Santos todavía no cumple un año de su segundo mandato, y los ciudadanos ya muestran una insuperable fatiga con su gobierno. En la última encuesta Gallup, sólo el 28% aprueba su gestión. Esto coincide con que el 65% de los encuestados considera que las cosas en el país van por mal camino. De este pesimismo se salva un estrecho 22%.El nuevo Ministro de Defensa en medio del terrorismo, los asesinatos, los desastres ambientales que han causado las Farc; habla del postconflicto. Cuando lo interpelan sobre el hecho de que nadie lo ve fuerte o radical contra las Farc, dice que no lo verán así jamás, porque él respeta la pluralidad de opiniones. ¡No son opiniones Ministro, es terrorismo! Soldados y policías asesinados con plan pistola, comunidades sin luz y sin agua por atentados…
El nuevo Ministro de la mano de seda, del respeto a la pluralidad, ataca la oposición y amenaza a la fuerza pública. Y con el país asediado por el terrorismo, dice que su mayor preocupación será la seguridad de las Farc. Parece un chiste.
Si los diálogos terminan bien, la prioridad del país debería ser observar que las Farc cumplan. Que esta negociación no sea sólo un papel, sino que las Farc abandonen el lucrativo negocio de las drogas, la minería ilegal y la extorsión. Si cumplen, el mayor reto será que ningún otro grupo delincuencial se apropie esos negocios. De lo contrario, pasaremos de una sigla a otra, y la situación de violencia se mantendrá.
Para este gobierno es más importante un grupo de 30 mil terroristas, que los 50 millones de colombianos; es más significativo ser violento, que ser buen ciudadano. Esta subversión de los valores causa daños de muy largo plazo. Un gobierno más interesado en complacer a las Farc que a los ciudadanos será demasiado largo, como largas serán sus consecuencias.