
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Cada vez que en Cali se afirma que hace falta mas espacio verde basándose en conceptos y estadísticas elaborados para otros climas, topografías y paisajes, se pasa por alto que si bien hacen falta pequeños parques de barrio, cercanos a sus vecinos, y andenes arborizados, lo que sobra en esta ciudad es espacio verde, solo que no lo utilizamos y ni siquiera lo miramos y casi ni lo vemos.
Las ciudades andinas, como lo es Cali, están al lado de altas y verdes montañas, y no apenas junto al mar o de anchos ríos como las europeas o norteamericanas. Casi todas las nuestras tienen su entorno natural arriba y en frente y no sólo abajo y en el horizonte; y en el caso de Cali, como si fuera poco, la ciudad cuenta con ambos: valle, río y montaña, y el mar esta al otro lado, sólo que no es fácil ir.
Hoy al lado del río Cauca, esta ciudad estuvo en su inicio entre sus dos Cerros Tutelares y al costado del Río Cali, pero ahora ya está abrazada a ellos y recostada a lo largo de la ladera de la alta Cordillera Occidental, y con otra, la Central, aun mas alta, al frente, al otro lado del valle.
Los cerros, pues, son sus componentes verticales y no los rascacielos como los de Manhattan en Nueva York, y por ello aquellos son importantísimos elementos de un paisaje en el que estriban las tradiciones, orgullo y arraigo de sus hoy escasos viejos habitantes, mas no de los muchísimos nuevos que sólo ven torres y puentes o añoran a Miami.
No hay muchas ciudades en el mundo con dos cerros enormes como los de Cali. Los bellísimos y extraordinarios morros de Rió de Janeiro (la ciudad mas bella del mundo) o los de Hong Kong son otra cosa. Como también los cerros extendidos de Santiago, Caracas, Bogotá o Medellín, o los incomparables volcanes y nevados que rodean y amenazan a Quito, para seguir hablando de las ciudades andinas.
El de Las Tres Cruces es un cerro imponente. Sus formas, colores, tonos, texturas y sombras son impactantes. Acompañado por el mas grande de Cristo Rey y por la gran cordillera atrás en la distancia, conforma un paisaje maravilloso cuando se ven por momentos los Farallones al final de este planísimo valle viniendo de la otra banda del valle.
Y el problema de las 33 antenas en las Tres Cruces no está en ellas sino en sus soportes. Hace años, para los 450 de la ciudad, se propuso algo como la torre de Collserola que concibió Sir Norman Foster, el famoso arquitecto inglés, para Barcelona, o la de Montjuïc, únicos soportes de antenas de esa ciudad.
La solución en Cali es por supuesto algo similar, ya está inventado, y no proponer tonterías, como hace un tiempo, que a alguien se le ocurrió que las antenas se trasladaran a la loma de basura de Navarro, donde no son posibles ni técnica ni financieramente. Podrían si, estar unificadas en un gran mástil en la Torre de Cali, como el ya desaparecido del World Trade Center en Manhattan.
Pero desde luego lo realmente grave son las invasiones que trepan por detrás del Cerro de las Tres Cruces, las canteras que lo excavan por abajo y la vegetación que no dejan prosperar los incendios de cada verano. Pero, mas grave aun, es que no entendemos el gran potencial ambiental y panorámico de los cerros y la cordillera para el trazado y las normas urbano arquitectónicas de la ciudad…y para su suministro de agua dulce.