
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Los mercados dieron vida a las ciudades y ahora los centros de negocios las matan. Tal es el caso de La Défense en París. “Es un área triste porque es percibida atmosférica y emocionalmente solo como un distrito de negocios” dice el critico de arquitectura austriaco Wojciech Czaja, y tal parece que es un fracaso empresarial y que los parisinos piensan que no hay nada bueno para vivir allí. Por su parte, los que elaboran un nuevo plan maestro para el sector reconocen que es un concepto un “poco” obsoleto, pero los “desarrolladores” rusos creen que allí se puede crear ahora un Manhattan al “estilo francés” (G. Kantchev: The New York Times, 27/08/2013).
Lo que es evidente, basta con verlo, incluso sólo en fotografías pero sobre todo caminando por sus desolados y tontos espacios peatonales, es que La Défense, urbana y arquitectónicamente, deja todo que desear; es una acumulación sin vida de egos arquitectónicos que se ignoran entre sí. Solo se salva el Grande Arche de la Fraternité (1989), al final de Avenue de la Grande Armée, la que continua, al otro lado del Arc de Triomphe, la Avenue des Champs -Élysées. Es todo un acierto del arquitecto danés Johan Otto von Spreckelsen (1929–1987), completado por su socio francés Paul Andreu, quienes ganaron en un concurrido concurso internacional.
En Cali, el Centro de Eventos Valle del Pacifico, casi llegando a Yumbo, además de maltratar con su rebuscado nombre la lengua y la geografía, no ha “matado” la ciudad porque está en medio de sembrados de caña de azúcar, que se pretenden valorizar urbanizándolos, pero sí impidió que se “reviviera” el sector de la vieja Estación del Ferrocarril. All era claro que se ha debido emplazar usando las instalaciones abandonadas de la Industria de Licores del Valle, en pleno cruce de los dos ejes que ahora deberían estructurar la ciudad: el Corredor Férreo (Yumbo – Jamundí) y el Par Vial del Río Cali (Buenaventura – Palmira).
Es iluso (o hipócrita) creer que mas edificios de oficinas, codiciosamente altos y de muy pobre arquitectura, van a “renovar” el Centro de Cali, al que lo que la falta es reponerle la vivienda que lo abandono poco a poco (era lo que se pretendía con el Proyecto de Renovación Urbana del Sector del Hoyo – Piloto, de 1980), y hacerle andenes y grandes estacionamientos públicos debajo de sus dos plazas. Y relocalizar a los vendedores concentrándolos en áreas hoy inutilizadas, donde además tengan servicios, por los que desde luego tendrían que pagar, y bajo altas cubiertas que les den sombra, definiendo su espacio, como las hay en Caracas cerca de las estaciones del Metro.
El hecho tozudo es que mientras los mercados en todas partes y épocas han sido incluyentes y llenos de vida, y los hay muy bellos como el de San Miguel en Madrid o el Gran Bazar en Estambul, los centros de negocios son feos, aburridos, excluyentes y por las noches están muertos; como el Lower Manhattan o La Défense. O como el Centro de Cali, muy vivo de día pero totalmente muerto de noche, a lo que paradójicamente contribuye la Policía al cerrar calles para evitar que dejen carros-bomba cerca a los edificios públicos, pero disparando su inseguridad al impedir que haya animación urbana y circulación de carros. Es que una cosa es hacer negocios y otra construir ciudad.