Nuestra Palabra.
Por Fabio Rodriguez
Ningún ciudadano, habitante de esta hermosa villa, puede excusarse de pensar hoy en su ciudad y menos ahora, cuando la marea de los problemas asciende incontenible y ninguno de nosotros podrá evadir la responsabilidad de expresar su palabra, nuestra palabra. Razón tenían los antiguos al afirmar que quien piensa habla y quien no lo hace es inútil que afirme que ha pensado. Obligados a expresarnos, estamos asumiendo esta tarea con la convicción de estar prestando un servicio a la comunidad. Es decir hemos optado por ser su palabra, la palabra de aquellos que requieren de alguien que exprese sus muchas inquietudes.
Cuando hablo de “Nuestra Palabra” quiero que se me entienda claramente por cuanto es importante rescatar el sentido pleno de los vocablos; en tiempos pretéritos “Palabra” era fundamentalmente “Acción” y “Creación”, ella generaba daba vida, ponía en movimiento, arreglaba dificultades, en fin era el maravilloso instrumento para rescatar del caos lo que era rescatable o para, ordenándolo, colocarlo al servicio del hombre.
Meditando sobre lo anterior, me atrevería a pensar que, bajo tal concepción, lo que nos ha faltado es decir las cosas y hacerlas. Pareciera que la ciudad se llenó de voces y de sonidos y que se ha quedado en eso y no ha dado paso a la acción regeneradora de la que, con urgencia tenemos necesidad. Por lo anterior y a mi juicio, se hace necesario contraponer al populismo y a la demagogia de hoy la dialéctica de la acción.
En nuestra ciudad de Cali, casi que espontáneamente se ha levantado un movimiento de “Liderazgo Colectivo” que nos ha llevado a aceptar- a tener que aceptar- que solo la acción conjunta y coordinada podrá ser elemento eficaz en la reorientación de los procesos sociales en que estamos inmersos. Es esta verdad del “Liderazgo Colectivo” la mayor enseñanza con que nos ha enriquecido el tiempo que vivimos. Y aquí recuerdo las sabias palabras de mi abuelo cuándo decía.
“Cuán cierto es que la bonanza no enseña al hombre, ella tan solo se añora cuando se ha perdido, los grandes maestros son la necesidad, la urgencia, el desasosiego, la inseguridad, el peligro, el interrogante. De ellos brotan el ánimo presuroso y la capacidad de actuar.”
Pero si bien, esta realidad de Cali nos preocupa y nos angustia con toda razón, ella misma es, hoy por hoy, la propulsora del optimismo y de la responsabilidad. El Liderazgo que estamos emprendiendo se basa precisamente tanto en la capacidad y la visión de futuro que poseemos, como en la dimensión del peligro que afrontamos.
Por consiguiente, el movimiento “Unión Cívica por la Comunidad” que venimos auspiciando un grupo de ciudadanos a los cuales esta ciudad nos late en el pecho, está haciendo desaparecer todo sentido de caudillaje para hacerse presente el signo inevitable de la modernización social en el liderazgo compartido. El hecho es que no podemos repetir hoy el nostálgico e inútil enfrentamiento de un solo Quijote que “desfase entuertos” imaginarios ante molinos reales. Necesitamos de él su espíritu de servicio; pero hemos de procurar – ante una ciudad que ha multiplicado sus conflictos – ampliar con urgencia el número de quienes sean capaces de afrontar el porvenir.
Estamos entonces con este movimiento, configurando un cuerpo de reflexiones que seguramente habrán de encontrar su eco primero, en nuestra ciudad y después, ¡ por qué no!, en el país entero. No estamos dispuestos a cometer la miopía de la autodestrucción, ni a ejercer el fácil canibalismo que caracteriza a algunos sectores de la dirigencia que encuentran menos riesgoso minimizar a sus aliados, quizá porque les sobrecoge enfrentar a sus propios enemigos.
En “Unión Cívica por la Comunidad”, nos distinguen la honradez, el compromiso, la decisión de ver claro, la constancia, el deseo irrenunciable de éxito, el respeto a los valores fundamentales, la vocación por propiciar una dignidad más real de la persona humana y junto a ello el “coraje que no se puede disimular puesto que es la única virtud que escapa a toda hipocresía”.
La nuestra es una ciudad en proceso de cambio, una comunidad que intenta encontrar su forma adecuada de vivir, lo cual se traduce en problemas que cuestionan plenamente su estructura económica, sus valores culturales, sus formas de organización política. Vivimos momentos de cambios radicales, es decir de cambios que tocan y afectan las raíces mismas de su orientación. Hacia adelante nadie podrá decir que Cali es su pasado; algo ha cambiado en estos últimos años de una manera tan irreversible que difícilmente podrán solucionarse los interrogantes de hoy y de mañana con modelos del ayer. La aglomeración urbana, los modelos de civilización industrial, la tecnología que en su avance cambia radicalmente las formas del trabajo, han hecho variar significativamente los valores espirituales y culturales de nuestras gentes. Pareciera digo yo, que el sentido de vivir hubiera perdido para muchos su significado por escasez y para otros por exceso. Este a mi juicio es el factor que hace que esta crisis que se vive tenga la profundidad que otras no han tenido. El verdadero detonante no está en la dolorosa realidad de la guerrilla, o de las hoy denominadas “Bacrim”, No. ¡Está sí, en la trágica presencia de gentes para las cuáles no hemos permitido que se abra el camino de las oportunidades, circunstancia que viene siendo aprovechada por los politiqueros de turno y/o por los agitadores de las nuevas minorías políticas.
Hoy, y esta es una de las tesis centrales de nuestro movimiento Cívico, se impone trabajar muy duro por lograr el desarrollo social de los menos favorecidos por cuanto si tenemos la voluntad y la visión de propenderlo, puede llegar a ser la clave buscada para la salvaguarda de la Democracia. La Paz Social, tan anhelada por todos nosotros no se logrará en el desempleo. ¿Cómo exigir un adecuado ordenamiento civil, allí donde solo ejerce la miseria? ¿Cómo inducir credibilidad social, allí donde solo impera la urgencia de la subsistencia? ¿Cómo predicar valores allí donde el Darwinismo social ha sentado sus reales?
Nuestra ventaja en este nuevo movimiento cívico, al que, Sr. Lector lo invitamos respetuosamente a unirse, consiste en que somos amantes de la libertad y de la justicia y ellas, mientras logren abrirse camino, son la única garantía de salvación.