Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
En cuanto trascurre la subida de Jesús a Jerusalén, Jesús forma a sus discípulos y responde la pregunta planteada por un desconocido. Esta era una de las preguntas más debatidas en la época: ¿Cuántos serán salvados? ¿Muchos o pocos?
En este pasaje de este domingo escucharemos una de las lecciones más bellas de Jesús sobre la mesa abierta del Padre para todos, mesa en la que el Dios del Reino acoge a todos los hombres y mujeres del mundo. Es verdad que este don es gratuito pero se requiere un compromiso claro, el de las exigencias que plantea el discipulado, para poder acceder.
Leamos el texto de Lucas 13,22-30: Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo: «Luchen por entrar por la puerta estrecha, porque, les digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
Con la fuerza del Espíritu, Jesús va sembrando la semilla de la Palabra en cada conglomerado humano para hacer de él un jardín en el que germina la vida en abundancia. Al mismo tiempo, con libertad profética se va aproximando a la ciudad en la que lo aguarda su destino y ni siquiera las amenazas contra su vida por parte del rey Herodes lo apartan de su camino.
En este camino Jesús responde con firmeza las preguntas y requerimientos que se le plantean. La pregunta tiene dos presupuestos: Jesús ha sido presentado en este evangelio como el “Salvador” y Jesús ha planteado exigencias fuertes que pueden llevar a pensar que la salvación es muy complicada.
Este esquema bíblico de un “Resto” de salvados de en medio de todo un pueblo pecador –el “el Resto de Israel- no solamente estaba presente en la historia de Israel y en la predicación de los profetas, sino también en la cultura religiosa de los tiempos del Nuevo Testamento y aún un poco después. Por tanto, que hoy coloquemos en primer plano el tema de la salvación, viene al caso. Es esto lo que en última instancia buscamos, todo debe apuntar allá; bajo riesgo de perder al final todos los esfuerzos. Todo debe estar encaminado hacia la salvación.