
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Las ciudades se originan en asentamientos seguros para poder intercambiar mercancías, saberes, entretenimientos, historias e ideas, que se lleva a cabo en sus centros cuado crecen, principalmente en sus mercados. En nuestras ciudades y pueblos tradicionales esta vida urbana se concentra en su plaza principal, luego en las plazas de mercado y finalmente en mercados como la Galería del Calvario en Cali, todos estos espacios públicos.
Pero aun cuando subsisten en muchos sitios en Colombia, cada vez más son reemplazados por supermercados, centros comerciales o grotescos hangares, todos privados. Mas los centros de las ciudades, aun deteriorados, inseguros y abandonados por las clases altas, como el de Cali, siguen incólumes, animados e imprescindibles pues son los únicos espacios urbanos usados por todos los ciudadanos, lo que es muy importante para una verdadera democracia.
Sin embargo la gente va cada vez más a los centros comerciales pues hay donde estacionar y sobre todo donde caminar con placer y seguridad. De ahí que sea una buena noticia el anuncio de varios parqueaderos públicos subterráneos en Cali, algunos propuestos hace años (Los “parqueaderos” del centro, El País, 10/02/2005) y recogidos en el Plan del Centro Global, como los de la Plaza de San Francisco y el Parque de los Poetas, torpemente no incluido en la obra (que no “hundimiento”) de la Avenida Colombia (Por una ciudad-ciudad, El País, 28/08/2003).
Sólo falta que se amplíen los andenes, como se ha reiterado hasta el cansancio en la columna ¿Ciudad? de El País, para que oficinas, almacenes y, sobretodo, la vivienda, no sigan abandonando el Centro. Si saliendo de los parqueaderos no hay por donde caminar con facilidad, confort, placer y seguridad, es poco lo que se habrá logrado, pues la vergonzosa realidad es que ahora no hay por donde hacerlo como sería de esperar en una ciudad que se precie de tal.
En otras palabras, la regulación de las calzadas de las calles del Centro que llevan y salen de los parqueaderos propuestos, hoy de toda una gama de anchos, usando el espacio sobrante para ampliar los andenes, debería estar incluido en el diseño de los parqueaderos propuestos. Igualmente habría que relocalizar, en donde se recupere mas espacio para los peatones, a los vendedores informales, legalizando su trabajo pero conservando la animación que producen.
Y desde luego habría que incluir en primer lugar el estacionamiento debajo de las calles que rodean la Plaza de Caicedo, el más importante de todos por su localización central. Serviría a varios edificios que allí cerca carecen de garajes, y, “si Dios quiere”, permitiría hacer el atrio que perdió la Catedral, hoy vergonzosamente ocupado por carros, pues ni siquiera han sido capaces de hacer al menos un amplio “paso pompeyano” también ya propuesto.
Por último, hay que recordarle a las Autoridades Municipales que esos diseños deben ser concursos públicos de arquitectura, como lo reglamenta la Ley 80 de 1993 para la selección de consultores de diseño, planos, anteproyectos y proyectos arquitectónicos, y no asignados a dedo por los contratistas que liciten las obras, usando estratagemas auspiciadas por la Administración o las nefastas APP. Con los puentes “torcidos” y la Avenida Colombia ya deberíamos escarmentar.