Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
Nos preguntamos acerca de lo que va a ser de nosotros y de la finalidad de nuestros esfuerzos. ¿Cuál es el destino de la historia dolorosa y apasionante de la humanidad? No debemos angustiamos por conocer cómo y cuándo sucederá el fin de los tiempos, ni preocuparnos por conceptos milenaritas que anuncian el final con fenómenos catastróficos.
El futuro está en las manos de Dios. Lo importante es que vivamos el presente en actitud vigilante, positiva y con esperanza. Hay que vivir “el hoy” con justicia y verdad para construir el auténtico futuro. Caminamos hacia la comunión con Dios. Mantengamos la confianza en que Él nos traerá alegrías, verdad, paz, nos traerá unas nuevas semillas, una canción de esperanza, una nueva posibilidad de fraternidad.
Antes de narrar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, el evangelio de San Marcos nos ofrece el discurso de Cristo sobre los tiempos finales. Es una mirada que abarca todo el tiempo que vendrá luego de su glorificación.
El tiempo que vivimos hoy y que vivirá la humanidad hasta el final. No hay que urgir detalles ni usar nombre propios. Son imágenes grandiosas, de alcance cósmico, significativas. (Evangelio de este domingo: San Marcos 13, 24-32). La venida del Hijo del Hombre no es una catástrofe cósmica, sino un hecho de salvación. Caminamos hacia un horizonte de luz y de esperanza en la comunión con Dios. No hay lágrima que no sea enjugada, ni sufrimiento que no sea acogido por nuestro Padre misericordioso.