Por Alex Sterling
1. El elefante
El elefante es el único animal con sentido del humor[1]. Si se conoce su lenguaje se los podrá sorprender hablando solos y esbozando, con gesto malicioso, sonrisas en honor a divertidas anécdotas, ocurridas ha más de treinta años, que recuerdan de tanto en tanto. Para el distraído domador, tipo viejo y perezoso que en los días fríos usa una única chaqueta azul y que antes fuera contador público, el animal sólo tiene un ataque de tos. Cualquiera lo pensaría en su lugar, la bestia tiene más de 90 años. Pero aún conserva su descomunal fuerza de elefante, poderío que, sin embargo, no le hace perder su hace tanto contraída humanidad. Cuando levanta su trompa y golpea al domador en la nuca, no está haciendo algo diferente a lo que hacemos nosotros al darle una palmadita en la espalda a un querido amigo que no veíamos hace rato o cuando, con infinita ternura, empujamos a nuestra hermana menor a la piscina en los paseos familiares de verano. Dicho gesto es portador del más agudo humor negro entre la comunidad de los elefantes. El hombre, en estado de inconciencia parcial, arrojado sobre el aserrín de la jaula y plastas de estiércol de 30 Kg., es luego agitado por los aires como un trapo viejo. Los otros elefantes, siempre y cuando algún niño piojoso no esté lanzándoles trozos de zanahoria y nueces de la India, prestan atento cuidado a toda la escena y se retuercen de risa, resoplando carcajadas en frecuencias muy bajas para nuestros oídos. Afuera, una pareja de jubilados de las empresas telefónicas, que hasta ese momento pasaban un domingo muy aburrido, observan entretenidos como una graciosa bestia de 18 toneladas azota contra los barrotes un hilacho de carne y hueso que, seguramente, es lo que queda de un perro callejero que importunó al noble gigante en un mal día de trabajo.
2. Luciérnagas
Escritos bíblicos encontrados recientemente por un equipo de exegetas palestinos demuestran que la travesía del pueblo de Dios por el mar rojo se llevó a cabo en la noche. Estos evangelios apócrifos, derivados del arameo al yidish en una traducción posterior, aseguran que a pesar de caminar por tierra seca, en fila india y en aparente sincronía varios israelitas terminaron impactando contra el agua contenida, perdiéndose en ella para siempre y arrastrando con ellos a quienes intentaron ayudarles. Los descubridores aseguran que esto prueba que la travesía se inició en ausencia de luz y que en tal oscuridad el desorden y el pánico asolaron al grupo hasta reducirlo casi a la mitad. Interpretaciones un poco más atrevidas aseguran que al ver el conato de desgracia Moisés huyó, portador de la única antorcha, con sus lugartenientes a tierra seca y que allí fue presa de un terrible acceso sicótico que le hizo perder la cordura por varios días. Por el contrario, la versión más generalizada dice que invocó ayuda divina sosteniendo con sus propias manos las aguas que intentaban unirse de nuevo y que, en respuesta, del cielo cayeron miles de pequeños insectos centelleantes que sobrevolaron el área en círculo, justo sobre sus cabezas. Los israelitas, asustados, creyeron que era un ataque de los dioses egipcios y comenzaron matar a los pequeños animales en un ciego ataque de palmadas. Las luciérnagas comenzaron a caer una a una, y el destello que emitían se apagaba poco a poco cuando ya se hallaban caídas en el suelo, pisoteadas por miles de sandalias encolerizadas. Se dice que entonces Aarón, que siempre fue un poco mas lúcido que Moisés, uso su atronadora voz para explicar a todos el por qué de esa extraña presencia y su inconmensurable utilidad. Apenas hubo anunciado la llegada de la ayuda divina las miles de luciérnagas se enrutaron con notable simetría hacia la orilla libre de egipcios. Una luciérnaga por israelita. Una pequeña luz para cada alma. Y así fue que los casi 400.000 israelitas sobrevivientes, con sus improvisadas carrozas y su ganado esquelético, pudieron llegar al otro lado del mar. Pasado el milagro las luciérnagas tocaron tierra y apagaron sus lámparas y los egipcios, que comenzaban a atravesar el mar, guiados así mismo por el lejano resplandor de éstas, quedaron a mitad de camino. Confundidos y en tinieblas, tropezaron unos con otros y fue ahí que Moisés extendió su vara sobre las aguas y éstas se cerraron otra vez.
Ya a salvo, las mujeres israelíes sacaros sus panderetas y comenzaron a entonar melodiosas canciones en alabanza a las luciérnagas. Los hombres, por el contrario, las encerraron en tarros de vidrio y las pusieron sobre sus asnos, para iluminar las oscuras noches del desierto. En pocos días las luciérnagas perdían su luminosidad y morían secas, sofocadas por el calor y la esclavitud. Las pocas luciérnagas sobrevivientes, aterrorizadas por la ingratitud y la insensibilidad de los israelitas, emigraron a la otra orilla donde anidaron provisoriamente, cavando imperfectos túneles en las arenas enlodadas y reproduciéndose con lentitud, alimentando a sus larvas con el único animal que habitaba las costas áridas del mar rojo: el caracol.[2]
En épocas recientes un grupo de ingenieros franceses intentaron separar las aguas del mar rojo en su tramo más estrecho sin la ayuda de Dios ni de las luciérnagas. La furia de las mareas, que alcanzaron niveles tres metros más altos que en cualquier luna llena registrada, y la pereza raizal y poca habilidad de los obreros yemenitas contratados, impidieron que se pudiera siquiera terminar la primera etapa del proyecto. A pesar de eso, si se lograra estar a cierta altura en ciertas noches septembrinas, se podría ver un hermoso puente que aún en ausencia de fluido eléctrico, permanece siempre iluminado por millones de lucecitas intermitentes.
