Una de las mejores maneras de ahorrar dinero en la compra de la remesa, es asistir a los mercados campesinos, o mercados móviles. Muchos ciudadanos ignoran que esos mercados al aire libre aún existen y que, en muchos casos, están cerca de sus domicilios. Tal vez que la gente ignore que estos mercados existen se deba a que su presencia no es permanente: suelen abrir un solo día a la semana, por lo regular el sábado al medio día.
En la 10, en pleno centro de la ciudad, se encuentra un mercado que recuerda perfectamente las viejas costumbres. Un lugar que se detuvo en el tiempo, para bien. En el aún uno se puede encontrar esas personas con las manos llenas de tierras, de las que aún guardan el olor de la siembra recién recogida.
Para establecer un marco de referencia económica y hacer evidente la ventaja de comprar en ellos presentamos los precios de algunos elementos de la canasta básica en los mercados campesinos:
- 1 libra de mora, 1.000 pesos
- 1 libra de papa, 350 pesos
- 1 libra tomate de árbol 1000 pesos
- 1 libra de lulo 1300 pesos
- 1 libra de habichuelas 1200
- 1 libra de maracuyá 1300
Para María Pataquiva, vendedora de piñas, los mercados móviles campesinos han sido la salida a una drástica caída en las ventas que regularmente le hacía a un proveedor de grandes almacenes en Cali. Guiada por un programa de nuevos mercados sostenibles que brindó la CVC en Dagua Valle, muchos campesinos están regresando a la vieja práctica de la venta directa, que es la lógica fundamental de estos mercados móviles. Los mercados campesinos fueron pensados para darle a las barriadas de Cali acceso a un producto fresco y barato. No es gratuita su formación porque la municipalidad vio la fórmula para resolver dos problemas con un solo movimiento, beneficiando a campesinos del área rural y a los habitantes de la zona urbana que no estaban pasando, tal vez, por su mejor momento económico.
Volviendo a la estética prehispánica del trueque en los mercados muiscas o paeces, uno puede perderse entre el verdor de los diferentes tipos de plátanos, papas y cítricos algo que para nosotros es común, pero que pudiera ser un espectáculo para visitantes de tierras menos fértiles. Tal es el caso de Mark Truman, un inglés que llegó a Cali a trabajar en una multinacional y viene todos los sábados con su novia colombiana al mercado.
“No es tan extraño para nosotros el hecho de que la gente de las granjas vaya a las ciudades a vender las cosas que siembran, pero si ver tanta variedad de frutas y sobre todo de colores. Nuestras frutas no tienen tanto amarillo”.
Otra historia se encuentra en el mercado móvil del barrio Alto Nápoles, el cual ha sido ubicado junto a un polideportivo. Es una calle que parece haber sido bombardeada desde el aire. En muy mal estado, sostiene un número largo de carpas y puestos en los que las maravillas del campo se acomodan en mesones, canchos de carne, platones y costales. La gente acude por cientos y casi 3 cuadras están atestadas. ¿Un modelo exitoso?, sin duda.
Pero, ¿en qué basa su atractivo económico para la partes? En la eliminación del intermediario. Lo que, dado su éxito, dejaría un modelo de transacción que se podría imitar en otros negocios. Si bien hay una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas que en la ciudad de Cali venden sus productos directamente al público, no es un modelo comercial extendido y sostenido: los mismos mercados móviles han llegado a perder constancia. Lo cual se puede ver en la baja afluencia de campesinos en el mercado móvil que se organiza los sábados en Alto Nápoles. En ese lugar una cooperativa ha tomado posesión física de los andenes y media calle.
Sin embargo, a diferencia del mercado del centro, al preguntar por lo campesinos solo señalan a dos guambianos que viene directo desde Silvia a traer truchas y quesos, y a Don Omar, un habitante del corregimiento La Elvira, el cual se dedica a la venta de hierbas. Aquí la opinión de los vendedores es totalmente contraria a la que uno encuentra en el mercado de la 10, en pleno centro de Cali. Según los mismos vendedores algunos campesinos que se han organizado han logrado concretar precios favorables para sus productos y los están cediendo de nuevo a los distribuidores un lugar en la cadena productiva.
Visitando un tercer mercado móvil vemos que la tendencia se mantiene. Los vendedores afirman que ya rara vez ven a un campesino entre sus colegas. Ellos mismos reconocen que les sale más barato a ellos mandar las cosas con un distribuidor que venir a traerlos. Aunque estas afirmaciones contrastan con las hechas en el mercado de la 10, donde varios campesinos aseguraron vivir un buen momento económico y ser fieles seguidores del sistema.
Juan, un hombre de bigote severo que vende limones y guanábanas nos dice que para traer la mercancía contratan un camión entre varios, lo cual salva el principal obstáculo: el transporte. Uniéndose han logrado esquivar este obstáculo, pero para los campesinos que no cuentan con un grupo de apoyo, o hacen parte de una cadena de solidaridad, el negocio ya no pinta bien, debido al alza en los transportes.
“No sembramos todo lo que vendemos. En El Salado yo compro guayabas y mangos, porque a la señora que los siembra y ya no puede venir a la ciudad. Entonces yo bajo hasta la finca de ella y ella me los vende a un precio menor. Eso está igual desde que subieron el precio de la gasolina cada 6 meses. Los transportadores ya no rebajan de una cifra que uno muchas veces es lo que se hace en ventas, entonces uno se tiene que ingeniar otras ayudas o hacer acuerdos con otra gente, porque uno solo ya no puede”
Preocupante de todos modos, que una institución que presta servicios a la población en general pierda su sustento ético, el cual era el de poner en condiciones de ventaja a los campesinos y al público. El descenso en el número de campesinos que bajan es un indicador claro de el renacimiento de los intermediarios y los gestores de sistemas de transporte que dejan en manos de otros el trabajo del que siembra nuestra comida.
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