Por Héctor De los Ríos L.
Veamos ahora lo que es más específico de esta parábola que nos trae el Evangelio de San Mateo 22,1-10.
La parábola del banquete del rey nos pone ante el futuro que Dios nos ofrece, nos invita a su mesa, nos ha destinado a la comunión festiva y gozosa, íntima y eterna con Él y con su Hijo.
Vemos que Jesús nos revela cómo es que se comportará Dios con nosotros: nos ha destinado a la comunión de vida eterna y feliz con él. Por lo tanto, rechazar la invitación al banquete es rechazar la vida en comunión con Él.
Aquí resulta que quienes son interpelados prefieren hacer otra cosa, se sienten incomodados porque les quita tiempo para otras cosas que consideran más importantes, como ir al campo o al comercio, e incluso se ofenden
Pero en esta parábola la imagen se desarrolla todavía más: a pesar de que sean “muchos” los que vengan (y también lo que rechacen), la sala no se quedará vacía. Los servidores del rey son enviados a llamar gente de todas partes. Esta es una alusión a la misión cristiana a los pueblos paganos.
Al final de la parábola se afirma la necesidad de un vestido nupcial. En lenguaje simbólico el vestido indica el estado completo de una persona, cómo la persona aparece ante Dios. Pero atención: el vestido no representa algo externo sino LA VIDA NUEVA del discípulo. Ésta se adquiere por la escucha de la enseñanza de Jesús y del hacer la voluntad del Padre.
La expresión “muchos son llamados, más pocos escogidos”, no pretende darnos datos estadísticos sobre el número de los que entran en el cielo. Tampoco nos debe desilusionar ni llevar a la resignación cuando vemos que hay poca gente en una comunidad. Esta frase es una advertencia para que nos despertemos, nos desacomodemos, para que apuntemos hacia la meta empleando todas nuestras mejores energías para corresponder a la llamada de Dios.