Por Vinci Andrés Belalcázar Yabur
Vivir a principios del tercer milenio en Cali dicta duras condiciones de supervivencia a los ciudadanos. Las familias cada vez más pequeñas o fragmentadas ya no pueden contar con la solidaridad de los abuelos y otros familiares para la crianza de sus hijos. La mujer trabaja de sol a sol como el hombre y los niños crecen en la soledad, la incomodidad o el abandono.
La mamá de Catalina (nombre cambiado) vende moñas, ganchos y cepillos en un anden del centro de Cali; a eso de la una el padré de la niña sale como un volido para el colegio, la recoge y la lleva en su cicla al pequeño negocio de la madré y se despide, no hay tiempo, puedes perder el empleo. No tienen tiempo para nada, en la noche llegarán al cuarto de pensión donde viven tan casados que hasta el placer de ver la novela en el televisor comunitario será pesado.
Catalina pasa la tarde a la sombra del puesto de su madre, hace sus tareas, ve pasar un millon de pares de zapatos, y aveces se abraza soñolienta a la madre que ofrece sin parar ¡el cepillo, las moñas, los ganchos para el pelo!
“La niña no viene siempre conmigo, en ocasiones la cuida la tia, lo que pasa es que cuando la tia trabaja no tengo con quien dejarla”. Dice la madre nerviosa.
Las calles de Cali estan llenas de trabajadores informales que cargan con sus hijos a diario, no quieren dejarlos sólos en casa o a merced de los extraños. Los niños crecen estudiando, jugando y aburriendose. ¿Qué opciones les damos?
Soraida y Victoria pasaron la tarde del viernes leyendo cuentos de hadas mientras su madre, una recicladora tenaz, clasificaba los materiales que le compran en este centro de acopio.
Foto: A.B.
¿Por qué llevamos los niños al trabajo?
- Muchos padres no consiguen cupos en los jardines del ICBF.
- Algunos padres no tienen familiares que puedan cuidar de ellos en casa.
- La mayoria no puede pagar un jardín todo el día.
- A muchos padres quieren estar más tiempo con sus hijos, no sólo verlos a la hora de dormir.
Hablan algunas madres:
“Soy una madre que se retiro de trabajar por maternidad, crei que si esperaba que mi hija creciera un poco y fuera mas autosuficiente podria volver a trabajar dentro de unos años. Hoy mi bebe tiene 2 años y la meti a una guarderia y a cada rato me pasa algo que me hace salir corriendo del trabajo y regresar a cuidar a mi hija a mi casa.”
“Las guarderias no aceptan a los niños cuando se enferman, puede ser sólo una fiebre, y es allí donde una necesita más apoyo, por que si dejo de trabajar ¿quien paga la droga y la comida?”
“Creo que como mujeres que tenemos que ser trabajadoras y a la vez madres todavia falta mas apoyo para que podamos trabajar y ser productivas, y que al mismo tiempo nuestros hijos sean bien cuidados y no sean un problema cuando no tienen guarderia.”
“Yo no tuve problema convinando la labor de madre y trabajadora, mi sueldo alcanzaba para pagar la guarderia y el transporte. Lo que si ocurre es que los hijos crecen muy independientes y ya una no es la confidente, la mejor amiga, sólo una figura de autoridad y no es tanto el cariño.”
Responde una profesora:
“Como educadora que trabaja en una guarderia siempre pienso que tenemos que anteponer las necesidades del niño y por eso cuando vemos que esta enfermo…siempre se llama a los padres. Aunque trabajo en una guarderia, si mi niño esta enfermo no lo llevo e intento arreglarmelas entre mi marido, mi madre y yo”.
Los afortunados que pueden dejar a sus hijos al cuidado de sus abuelos u otros familiares, saben que estan perdiendose la crianza de sus hijos. Pero la tendencia es a que las familias sean cada vez más pequeñas, familias nucleares (formada por la madre, el padre y su descendencia) a la par de las preocupantes cifras de madres y padres solteros que la tienen más dificil.
“El 65% de las cerca de 50.000 adolescentes que resultaron embarazadas en Cali en el periodo comprendido entre los años 2003 y 2010, están dentro del rango de madres solteras o que su relación con su pareja no alcanza los dos años.” Secretario de Salud Municipal
Nuestra sociedad se ha pensado soluciones parciales para el problema; pero el fenomeno no se presta a soluciones sencillas. Nadie puede dar marcha atrás en la desconposición familiar y no hay voluntad política para legislar a favor de un modelo de trabajo con horarios y pagos más justos para que los padres no sean más esclavos. Para los informales es aún peor: no hay jefe al que reclamarle. Sólo la policia que los asedia.
Es viernes y las luces de los carros iluminan el cuadro, una niña sentada en el carro de comidas rapidas espera a que la suerte y la buena maña de su padre la lleve con bien al otro lado de la quinta.
Irresponsabilidad e inconciencia. Dos segundos en el carril equivocado costarian cuatro vidas. Es el final de la jornada, la realidad de quienes trabajan con la miseria mordiendo los talones. Y por que no decirlo: con la natalidad alborotada.
Tras la fuerte tensión del día a día, la presión de la fuerza publica para desalojarlos y la inseguridad rampante los padres como sus hijos, resisten.
En los tiempos que corren, con tantas madres y padres solteros, donde los nucleos familiares se han hecho más pequeños y la solidaridad y la confianza escasean, resulta imprescindible el contar con sitios seguros en donde dejar a los niños pequeños mientras los padres trabajan. Por eso las guarderías infantiles se han constituido en un recurso indispensable.
Las guarderías infantiles garantizan su seguridad, una nutrición apropiada, los estimula correctamente en la interacción, favoreciéndose así su proceso de socialización. Pero todas estas ventajas pueden desaparecer cuando las cosas no se hacen bien, cuando quienes manejan las guarderías no lo hacen con un verdadero profesionalismo o cuando sencillamente no hay cupos para tanta gente.