a uno que otro docente, mientras que en Chile media sociedad se ha movilizado, todos unidos para exigir que la educación de los menos afortunados sea igual a la de los que ostentan los mayores recursos. Es cierto que muchos actos de vandalismo han ocurrido y no puedo llegar a un consenso definitivo, pero una tarde caminando por Santiago, en un mercado artesanal a la ribera del barrio Bellavista, un hombre de mediana edad, previo atisbo
de mi acento foráneo, conjeturando seguro que por ser colombiano tenía alma de guerrillero se me acercó y en un periquete de camaradería confesó sus
actitudes rebeldes para las que afirmó estar siempre listo tomando el retazo posterior de su pañoleta, que caía convenientemente larga por detrás del cuello, llevándola de diestra a siniestra sobre su boca y nariz con un movimiento oscilante de su mano derecha para así dejar al descubierto nada mas que sus ojos y quedando presto para el enfrentamiento con los “pacos” como se le conoce a la policía en la jerga chilena. Esto me sugiere que muchos de esos actos de vandalismo no tienen nada que ver con los estudiantes si no con agitadores ajenos a la ideología estudiantil que no desaprovechan ganga para comprar pelea con los “pacos”, pues en los estudiantes y convivo con muchos de ellos, no veo mas si no pasión por defender sus derechos y las ganas de un Chile mejor para todos por igual (por supuesto no todos), aunque esto les cueste retrasar la culminación de sus estudios, quedarse sin vacaciones cuando retomen las clases y soportar toda clase de retaliaciones por parte de la policía, a la que debo decir, se le siente que trae aun consigo una herencia de represión y un gustito por la fuerza.
Así es el chileno, apasionado por su país, pero las muestras de esta pasión no terminan en un grito desesperado por la justicia e igualdad para su pueblo. El chileno se siente orgulloso de ser chileno y no hablo de un orgullo tipo “me siento orgulloso porque tomamos Colombiana, o me siento orgulloso porque en vez de decir amigo decimos parcero”, el chileno se siente orgulloso de su historia, de su legado cultural, de lo que fueron y que los hace ser ahora. Aquí por ejemplo, todas la calles se llaman igual, Caupolicán, Barros Arana, Arturo Pratt, Lautaro… todos son nombres de hombres de patria, monótono si! pero transitan y caminan por su historia día a día, la viven y la hacen suya día a día, no la meten en saco roto.

De quien mas he aprendido sobre estos personajes es de la empleada doméstica donde vivo, a quien a veces en horas de almuerzo le pregunto por los nombres que me llaman la atención. No quiero hacer de esa afirmación una apreciación con carácter esnobista, pues es que se que la mayoría de mis amigos en Colombia, casi todos con título universitario y algunos ya con doctorado poco podrían decirme sobre los padres de la patria y por eso creo que mucho menos María, mulata oriunda de Puerto Tejada Cauca que me vio crecer y a quien quiero, que se encarga de todas las labores domésticas en la casa de mis padres en Cali. Aunque más justo sería preguntarle primero y la verdad, me incluyo! Pero no por eso deja de llamarme la atención. La cátedra de historia que recibo de Andrea como se llama la encargada de los quehaceres de la casa en Chile merece mas que mi asombro, tal vez admiración. Por otro lado, tampoco recuerdo una calle con el nombre de Bolívar, Santander, Manuelita Sáenz, Salavarrieta… lo que si recuerdo es la estatua de una mujer que en vida sufría de ciertos trastornos mentales y que caminaba por las calles vestida de reina. Hasta he visto muchos cuadros en su honor en cafés y galerías. No me digan que les parece normal!
Se acerca el 18 de Septiembre, la fiesta de la emancipación chilena. Aun no vivo la primera, pero la gente relata cuentos y sobre todo los veo prepararse. Si! Se preparan para esta fiesta y la celebran con toda. Como decimos, literalmente tiran la casa por la ventana. Un amigo colombiano que también reside aquí me dice: “está floja estos días la consulta porque los chilenos no gastan plata ahora, están ahorrando para el 18 de Septiembre”. En Colombia existe la multa de hasta 10 salarios mínimos mensuales por no izar la bandera el 20 de Julio, ustedes saquen sus propias conclusiones.
Es que se sienten muy orgullosos de su patria los chilenos que a veces se comportan un poco pedantes al mejor estilo argentino, lo acepto, pero quien indague un poco sobre la historia chilena entenderá que ese orgullo nace de las glorias que de guerra en guerra fueron recogiendo. En Colombia esto no sería posible pues nosotros en vez de ganar territorios los hemos perdido, pero me asombra que los chilenos recibieron y sienten enteramente chilenos tanto a los nuevos ciudadanos como a sus costumbres y digo que me asombra porque Chile es un país muy largo y delgado, cada región, lo que nosotros conocemos como departamento, tiene por vecino solo la región que está al norte y la que está al sur, mientras que en Colombia un solo departamento puede colindar con mas de dos departamentos en todas las direcciones y establecer mejores lazos por la vecindad. Atravesar Chile de norte a sur requiere unos 3 días sin parar, por lo que uno supondría que las personas del sur que tienen descendencia alemana e italiana, poco o nada tienen que ver con su coterráneos del norte quienes son de origen mas Inca, algo mas parecidos a como los colombianos imaginamos a los chilenos, unos rostros mas similares al del Bam bam Zamorano y sin embargo todos se sienten uno. Se sienten Chile.
Me contaba un amigo una vez y les trasmito la idea porque las palabras textuales las he perdido, que cuando estaban pensando el logo de Colombia es Pasión decidieron usar el café, pero los costeños dijeron: eso no tiene nada que ver con nosotros, así que pensaron en usar entonces un sombrero vueltiao, pero los paisas antioqueños dijeron: Eso no tiene nada que ver con nosotros. Entonces pensaron en usar como logo un carriel paisa pero los vallunos dijeron: eso no tiene nada que ver con nosotros. Y así pasaron de región en región buscando algo que identificara a los colombianos con tan mala fortuna que en todos los casos la iconografía de cada región era rechazada por las demás regiones que no la sentían propia.

Mas allá de la veracidad de esta historia, todos sabemos que en Colombia muchas regiones miran con cierto desdén a las otras, se sienten mejores, se sienten diferentes y es allí donde la historia de la unión de los chilenos cobra toda su importancia. Es allí donde unos pueblos se sienten orgullosos de su raza y otros pueblos dicen sentirse orgullosos de su raza, es allí donde unos pueblos se levantan para defender con pasión su soberanía y otros pueblos se matan ellos mismos… con la misma pasión!
Por Carlos Fernando Ramírez Santos.
Santiago de Chile.
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