3. Topos
La audiencia de los topos ha declarado persona no grata a Dios. Quien sea sorprendido intentando hablar con él o enalteciéndole con algún presente, será expulsado definitivamente de la mina; y si se negase de palabra u opusiera resistencia física se le ataría a un postigo clavado en lo más profundo de la tierra y allí se le tendría hasta que accediera a salir por su propia cuenta. Tampoco está permitido orarle ni recibir beneficios de éste, así que está prohibido cerrar los ojos en actitud meditativa y así mismo se considera sospechoso cualquier golpe de buena suerte ya que se llevaría al que éste beneficie a juicio, acusado de invocar milagros. Se entiende por todo lo anterior, que las imágenes y todo tipo de objeto de naturaleza totémica serán armas morales contra el espíritu común de los topos y por lo tanto destruidas en presencia de su propietario a quien, en caso de reincidir, le serían confiscadas sus herramientas por un periodo de dos semanas hasta que muestre total arrepentimiento por su mal proceder y merezca recibirlas de nuevo. Todo esto se hace pensando en el beneficio de la mina y de los topos, ya que trabajando a tales profundidades, se ha vuelto un peligro el estar pensando en algo que está tan arriba y que ellos, envueltos en sus oscuridades, buscan abrazar con sus manos levantadas, pose que ha suscitado sinnúmero de accidentes y el entorpecimiento de las labores cotidianas. Se sabe también que todos han acatado la medida y que ninguno ha sido descubierto infringiendo las normas, aún cuando todos sabían que los castigos serían más cruentos en la legislación que en la realidad y que en muchos casos ni se impondrían o se omitiría la infracción haciéndola pasar como un desvarío inocente por efecto de los gases de la tierra herida. Si bien los accidentes han disminuido en más de la mitad desde que Dios fue expulsado, se dice que muchos topos han desaparecido en las profundidades, extraviados en la más absoluta oscuridad.
4. Palomas
Las palomas de Manhattam no quieren volar más. Se les halló de repente arrastrándose por las aceras, dando torpes giros para evitar ser pisadas por los empleados negros y obesos de Fedex, que corren con encomiendas de un lado a otro. Los ciudadanos, consternados ante el inesperado suceso, han construido calles especiales para ellas, con delicados barandales adaptados específicamente para la forma de sus alas y provistas de hermosas fuentes hechas de azúcar. No han descuidado detalle, se les ha dedicado más de tres horas de emisión diaria en el horario triple A, varios misioneros de Green Peace, venidos de la costa azul, acamparon en la ciudad para cuidarlas personalmente. El alcalde ha declarado estado de conmoción y toque de queda entre las 12 y las 3 de la tarde, que es cuando salen a alimentarse de crispetas caídas.
Las palomas, finalmente, han elegido vivir en las ramas bajas de lo árboles, lejos del asfalto hirviente y del espantoso olor a carne y algodón sintético de los hombres.
[1]Una expedición de rusos, milagrosamente adinerados luego del desastre soviético, al desierto de Namibia, sorprendió a un grupo de elefantes detenidos en silencio, alrededor de un pariente muerto. Se les vio ahí, hechos roca, hasta bien entrada la noche y luego partir despacio, hacia la luna perdida, más allá de los oasis y las fuentes de agua. Algunos improvisados analistas sostenían que los elefantes tenían conciencia sobre la muerte. Que sabían que existían y que por lo tanto sabían que morirían algún día, en una de esas interminables marchas en busca de ramas bajas. Y que, como sabían esto, habían desarrollado un foso psicológico contra el duelo y la desdicha. Los miembros de la expedición, horas más tarde, ya en el campamento armado por el condecorado expedicionario egipcio que los llevó, entre ceibas inmensas que podían darle sombra a toda una tribuna de un estadio olímpico, llegaron a la maravillosa conclusión de que los elefantes tenían sentido del humor. Alguno de ellos, de paso por Europa, llegó a las grandes facultades de zoología con el nuevo descubrimiento, pero quién le creería, los rusos nunca han sabido mucho de elefantes.
[2]La luciérnaga se asoma a la fortificación del caracol antes de dar el alba y emitiendo una furiosa luminosidad logra confundir al viscoso inquilino, que asoma la cabeza, con la certeza del nuevo día, sólo para ser asesinado por el hambriento macho, que se lo lleva de a pedazos a su nido, en donde prepara riquísimos platos de los que pueden comer más de quince luciérnagas. Los machos tienen grandes alas que les permiten volar, las hembras, por el contrario, no pasan de ser un gusano enjuto y luminoso y son reducidas al elemental oficio de la reproducción y el cuidado del hogar. A pesar de eso se tiene noticia de que la última en gobernar el país de las luciérnagas fue una monumental hembra, de casi 7 cm. de largo, que haciendo uso de una inusual habilidad administrativa logró reducir el índice de muertes por difteria y desarrolló un muy eficaz método para el cultivo de los caracoles en descomunales granjas en lo profundo de la tierra.
··· Échale un vistazo, también te puede interesar..!
Estudio de la Javeriana saca ‘en limpio’ al Concejo Municipal
Últimos días del capitalismo, después no digas que no te avisamos
El MIO aplasta la fe en el progreso
Rio Killer, la ruta de los temerarios
¿Cómo ahorrar hasta 100 mil litros de agua con un orinal seco
El fantasma del desperdicio eléctrico