Por Hector de los Ríos
Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
La Iglesia celebra este domingo, la consagración de la Basílica de Letrán, que es la catedral de Roma, símbolo de unidad de todas las comunidades cristianas. Un día como hoy, 9 de noviembre del 324 los cristianos, después de las persecuciones, dedicaron a «El Salvador» la Basílica de Letrán. La edificaron sobre el monte Celio. Es como la catedral del Papa. En ella residieron los sucesores de Pedro durante siglos y en ella tomaban posesión de su cargo.
Al profeta Ezequiel se le revela la extraordinaria fecundidad y eficacia de la fuente: llena de vegetación el territorio, sana el mar Muerto, hace que abunden los peces y que prosperen las gentes; los arboles frutales dan cosechas extraordinarias: el agua que viene de Dios sana y fecunda la tierra que recorre.
El Nuevo Testamento recogerá y llevará a plenitud la simbología: Jesús es el verdadero templo del que brota el agua viva del Espíritu por medio de la regeneración con esta agua vivificante y medicinal.
San Pablo describe la obra de la santificación con la metáfora de la «construcción». Esto lo lleva a concluir que el cristiano es un «edificio de Dios», levantado sobre un fundamento único: Jesucristo. En la construcción el resto del edificio se pueden emplear diversos materiales, de cuya bondad juzgará Dios, como el fuego «juzga» la bondad de los metales. De todos modos, el cristiano es una casa de Dios, un Santuario: recinto sagrado del Templo (de Jerusalén), dedicado exclusivamente al servicio de Dios. El templo material es signo de esta realidad espiritual que es cada cristiano. El Templo de Jerusalén era el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Sin embargo, los profetas insistieron incesantemente en que no bastaba acceder al templo y ofrecer sacrificios para ser agradables a Dios. Dios pide la obediencia y una vida moralmente recta y justa. Si el culto exterior no expresa estas posturas vitales, es vacío. Jesús se injerta en esta tradición profética de purificación del culto para la acción del futuro «Mesías» a este respecto. Los discípulos lo admiran por esto y rápidamente piensan que por este modo de comportarse tendrá que sufrir en la persona como Jeremías y los otros profetas.
Pero para el evangelio de Juan la acción de Jesús es más que un gesto profético de celo por Dios. Es un signo que prefigura y anuncia el gran signo de la muerte y resurrección de Jesús. Más que una purificación, lo que hace Jesús es anunciar la abolición del templo y del culto allí celebrado, porque ya el lugar de la presencia de Dios es el cuerpo glorificado de Jesús (ver Jn 1,51; 4, 23).