Los mineros que llegan a la ciudad de Cali extrañan la protección de la corteza terrestre. Ya desvalidos, por fuera de toda lógica laboral regular, los recién reclutados ciudadanos buscan primos en primer o segundo grado. La familia virtual se materializa con las migraciones. Consanguíneos en varios grados renuevan su importancia estratégica para estos marines de las profundidades.
Hablaremos del caso de Salomón Cuasmayán que llegó en septiembre del año 2011 a la casa de su prima Camila, ubicada en el barrio Colseguros. Salomón venía de andar por las minas de Colombia 13 años. Como no pudo pronunciar bien el nombre de alguna que otra comunidad indígena chocoana, no podemos transcribir correctamente todas sus estaciones.
A comienzos de milenio llegó el municipio de Bagadó. La etnia Katío veía como se repartían sus territorios ancestrales con la misma lógica distributiva de una panadería: Hay pan para todos menos para el panadero. El resguardo Andageda escondía oro, moliddeno, platino y zinc. La compañía Anglo Gold obtuvo la licencia GEQ-09D que le permitía explotar 4495 hectáreas.
Los títulos mineros se entregan en áreas de suelo que la autoridad en la materia otorga en concesión minera por distritos y se ubican, en el caso del chocó, en Itsmina y Frontino. No muy cerca a esos lados andaba Salomón con Javier Nieto, de Marinilla, y Genaro Pataquiva, de Sutamarchán. Los tres estaban trabajando juntos desde hace 3 años, cuando tuvieron su edad de oro: en menos de 4 meses recogieron tanto del mineral que estuvieron sin trabajar todo el año siguiente.
Los nativos estaba temerosos de perder toda su esencia Katia. Así que cuando lo vieron llegar con otros 30 topos no se animaron demasiado. Los administradores de la mina necesitaban mano de obra foránea. La local se iba en lo que ellos llamaban “hienas” y la demás no estaba calificaba para los niveles de riego que exigían las aseguradoras fantasmas que estaban tras todo este movimiento de tierra. Una hiena es un minero, que por fuera del orden laboral entendido por los explotadores legales de la mina, espera junto a las retroexcavadoras a que el administrador autorice “la repesca”. Cada una o dos horas, a veces cada dos días, el hombre a cargo del brazo mecánico grita y los mineros, casi todos locales, acuden atraídos por el magnetismo del oro y esculcan en las sobras de tierra que dejan la pala mecánica.
Ese fue la última estación de la carrera minera de Salomón. La noche del 14 de noviembre del año 2009, actores armados sin identificar, incluso al día de hoy, llegaron disparando antes del amanecer. Salieron del monté que los rodeaba y tras la confusión inicial, a todos les quedó claro que era un ataque indiscriminado. Salomón y Javier corrieron hasta una quebrada que sabía llegaba hasta la playa, si se caminaba un buen tramo. Le dispararon en la pierna.
Bahía Solano fue su último puerto selvático. Regresó a Cali, tras ser dado de baja en el hospital. Tenía tanto miedo que decidió no regresar a las minas. Había estado en varios tiroteos, que se dan casi por sentado en las minas, pero jamás le había disparado a él. Adicionalmente, estando en el hospital, se enteró de la muerte de Genaro, al que encontraron sin cabeza flotando en el río.
Así llegó a Cali. Su prima intentó ponerlo varias veces en trabajos de limpieza o servidumbre pero Salomón simplemente no era un mamífero de esas costumbres.
Está claro que para Salomón devolverse a la selva no es una opción. Tiene la cuenta exacta de los motivos que lo obligan a regresar a la ciudad. El problema es la secuela psicológica que deja en su espíritu de trabajador. Es difícil volver a las jerarquías inmediatas de un mesero o un lavador de carros. Acostumbrado a trabajar 3 o 4 días, cuando mucho, no llega a comprender la jornada laboral caleña. Además, entre obtener ganancias inmediatas, sacando billetes de 42 mil pesos de la arena, y esperar un pago miserable cada 15 días… no hay que echarle mucha cabeza.
El mismo miedo a integrarse a los bajos fondos del sistema de pensiones solo era superado por su miedo de regresar al monte. No quería saber nada de esos manteles vegetales que escondieron a la tropa que le dio de baja a media docena de hermanos de oro, como se llaman los mineros que trabajan juntos entre varias veces en varias minas.
