¿De qué nos sirve un revolucionario petrificado? Para eso tenemos las estatuas de Bolívar en todos los parques.
Cada caleño puede llegar a sentirse herido por la sociedad tal como es y con todo el derecho del mundo a llegar a exigir bondades que considera naturales, derechos que considera inalienables y no hacer más que indignarse y protestar, en el mejor de los casos. Pues bien, indignarse no es suficiente. No lo digo yo, lo dice un grafitti en España, donde los indignados han ido despertando (y aún les falta) a una verdad sin mancha. Indignarse no basta.
Nadie creía por los días en que surgieron en las posibilidades de que algo despertara una movilización cívica masiva; pero una vez ocurrida la “movilización”, sentados a esperar, ocurrió lo que tenía que ocurrir, NADA.
¿Les parece injusto? ¿Juzgar tan rápido y tan a la ligera? Pues bien, son las nuevas protestas y marchas en la Madrastra patria las que tienen algo de verdadera promesa y no los asentamientos que se televisaron en todo el mundo. Son parte de lo mismo, dirán algunos, pero no son en absoluto iguales.
Estuvo muy bien que se tomaran unas plazas y se quejaran de los políticos, que se negaran a cualquier trato con ellos… muy bien… ¿y entonces? ¿La respuesta a sus problemas vendría del temor de los políticos? Noticias, estos son unos inconscientes. No pueden temerles señores. No les temerán a menos que actúen.
En Colombia necesitamos ciudadanos que no sólo habiten las ciudades y se quejen, necesitamos gente que se reconozca a si misma, como sujeto de derechos políticos y que intervenga, ejercitándolos, en el gobierno del país. La herencia del miedo a la política de los abuelos, el desencanto de los padres, y el reciente desencanto verde de los jóvenes no puede ser una excusa para volver a hacerse a un lado en política.
Menos en un departamento con el historial de gobernadores que tiene el Valle del Cauca, mucho menos con los resultados de las alcaldías de Cali, esas desvergonzadas locomotoras de la infamia, que han sacrificado a sus ciudadanos sin el menor recato.
INDIGNAOS, está bien. Pero “haced” algo. Si la moda que pudo calar en muchos jóvenes por las diversas pantallas tuviera un verdadero eco, ese eco debería deformarse para impactar la realidad. Así como lo hicieron desde el movimiento estudiantil. La movilización por respuestas a asuntos concretos es necesaria. Si no es posible ya que los ciudadanos simpaticen con los sindicatos y sus formas de asociación, pues bien que sea de otra forma. Pero Cali necesita que sus ciudadanos se muevan alrededor de los problemas, los visibilicen y exijan soluciones.
Lamentablemente no todos somos estudiantes, no todos los problemas vinculan de la misma forma que puede vincular una comunidad el problema de la educación o el racismo. Las gentes de la ciudad deberán producir, conscientes o no, nuevas formas de solidaridad, nuevos vínculos, digamos un nuevo imaginario, que les permita movilizarse, politizarse de nuevo. Entonces si, tal vez, volvamos a hablar de una ciudad cívica.