
Nicolás Ramos G
Ingeniero Civil , ex gerente de Emcali y ex Presidente de la SMP
Santiago de Cali, pequeña población de 12.200 habitantes a principios del siglo XX, donde todas las casas tenían un patio central y otras un solar con árboles frutales u ornamentales que les daban un ambiente fresco. Posteriormente los nuevos barrios fueron diseñados con casas que tenían ante-jardines y andenes con zonas verdes para sembrar árboles. La arborización de la ciudad fue uno de los objetivos para la celebración del IV Centenario de su fundación, labor que adelantaron Ciro Molina Garcés, Nicolás Ramos Hidalgo y el Inspector General Urbano, Alberto Riascos Plata. Ojalá la ciudad tuviera hoy varios Inspectores Urbanos iguales a él con su celo por el ornato y orden de una ciudad que se hincha en total desorden, o sea, sin la indispensable planeación de largo plazo. Hay obras que toman más tiempo en su estudio que en su ejecución.
Los árboles, además de contribuir a refrescar el clima, evitan que el asfalto y el cemento almacenen e irradien el calor por la noche y algo muy importante, absorben el monóxido de carbono de la atmósfera, que va en aumento debido al crecimiento del parque automotor, una de las causas del calentamiento global que amenaza nuestra existencia y perjudica la salud, causando muchas de las enfermedades respiratorias que cada día afectan a más personas. Los árboles dan a calles y avenidas sombrío, creando un microclima adecuado para los climas cálidos y aportan máxima belleza en sus periodos de florescencia. Las zonas verdes de los ante-jardines y parques contribuyen al reciclaje del carbono y dan además sensación de frescura.

Entre más se edifique en zonas de cobertura boscosa, más se incrementa el caudal y rapidez con que las aguas lluvias llegan al alcantarillado, motivo de muchas de las inundaciones en las zonas bajas de la ciudad que no drenan por gravedad. Es algo similar a lo que viene ocurriendo en muchas ciudades del país con las grandes avenidas de sus ríos y quebradas por el desmonte de sus cuencas hidrográficas.
Por lo anterior, la ciudad necesita miles y miles de nuevos árboles y conservar la mayor área de zonas verdes, que infiltran parte de las aguas lluvias y aportan de manera significativa a la calidad de vida en la ciudad. Reiteramos la urgencia de una planeación de largo plazo, 20/40 años, que son días en la vida de una ciudad y que no cambie con las improvisaciones corto placistas de cada nueva administración. Sin una planeación de largo plazo, solo aumentará por doquier el desorden con sus cada vez mayores problemas.