Caliescribe elabora una lista de las 7 costumbres menos cívicas del peatón promedio caleño.
1. Hablar por celular. En algunos países esta costumbre es prohibida y multada. El riesgo de accidente en los cruces peatonales, en las cebras, aumenta considerablemente por el factor distracción. Mientras alguien camina y habla por su celular suele estar sumamente irritable y puede reaccionar violentamente ante su choque con otro peatón, producto de su distracción.
2. También para los que caminan escuchando música a través de auriculares existe el mismo riesgo. Además, las mismas casas fabricantes de audífonos y reproductores de mp3 controlan el volumen máximo de salida de sus aparatos y muchas veces, incluso, le ponen límites de fábrica, recomendando no aislarse del mundo y ser moderado en el consumo de sonidos. Una persona que camina por cualquier calle, con el sentido del oído ocupado en su totalidad por la música, se expone, y expone a los demás, a los accidentes propios de esta distracción.
3. Arrojar basura a la calle. Esta clásica contravención a la higiene y el auto respeto no ha mitigado sus efectos en la ciudad de Cali. Muchas veces uno ve transeúntes que aún teniendo un tarro de basura al lado, arrojan simplemente sus desechos al suelo, sin la menor vergüenza. Es cierto que usted puede caminar cuadras enteras en Cali sin encontrar.
4. Comer mientras se camina: Hay que decir que no es usual, que por lo general, los peatones que uno puede ver en el centro de Cali o ya almorzaron o no tienen empleo fijo y se puede sentar tranquilos a almorzar donde sus madres o en corrientazos. Sin embargo, otros van con media hamburguesa en la boca, o masticando algo de pan, y dependiendo de la clase de alimento de la que se trate, van dejando un reguero orgánico tras de sí.
5. Conversar con otro mientras se cruza un puente puede ayudar a fortalecer las relaciones humanas entre los personajes involucrados, pero es también el escenario ideal para que se produzca eso conocido como “ira del caminante”. Esto sucede cuando alguien se ve atrapado tras un grupo de personas que caminan a muy baja velocidad y que, además, hablan entre ellos, mientras ocupan todo el ancho del puente. Las conversaciones no son ágiles, y además suelen tener carácter trágico o beligerante. Se reflexiona. Y usted, atrás, intentando evitar pedir permiso pero viéndose obligado a hacerlo. Gente más ruda, simplemente rompe el atascamiento con su inercia, y deja un reguero de contertulios tras de sí. No es de extrañar, que el sujeto B le pida al sujeto A que sostenga el paso hasta que el sujeto C finalice su intervención.
6. Los carros chocones. Algunos peatones, molestos por algún evento deprimente de sus vidas, o simplemente convertidos en trenes de carga por un afán particular (llegar tarde al trabajo o a una cita) no miden la dimensión de su propio cuerpo y atraviesan los andenes en línea recta, llevándose por delante ancianos y personas que van a menor velocidad, como si tuvieran un carril imaginario solo para ellos.
7. Ser atendido a la fuerza por vendedores de mercancías. Esto es poco usual en los centros comerciales del sur de la ciudad, pero en la zona céntrica es cosa conocida. Muchos vendedores emergen de sus locales y se atreven, incluso, a tocar el hombro del caminante mientras lo arrastran dentro de su negocio, casi que para forzarlo a comprar. Esta situación vulnera el espacio personal del peatón, algo que es parte de su intimidad y su honra.