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El estafador de los zapatos de barro

Redaccion Caliescribe, 25 February, 2012

Agazapado en la recepción de una discreta multinacional norteamericana, Mariano Plaza espera a que el gorila que custodia el ascensor le dé una señal con la mano para seguir. Ha concertado, vía telefónica, una cita con August V. Callahan, gerente de proyectos de Tex American Colder, filial para Colombia y la zona andina de Sauber-Phillips Co. Mariano sustrae una caja de fósforos del bolsillo de su camisa y enciende un cigarrillo. El tipo de seguridad hace un puchero con la boca, indicándole un letrero en inglés que dice que no se puede fumar. Mariano no sabe inglés en lo absoluto, pero entiende la universalidad del cigarrillo sometido por una gruesa línea roja. Pide disculpas con una adorable sonrisa y apaga el cigarrillo en el piso de mármol ajedrezado. Sin que el negro lo note retorna el cigarrillo al empaque de donde lo sacó: al terminar la tarde tendrá suficientes motivos para fumárselo. Nota perturbado lo lustrosos que lucen los zapatos del negro, el par no puede bajar de $250.000, piensa. Estira los píes y mira los suyos: Impecables, betún y trapo esta misma mañana, sin embargo, la observación más complaciente delataría la vulgaridad de su origen. Toma un puñado de tierra de la matera que está junto al mueble donde se encuentra y lo guarda en el estuche de sus gafas. El monumental negro le indica con un dedo que puede seguir. Él se levanta despacio y tose. Pide un vaso con agua. El negro lo mira unos segundos y se dirige a un cuarto junto los ascensores, regresa con un vaso de plástico.  Ya en el elevador Armando esparce en la superficie alfombrada la tierra que tomó de la matera, agrega un poco de agua y revuelve con el dedo hasta formar lodo. Versace no hubiera podido afirmar si provenían de una boutique en Milán o de una barata de Calzado el Zar. La puerta del ascensor se abre en el piso 11, Mariano sale y entra a una oficina que custodian un par de bodoques. Adentro lo aguarda el señor Callahan, que al instante fija su mirada en los zapatos embarrados. Mariano se limpia la frente con un pañuelo, abre la boca con un gesto sereno e implacable:

                -Señor Callahan, no imagina la cantidad de barro que hay que sufrir para entrar al edificio- El tipo murmura algo avergonzado y presenta disculpas.

                 Pasados 20 minutos, Mariano se retira con un sincero apretón de manos y sale del edificio: calle séptima con 124, norte de Bogotá. Comienza su largo pero feliz regreso, debe caminar algo menos de 90 cuadras para llegar al apartamento del amigo donde se hospeda, en Chapinero. No tiene para el bus, pero ya tendrá suficiente para movilizarse de una forma más cómoda. Faltando unas pocas cuadras para llegar adonde su amigo enciende el cigarrillo que había guardado antes, es el último.

 Tres meses después, en Cravo Norte, un pueblo petrolero en los límites con Venezuela, Mariano es arrestado por dos agentes del DAS. Se le acusa de suplantación, receptación ilícita de recursos públicos y falsificación en documento público. Había dicho ser el representante legal de las comunidades nativas de las tierras a explotar y recibió dinero por parte de la petrolera por debajo de cuerda para dejar la tierra. Por supuesto, los indígenas no sabían nada de esto. Tomó una flota en el terminal con rumbo a Cali, donde lo agentes del DAS dieron con él, momentos antes de consumar su huída.

Sin embargo no se le pudo comprobar nada. Esta vez, como las otras, fue puesto a salvo por el sistema legal colombiano. Los peritos concluyeron que Mariano era diestro, sin embargo las firmas en el contrato fueron suscritas por un zurdo. La defensa alegó, además, inconsistencias procedimentales en la captura y ausencia total de pruebas, más allá del testimonio del directivo de la petrolera que le entregó el dinero. El Juzgado 005 Penal de Circuito de Bogotá D.C declaró inválido el proceso y fue dejado en libertad al día siguiente. El abogado defensor le sugirió una contrademanda a Tex American Colder, pero al afectado le pareció muy apresurado y decidió esperar, ya encontraría una ventana por dónde meterse.

Increíblemente logró establecerse de nuevo en Cali donde fundó una fundación que recibía dinero directamente de los países nórdicos, los cuales visitó, con invitaciones VIP. Trajo cuernos de Reno, acetite de Narval y otros productos que terminó subastando como “secretos de tierras lejanas” en un bazar que organizó con los Jesuitas para reconstruir dos pueblos en el centro del Valle, víctimas del invierno. En el verano europeo del 2005 fue uno de los únicos 4 habitantes de la isla francesa Caunette-sur-Lauquet y colgó un su perfil de Facebook una foto tocando acordeón con Yann Tiersen. El píe de foto decía: “Alternando con el compadre”.

Precisamente, por ese lado cayó. Tenía una causa penal abierta en el Municipio de Sincelejo. El investigador a cargo lo descubrió mirando fotos entre sus contactos. Aunque pensaron el hacer pedir la emisión de una circular roja, regresó por sí mismo al país, confiado en su buena suerte. Pero ésta había terminado. Las mismas técnicas que usó se le vinieron en contra. Fue grabado secretamente en video por la guardia indígena mientras vendía uno lotes en Piendamó.

Lo curioso, es que desde su sitio de reclusión, en la costa atlántica, sigue controlando una mafia de recolección de aportes internacionales, que no puede ser detenida porque es manejada por su supuesta amante, Amalia Rojas, que no presenta ningún problema penal demostrable. No es nada nuevo en el país donde robar un supermercado da 15 años de cárcel, y robar $25.000 millones solo 10.

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