Prudentes o necios
San Mateo 25, 1-13
Estamos casi al final de este año litúrgico en el que hemos venido haciendo discipulado en la escuela de Jesús, con la ayuda del Evangelio según Mateo. Nos esperan tres domingos que nos confrontan con relación al futuro de nuestras vidas. Todos estamos invitados a compartir, por medio de él, la vida plena en Dios como una fiesta del amor, del matrimonio, de alianza. Este domingo y el próximo, nos detenemos en la segunda y la tercera parábola, concernientes ambas a la preparación. Este domingo la parábola “de las diez vírgenes” está construida a partir de una celebración matrimonial. Se detiene de manera especial en el momento en que un grupo de doncellas sale al encuentro de novio para entrar junto con él en la sala de banquete. Se está siguiendo un ritual conocido por el judaísmo de los tiempos de Jesús.
“El Reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio”
El novio: Es el gran personaje del cual se tiene expectativa con su llegada para la boda. En el evangelio de Mateo Jesús ya se había presentado antes a sí mismo y su obra mesiánica como un novio en su fiesta de matrimonio.
Toda la parábola, de aquí en adelante, va a pender de este dato: cómo se es necio y cómo se es prudente. La sabiduría aquí no tiene que ver con las capacidades intelectuales de la persona sino con su acierto (prudencia) o no (imprudencia).
Las necias no conservaron sus lámparas correctamente a lo largo de la noche, las prudentes sí. Lo cual nos hace pensar también en la perseverancia. La negación de las prudentes de dar aceite se refiere más bien a la preparación espiritual que era necesario tener, ésta es inaplazable, insustituible e intransferible. ¡Es que hay cosas que uno no puede vivir por otro!
Las últimas palabras son las de Jesús, quien exhorta a los discípulos con un imperativo y su argumento: “Velen, pues, porque no saben ni el día ni la hora.”