Por: Emilio Escobar
Es suficientemente conocido por la opinión pública el fenómeno de la contratación estatal y las artimañas que se utilizan para favorecer a algunos burlando las leyes, la objetividad, la moral y la ética.
Desde la concepción de un proyecto, útil o no, se comienza a urdir el plan que ha de concluir, por lo general, en un inmenso negociado del cual se benefician funcionarios y contratistas deshonestos. Los pliegos de condiciones se llenan de requisitos para que solo los ungidos puedan calificar; se establecen especificaciones anormalmente altas que después, durante la ejecución de la obra, no les son obligadas a cumplir, pero sí se facturan como de excelente calidad; se exigen condiciones de experiencia y conocimiento pero al final, aquellos que incluso conforman empresas unos días antes de participar en el juego licitatorio, son elegidos mientras se descalifican a los que pudieran tener un desempeño exitoso en su realización; se dan a conocer, desde mucho tiempo antes de la apertura de la licitación, condiciones especiales que, a los futuros favorecidos, les permite obtener mejores condiciones de adquisición de materiales y equipos, mientras que los demás participantes los deben conseguir, en tiempos generalmente cortos, con proveedores corrientes sin las mejores condiciones económicas.
Las firmas elegidas, para cumplir con los contratos estatales, terminan poniendo en manos de subcontratistas no calificados la ejecución de importantes obras de urbanismo o de servicios públicos, con los consecuentes perjuicios para la comunidad por su caótico desempeño, su desorden y falta de planeación. Traigo, como caso específico, el interminable proyecto de cambio de redes de acueducto y alcantarillado de la calle 44 norte. Su tramo comprendido entre las avenidas cuarta y sexta del barrio La Flora, ha sido el más fiel ejemplo de desgreño, falta de planeación y de recursos humanos y técnicos. Con una longitud no mayor a cuatrocientos metros, solo merece el apelativo de “megaobra” por el inconcebible tiempo de ejecución, pues hace más de nueve meses y medio la iniciaron y aún falta mucho para su culminación y entrega.
Poco les importa al alcalde y a contratistas las molestias, inconvenientes y pérdidas económicas de los vecinos y transeúntes. Han mantenido cerrada por meses, en forma innecesaria e ilógica, la intersección de la citada calle 44 con la avenida cuarta norte, ésta última vía diseñada como interna de un barrio residencial, convertida por obra y gracia del alcalde Ospina en “importantísima” vía arteria, utilizada por gran cantidad de rutas de buses locales e intermunicipales que han quitado la tranquilidad del sector y deteriorado el pavimento hasta convertirla en una trocha “acaba-carros”. Esa intersección, que pudo haber sido trabajada y restituida en breve tiempo, ha permanecido en los últimos meses como un tapón que impide el paso en el sentido Norte – Sur de esta avenida cuarta, obligando a utilizar la calzada Sur-Norte como una absurda doble vía, requiriendo varios turnos de guardas y reguladores de tránsito, con un gran costo para el municipio y que podrían estar prestando su servicio en otras latitudes necesitadas de control de tráfico.
El pasado viernes 20 de mayo se programó un corte del servicio de agua para incorporar a las redes de EMCALI las nuevas tuberías de la calle 44 norte, desde las 8 AM, con hora de reposición del fluido establecida para el sábado 21 a las 8 AM, o sea, veinticuatro horas para realizar los empalmes. Sin embargo, preocupado por la larga falta de agua en el sector de mi residencia, nueve horas después de la fijada para reposición del vital servicio (hacia las cinco de la tarde del sábado), me dirigí al extremo de la citada obra en la avenida sexta y llamé la atención de un supervisor de EMCALI que estaba a cargo de la revisión de trabajos, a quien pregunté por el tiempo que tomaría la normalización de las redes. Muy preocupado me informó que todo el retraso se debía a la incompetencia del contratista que ejecuta la obra. Me hizo énfasis en la defensa de su empresa de servicios públicos y se quejó de la situación que se estaba viviendo en estas épocas, recalcando que mientras en EMCALI había fontaneros, plomeros, retroexcavadoras y compresores con martillos neumáticos completamente desocupados, los contratistas del municipio de Cali trabajaban con personal no calificado, sin equipos especiales y con una pésima programación. Me relató que en el trabajo específico de la calle 44 iniciado el viernes 20 de mayo, sólo hasta una hora después de haber cerrado válvulas para suspender el fluido, los encargados por parte del contratista iniciaron la medición de las tuberías y bridas para realizar el empalme, lo cual debió estar listo desde días antes. Igualmente, me expresó que, trabajos que las cuadrillas experimentadas de EMCALI realizan en tres o cuatro horas, los contratistas del municipio gastan entre nueve y diez horas. También me contó que en una ocasión encontró a unos trabajadores del contratista excavando a mano un tramo que debía hacerse con máquina; en su carácter de revisor técnico de la obra por parte de EMCALI, preguntó al encargado por el equipo mecánico y recibió, como respuesta, que “los precios de su contrato no daba para la utilización de máquinas”. En conclusión, las firmas que suscriben gigantescos contratos con el Estado, subcontratan a precios irrisorios a pequeños ejecutores para poder contar con un gran margen que finalmente reparten con funcionarios, interventores y otra cantidad de “vividores” de los dineros públicos.
El servicio de agua en mi barrio fue finalmente restablecido a las ONCE de la noche del sábado, QUINCE horas después de lo programado. Y…. ¿a quién le duele?