No estaba desanimado, sin embargo. Casi sin renunciar a su locura excavadora, Salomón acude por consejo a donde el ex esposo de su prima. Ella le guarda gran resentimiento al hombre, pero recuerda que se conocían desde antes, así que no lo considera como traición. El tipo es la persona más inteligente que Salomón conoce, de tal manera que no ve otra opción mejor a la hora de asesorarse. El tipo se llamaba Rubén Mendoza y hacía parte del cuerpo profesoral de un conocido Pre – Icfes de la ciudad.
Rubén se emocionó con los relatos de Salomón. Ya es vieja la costumbre que tiene el oro de dañarle la cabeza a los hombres. Así que Rubén se decidió a convencer a Salomón de regresar a la minería. Pero él no estaba en condiciones mentales para volver. “Yo soy minero hasta que me muera, pero yo al monte no vuelvo”. Rubén no se desanimó y le recordó que la tecnología les podía ayudar a encontrar oro, incluso en los alrededores de la ciudad, como por ejemplo en las minas ubicadas en las lomas tras el barrio Las Cascadas.
Sobra decir que tras varios días sumergiéndose en los socavones de carbón no hallaron absolutamente nada. “Esto no es zona de oro” le decía Salomón, quien siempre desconfió de los planes de Mendoza, al que sólo acompañaba en un comienzo porque no tenía ninguna otra ocupación.
Pero no se rindieron. Rubén acudió a la tecnología para resolver el problema. Tras consultar a algunos amigos que entendían del asunto, decidió alquilar un MAG 505, un magnetómetro que ayuda a la búsqueda del preciado metal. Rubén pensó que con la ayuda y la experiencia de Salomón no iba a ver ningún problema en encontrar una veta o una formación rocosa en la que encontraran, así fuera aleado, el elemento millonario.
Trazaron un mapa para no repetir ubicaciones y cubrir la mayor zona posible sin desgastarse en desplazamientos repetitivos. Salomón tenía un sentido más allá del magnetómetro. Decía que estaba seguro que en las lomas del oeste de Cali e, incluso, en la parte plana cerca de San Antonio y el mismo centro de la ciudad, cercano al río Cali y donde se urbanizó incluso antes de remover toda la tierra en busca de El Dorado. Ésa era la teoría de Rubén: Hay casas viejas y partes de los ríos de la región donde se podría buscar otra vez, hay oro que escondió la civilización.
Salomón y Rubén fueron vistos en pleno centro de Cali, por los alrededores del paseo Bolívar, rastreando el futuro con su aparatejo. Seguramente los que los veían pensaban que eran cazadores de tesoros y se habrán reído de ellos. La verdad era mucho más disparatada y lo fue incluso para ellos mismos cuando empezaron los trabajos de construcción de un tunal paralelo al río Cali, como parte de las 21 Megaobras. Detuvieron su trabajo y vieron como, día a día, se excavaba con la ayuda maquinaria pesada el margen el río, sin que nadie pareciera estar esperanzado en encontrar algún mineral valioso.
Cansados ya del ridículo, del que Salomón sentía más vergüenza que Rubén, deciden detener la búsqueda urbana. Rubén dice que se niega a consultar a “los expertos” ya que afirma que si alguno de ellos supiera efectivamente dónde hay oro ya lo estaría sacando él mismo. Salomón acepta continuar con la búsqueda, pero le hace prometer a Rubén que la próxima vez que un policía o un transeúnte los detenga y les pregunté qué están haciendo se identifiquen como guaqueros. No es tan loco buscar oro colonial como buscar yacimientos en una ciudad de 500 años y más de 2 millones de habitantes.
Termina por conseguir permisos, a través de la universidad, para adelantar trabajos arqueológicos en las haciendas de los alrededores de Cali, lo que les lleva un año de búsqueda en la que no encontraron nada más que los restos de lo que pudo ser un mosquete.
El trabajo de estos dos pioneros todavía está en pie. Ya dejaron la búsqueda, de momento, de oro en la zona urbana de Cali. Aunque Rubén sigue afirmando que regresará cuando tenga más dinero para invertir… ¿Qué tal que haya una mina de oro en el patio de su casa?
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