Cuarto concierto de la filarmónica de Cali
Por Lina M. Benavides
El viernes 16 de marzo, los asistentes al 4° Concierto de la temporada vivimos una jornada maratónica donde el contrapunto y la fuga hicieron y deshicieron una y otra vez las manos de los músicos y la atención del público. Uno de los genios más importantes del siglo XVIII Wolfgang Amadeus Mozart, fue traído por el maestro Irwin Hofman, quien nuevamente dejó al público con las manos extenuadas por las vivas.
El recital tuvo como primer acto la Sinfonía # 35 "Haffner" K 385; esta obra compuesta durante el período en el que Mozart por fin se encontraba alejado de sus padres, el arzobispo y los ciudadanos de Salzburgo, resultó ser la evolución de la sinfonía clásica.
El primer movimiento, el Allegro con spirito, apareció danzarín y excitado. Mozart había llegado con su belleza juvenil, su ímpetu, a hacer temblar los brazos, los pulmones y las manos de toda la orquesta. Tras la primera descarga, llegaron el Andante y el Minueto, cada uno haciendo apariciones histriónicas, llenas de vigorosidad. El Finale (el momento culminante de una obra escrita por un joven genio para quien su sino fue la revolución de la belleza) tomó en sus cuerdas la emoción del público y la pasó de un lado a otro, del violín, a la flauta, al clarinete.
Con las manos del director en alto, los aplausos aparecieron en ráfagas incesantes, que iluminaron la Sala Beethoven del Conservatorio Antonio María Valencia. Los asistentes no contuvimos la emoción, e igual de agotados que los músicos, sudamos por tantas ovaciones.
El Concierto para Piano # 20 en Re menor K. 466 fue un hermoso momento dramático, donde el violonchelo y el contrabajo se vieron a la cara tocando el mismo pentagrama, con una octava inferior de diferencia, sus arcos danzaron al unísono, mientras el piano brincaba presuroso en una fuga con su propio tema. Las apariciones coordinadas, como en una danza de aves, dejaron que cada instrumento brillara a la luz del gran Mozart. Los tres movimientos del concierto dejaron ver la rapidez y precisión del solista invitado, el maestro venezolano Arnaldo Pizzolante. Las fugas desprendieron las manos del resto del cuerpo, parecían ir solas siguiendo sus instintos, caminando de puntitas sobre las teclas del piano.
El público exhausto, se rindió de nuevo a los pies del solista y le dedicó no sólo su admiración, sino la pasión y el fervor de los aplausos compulsivos, epilépticos e interminables.
Para cerrar la velada, el maestro Irwin Hoffman presentó la Sinfonía # 41 K. 551, más conocida como “Júpiter” sufinis coronat opus, la última sinfonía compuesta por Mozart. Esta obra continuó con la temática del concierto, una noche donde todos los instrumentos fueron protagonistas, los sonidos cambiaron de lugar, de forma y se combinaron en una obra que expone el Ars Combinatoria en la sinfonía.
Los vientos, al principio de la obra hacen galas increíblemente victoriosas, donde el espíritu progresista pasa sobre el barroco y el estilo antiguo, lleno de energía y positivismo. Los cuatro movimientos de la obra terminaron con la gran fuga, el final más extraordinario que ha sonado esta temporada en dirección del Maestro Irwin Hoffman.
La apoteosis del finale está llena de motivos contrapuntísticos donde los seis temas de la sinfonía se unen y revelan su naturaleza: partes de la combinación ideal para una fuga electrizante.
Las manos del público, agitándose, moribundas de tanto esfuerzo, también hicieron su fuga, también siguieron pasajes interminables donde el director Irwin Hofman entró salió victoriosos una y otra vez. Una vez más, un excelente concierto, una gala emocionante donde la música vive más allá de su contenido acústico y se encarna en músicos, cuerdas, cobres, vientos y percusión. Una noche llena de Mozart, de genialidad y excitación.