Por: Pedro Corrosivo
Quiero hoy, apreciado lector, aprovechar esta columna, que generosamente me brinda “Cali escribe”, para hacer un homenaje a aquellos que, a través de la historia, han dedicado buena parte de su tiempo a hacer poesía, dejándonos un mensaje, que con estilo picaresco, nos hace reflexionar sobre asuntos de la vida diaria que, por esas cosas del destino, parecieran ser escritas para esté presente que vivimos y/o parecen calcadas para describir situaciones o costumbres que, pareciera, se repiten invariable e inexorablemente a través de los tiempos.
Comencemos por el genial Hernando Martínez Rueda, llamado MARTINÓN (1907-1977) quien, inspirado, escribió para su época unos versos que cambiando nombres hoy serían de mucha actualidad.
Volverán…
(a la manera de …Bécquer)
Volverán los oscuros candidatos
Con discursos los votos a buscar
Y otra vez en la radio escucharemos
Los gritos de Gaitán……..
Pero Arango, Araujo y Echandía,
Mendoza, Galvis Galvis y Turbay,
Juan Lozano y Forero Benavides,
Esos… no volverán.
Volverán las tupidas muchedumbres
Las plazas y las calles a llenar,
Y otra vez en las tardes de elecciones
Los godos votarán.
Pero aquellas, las chusmas liberales
Que quince años hiciéronnos temblar,
aquellas que con López dialogaban,
Esas… No volverán.
Volverán los antiguos oligarcas
A querer a las gentes engañar
Seguirá con su Danza de las Horas
Brillando Calibán;
Pero mudos, absortos, de rodillas
Como leían la nota editorial,
Como han leído El Tiempo, desengáñate,
Así… no te leerán.
Del mismo autor transcribo esta otra histórica perla.
El computador de Minhacienda.
Para que el empleado no se venda
a los deudores del erario,
Un aparato extraordinario
Tiene instalado el Minhacienda;
su exactitud es absoluta
Y así la fama lo reputa.
Pero si yerra, y no es extraño
(tanto trabajo tiene el pobre)
que por tercera vez nos cobre
cuotas pagadas hace un año,
y alguna vez la renta bruta
como ganancia nos imputa.
Si un comprobante del 60
se nos exige cualquier día,
con el cacharro no hay tu tía:
o el duplicado se presenta
o el desgraciado se ejecuta.
Con este chisme no hay disputa.
La gente acude, por supuesto,
a los expertos tributarios,
lo cual, en forma de honorarios,
causa a su vez un nuevo impuesto,
si a que litigue y se discuta
un abogado se disputa.
Mas siempre falta y nunca sobra
en lo que al fisco se sufraga,
y el ciudadano paga y paga
sin llenar nunca al que le cobra,
y al capital de que disfruta
cada año un tanto se le amputa.
Mas si averigua el Presidente
su situación en el Recaudo,
el aparato amable y raudo
le comunica un excedente;
porque la máquina es astuta
sabe muy bien a quién computa.
Pues siendo el bicho juez y parte,
Y un alcahuete de primera,
Sirve de amparo y de trinchera
a los graduados en el arte
de atormentar al que tributa.
¡computador… Hijo de fiera!
Finalmente querido lector, va este último escrito del mismo autor, y después de leerlo, juzgue usted el parecido con nuestra bien amada patria.
Caconia
No es Caconia país subpolar como Islandia o Laponia sino bella región tropical: el hermoso país de Caconia.
Con dos costas y mares azules, más claros que el Jonio,
todo clima acaricia, todo fruto se rinde al caconio;
más no vive el caconio de los dones que brinda Natura
sino de robar limpia brisas o cualquier otro objeto de manufactura.
No hay parnaso en Caconia, ni musas, ni fuente heliconia;
sino un arte, caquear, es la flor y el placer de Caconia,
pues Caconia no es más que una vasta, una gran cacoteca
en donde hay que enrejar los bombillos y amarrar la caneca.
al llegar a Caconia las copas se van de los rines
o se erizan los pelos del resorte del Omega o Longines.
Por la calle, en Caconia, refunfuña la gente con cierta acrimonia
por que no hay albañal que conserve su tapa en Caconia;
y sostienen los Caconílogos que no es embeleco,
que se roban la tapa y vuelven después por el hueco.
y no hay cárcel, panóptico, fortaleza, prisión o colonia
que pudiera guardar tanto Caco como hay en Caconia.
El Caconio es famoso en Taiwán y temido en Estonia,
como toda la prensa mundial a la vez testimonia,
porque roba una aguja sin ojo, una brocha sin hebra.
un Caconio dejó sin botones de timbre a Ginebra,
y robaron los hilos de la luz, cierta noche, en Osaka,
dos Caconios: un Cacon varón y una caca.
Todo Caco del mundo quisiera vivir en Caconia
porque allí es un Brahmín, es un lord, un Medina Sidonia;
y como es Palestina al sionista y Ucrania al cosaco,
es Caconia la patria ideal de cualquiera que es Caco.
es lo más natural que se sienta en su casa todo caco en Caconia
como crece feliz en mitad del pulmón la pulmonia.
Y la acción más Bolonia, y la más infantil ceremonia,
es poner contra un caco un denuncio por robo en Caconia;
porque el juez, que es Caconio, a la vez tan cabal como probo,
suelta el caco en razón de que el caso fue de hurto, no robo.
fuero igual no tuvieron siquiera los zares:
porque al caco, y es claro, en Caconia lo juzgan sus pares.
Y ya para terminar y no cansarlos, les transcribo un pequeño verso que me envía mi buen amigo Corrosivo, que como él dice:
“Hace referencia a los pobres Banqueros, que como todos sabemos, viven en tremenda situación, casi siempre en estado de inanición.”
“En antaño eran los pillos
que nunca los hubo mancos
colocados en banquillos
Y hoy, están colocados en bancos"