
La salud física y mental de las personas está estrechamente relacionada con la duración de la jornada laboral, que se considera un elemento clave de la calidad del empleo y un indicador de trabajo decente, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En su informe Panorama Social de América Latina 2013, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), establece que mientras en Europa se trabaja un promedio de 37 horas semanales, en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, la jornada laboral promedia las 42 horas por semana.
Las extensas horas laborales mantienen gran relación con los altos niveles de informalidad existentes en Latinoamérica, pues según estudios se estima que los trabajadores informales trabajan un 6% más que los del sector formal.
En América Latina y el Caribe, los trabajadores informales de escasa remuneración y calificación también se enfrentan a una elevada probabilidad de tener que afrontar jornadas prolongadas, ya que deben luchar por conseguir suficiente trabajo para obtener ingresos dignos.
Otro aspecto que destaca el documento de la Cepal, es que en las últimas décadas la incorporación de la mujer al trabajo remunerado se ha incrementado en alrededor de un 20%, sin embargo, esto no se traduce en una mejora equivalente de la calidad.
Las mujeres perciben menores ingresos en prácticamente todas las ramas de actividad, grupos y categorías ocupacionales, así como en todas las categorías de edad y niveles de educación, además de que están más desprotegidas que los hombres. Las mujeres tienen una carga de trabajo semanal que ronda entre 73 y 83 horas, estas incluyendo las labores de ama de casa, lo que afecta seriamente su bienestar y mantiene un vínculo directo con la prevalencia de enfermedades como la angustia, depresión, estrés y ansiedad.
Trabajar demasiadas horas puede reducir el bienestar personal e incluso afectar la salud, por ello es necesario garantizar un tiempo adecuado para descansar.
Una cultura que ponga el valor de la vida por encima de los valores del mercado y la realización colectiva por encima de la competencia, debe contemplar al ser humano no sólo como trabajador y consumidor, sino también como individuo civil, como persona afectiva y como sujeto de realización personal e integración cultural, equilibrando su tiempo en tres instancias sociales imprescindibles: la personal, la civil y la productiva.
Todo aquel que trabaje 8 o más horas diarias y asuma el desafío de estudiar alguna carrera o curso, se dará cuenta rápidamente que el tiempo no-laboral del que dispone para eso y para el resto de sus actividades vitales suele ser realmente insuficiente, forzándolo a abandonar sus estudios o a hacer sacrificios que no todos pueden asumir para poder continuar.
Por otro lado, de forma creciente las tareas laborales son de índole intelectual en contacto con nuevas y sofisticadas tecnologías. Esto trae aparejado una necesidad de mayor capacitación (cursos, seminarios, etc.) que normalmente se suman al horario laboral. La lógica competitiva del mercado laboral actual no permite detenerse siquiera a aquellos que ya cuentan con un título, ya que los tiempos actuales exigen títulos y especializaciones más allá del nivel universitario o terciario.
En definitiva, la tensión entre la necesidad de capacitación constante con riesgos de quedar desactualizado o fuera del sistema laboral, y a su vez la necesidad de un sustento económico (horas de trabajo quitadas a la capacitación), traen aparejado un sujeto subyugado a serios riesgos biológicos (enfermedades nerviosas, stress, etc.) de la vida actual.
Los países europeos con jornadas medias más cortas –Holanda, Alemania y Bélgica– presentaron mayor productividad por hora trabajada que el resto. Refutando así que una jornada laboral más extensa da mayor productividad, pues al trabajar más horas, se tiende a disminuir el aprovechamiento que se hace de cada uno. Una mejora en la eficiencia (productividad) puede llevar a reducir la jornada de trabajo sin que se produzca una caída en la producción.
Es importante en Colombia, tener mayor productividad, eficiencia en el desempeño laboral y una jornada, acorde con el promedio mundial de los países desarrollados, que no supera las 42 horas. No es fácil, que los empresarios acepten estas nuevas reglas de juego propuestas, mientras no seamos competitivos laboralmente.