VIDA NUEVA
Evangelio: san Mateo 4, 12-25: « Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y curando toda enfermedad»
Como sabemos, el Papa ha declarado el Domingo III del T.O. como Domingo de la Palabra en el marco de todo este año, el año de la Palabra. Celebremos, por tanto, de forma más cuidadosa este Domingo…
Domingo tras domingo -día tras día- la Palabra de Dios nos va interpelando a los cristianos de hoy, por boca de Isaías o de Pablo o del mismo Cristo, para que también en el mundo de hoy podamos realizar con eficacia la misión que Jesús inauguró. A veces la Palabra nos anima, otras nos interpela y juzga, o nos urge a la «conversión», como Jesús lo hace en este tercer Domingo del tiempo ordinario del ciclo A, en sus primeras palabras en Galilea.
Hoy empezamos a leer el evangelio de Mateo, que nos acompañará como guía de nuestro camino cristiano hasta el fin del año. Empezamos con el capítulo 4 de Mateo, saltando los primeros, los que nos cuentan la infancia de Jesús, que ya hemos leído en el Adviento y la Navidad.
Meditemos con un Padre de la Iglesia
“… Pedro y Andrés abandonaron sus redes para seguir al Redentor a la primera llamada de su voz… Tal vez alguno se diga por lo bajo: Para obedecer a la llamada del Señor. ¿Qué pudieron abandonar estos dos pescadores que no tenían casi nada? Pero en esta materia tenemos que considerar las disposiciones del corazón más que la fortuna. Deja mucho el que no retiene nada para sí; deja mucho el que lo abandona todo, por muy poco que sea. Nosotros conservamos con pasión lo que poseemos, y tratamos de conseguir lo que no tenemos. Sí, Pedro y Andrés dejaron mucho, puesto que tanto el uno como el otro abandonaron hasta el deseo de poseer. Abandonaron mucho porque al renunciar a sus bienes renunciaron también a sus ansias. Siguiendo al Señor renunciaron a todo lo que hubieran podido desear de no haberlo seguido.
Que nadie, pues, se diga al ver que algunos renuncian a grandes bienes: Quisiera imitar a los que se desprenden así del mundo, pero no tengo nada a qué renunciar. Hermanos, cuando renuncian a los deseos terrestres abandonan mucho. Nuestros bienes exteriores, aunque sean pequeños, bastan a los ojos del Señor. Él se fija en el corazón no en la fortuna. Él no pesa el valor comercial del sacrificio, sino la intención del que lo ofrece…». (San Gregorio Magno, Homilía 5 sobre el Evangelio).
Una comunidad no dividida
Las divisiones entre cristianos a menudo suceden cuando olvidan que tienen sólo un Maestro, Jesucristo, y adoptan otros maestros como criterio de vida: una ideología, un líder, un político, y cosas parecidas. Es lastimoso el espectáculo que damos todavía hoy las diversas confesiones cristianas, creyentes todas en Cristo Jesús, bautizadas en su nombre y, sin embargo, divididas en cismas y facciones. En diversas ocasiones somos convocados a una semana de oración por la unidad de los cristianos, lo que nos despierta la conciencia y la responsabilidad en este sentido.
Pero cosas parecidas suceden internamente en la comunidad católica, tanto en un nivel universal como en el diocesano y parroquial. ¡Qué divisiones más lamentables se dan entre nosotros, a veces por motivos bien extraños y superficiales! Divisiones que impiden la eficacia de nuestra misión en el mundo.
Pablo nos dirige hoy a nosotros la misma recomendación que a los Corintios de hace dos mil años: «Les ruego, en nombre de nuestro Señor Jesús, pónganse de acuerdo». La unidad empieza por casa. En una comunidad religiosa. Entre los colaboradores y miembros de una parroquia. En los que formamos una comunidad diocesana.
¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?
Los discípulos llamados hoy a mantener viva, en nuestra vida y en la vida del mundo, la luz de la fe somos nosotros. El Señor nos pide una disponibilidad como la de esos discípulos primeros que incondicionalmente hicieron entrega de su vida al Señor para una misión que no era de ellos sino de Dios para bien del mundo. Necesitamos en medio de las oscuridades que nos rodean esa permanente Luz que es Cristo. Nuestro mundo necesita su Palabra y su vida entregada por nosotros y celebrada en la Iglesia en los sacramentos. Sigamos decididamente al Señor.
Algunas preguntas para meditar durante la semana
- El Hijo de Dios viene a habitar junto al hombre («junto al mar»)… y nosotros ¿iremos a morar junto a Dios como estaba el Verbo antes de venir a nosotros? ¿O quizá nos baste nuestra frágil vida de carne?
- Las tinieblas ¿se han disipado para nosotros?