Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
El amor pide estar lo más cerca y el mayor tiempo posible junto al ser querido. Y cuando esto no es posible, el amor recurre a diversas formas para llenar la ausencia de la persona amada.
La prueba de que Jesús nos ama está en que, cuando tiene que volver al Padre, no se resigna a dejar para siempre a los suyos. Y hallará entre las riquezas de su poder, la fórmula para permanecer con nosotros: el Gran regalo de la Eucaristía.(San Marcos 14, 12.22-26)
Si no hubiera otra prueba para demostrar la divinidad de Cristo, bastaría el de la Eucaristía. A ningún hombre se la habría podido ocurrir algo como esto: sujetar al infinito a la geografía mínima de una forma consagrada. Esto sólo cabe en el estilo del Hijo de Dios, que se hizo dos décimas de milímetro de carne en el seno de María por la Encarnación y se hace dos gramos de pan y dos gotas de vino en la Eucaristía.
Esta es la fe de la Iglesia Católica. Se basa en la Palabra revelada de Cristo. Lo asombroso es que creyendo esto los católicos le demos tan escasa importancia y tan escaso lugar en nuestras vidas. Es asombroso que, siendo ésta nuestra fe, menos del 10% de los católicos participen de la Eucaristía dominical. Que la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo de este domingo nos permita reparar tanta frialdad.