Por Patricio Almeida
Hay un bar en Madrid donde la puerta mide solo 50 cm de alto. Por extraño que parezca no es un recinto destinado a enanos ni a infantes. Ahí no se permite la entrada de mujeres y la de los mismos hombres tiene estrictas restricciones. En primer lugar, como lo obliga el tamaño de la puerta, hay que entrar gateando, gateando como un perro. Tras salvar este particular requerimiento el visitante se tropieza con unas escaleras estrechas y oscurísimas, que descienden bruscamente. Es recomendable, para seguir adelante, ponerse de píe. Ya se han sucedido hechos lamentables. Así mismo hay un letrero que indica que la administración no responde por los vehículos parqueados afuera del establecimiento, así que si usted llega a caballo, es recomendable que le haya pagado al animal un curso de defensa personal, ya que por el tiempo que usted permanezca dentro, el animal tendrá que vérselas contra todo tipo de climas, rufianes y acreedores.