Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.
La conjetura según la cual siempre ha existido y existirá la pobreza constituye una forma cínica y descarada de justificarla antes que tratar de explicar la causa que la produce, ligada con la apropiación de la riqueza social por parte de un sector de la sociedad que se vale de la explotación económica del trabajo para acumularla y concentrarla en beneficio propio.
Por otra parte hay quienes consideran que la mejor forma de salir de la pobreza es “trabajando”, circunstancia ésta que está muy lejos de reflejar la realidad, especialmente en las actuales condiciones y circunstancias de crisis por las que atraviesa el mundo capitalista globalizado, afectado por los mas profundos desequilibrios del sistema económico, político, social, ambiental, que conjuntamente con el parasitismo de sus clases dirigentes resulta cada vez más evidente la pérdida de la vitalidad suficiente para resolver los graves problemas que padece la sociedad.
En medio de la crisis económica y sanitaria que agobia al régimen, la OIT indicó que para el año 2020 la tasa de ocupación bajó del 57.4% al 51.7% perdiéndose con ello 26 millones de empleos de los cuales el 80% o sean, 20 millones de personas salieron del mercado laboral, siendo ésta una de las razones del descontento y desesperanza de infinidad de jóvenes, que en la actualidad no son tenidos en cuenta por el Estado al momento de la planificación de las políticas públicas en materia de empleo formal.
En tanto los que aún conservan sus puestos de trabajo temen perderlos en cualquier momento, particularmente en tratándose de aquellos que no son jóvenes o no han sido capacitados en las nuevas tecnologías.
De esta manera la pobreza tiende a incrementarse sustancialmente generándose una profunda desigualdad social que es aprovechada por los capitalistas para incrementar la explotación económica del trabajo, reducir el salario y aumentar la intensidad de la jornada laboral, en condiciones cada vez más difíciles de dependencia y subordinación en su favor enriqueciéndose a costa del valor que se produce en el proceso de la producción con el trabajo que no es otra cosa que la porción del trabajo ajeno no pagado o plusvalía del cual se apropia el capitalista que posteriormente invierte en la reproducción mientras que el trabajador debe responder con creces al capital según afirmación de C. Marx.
Con alguna frecuencia se dice por parte de algunos economistas y voceros del gobierno que la situación económica y social de los colombianos ha venido cambiando o ha mejorado sustancialmente gracias a los esfuerzos que se hacen para reducir los índices de pobreza y desigualdad social. Para tal efecto se invierten grandes sumas del presupuesto nacional a fin de atender el gasto social en educación, salud, vivienda, transporte, servicios públicos y en la entrega de una serie de subsidios a las personas más vulnerables de la sociedad, lo cual por lo demás resulta insuficiente para atender las necesidades de una población que en su mayoría no tiene trabajo y vive del rebusque lo que le impide salir de la pobreza, sabiendo que continuará en ella en un país que como Colombia con un desarrollo económico medio, las condiciones de vida y de bienestar social resultan a la postre ser muy limitadas, especialmente para aquellos colombianos que viven en los municipios y regiones más apartadas del país e incluso en las grandes capitales en donde los pobres viven hacinados en las laderas de las montañas y subsisten del asistencialismo mendicante que les ofrece el Estado.
Ahora bien, con la presencia y extensión de la pandemia del coronavirus se agravó la crisis económica que padece el país hasta el punto de que según el informe reciente del DANE, dos de cada cinco personas se encuentran en situación de pobreza y varias de estas deben resignarse a comer una vez al día en tanto no reciben ninguna ayuda del Estado. Para el año 2020 la pobreza del país pasó del 35.7% al 42.5% para un total de 21.021.504 personas en esta situación.
Por otra parte, el dinero para los gastos de un integrante de una familia en condición de pobreza monetaria está por debajo de los $331.688 pesos y aquel que se encuentra en la pobreza extrema no llega ni siquiera a los $145.000 pesos por persona, en dependencia de cada región. Esta situación se repite en las principales capitales y regiones del país (Barranquilla, Atlántico, Santanderes, Cúcuta, etc.)
Según el mismo informe, para el 2020 el 42.5% de la población del país se encontraba en condiciones de pobreza y un 30.4% en situación de vulnerabilidad. Para el 2020 la clase media era el 25.4%, en tanto que la clase alta es el 1.7% de la población.
Los ideólogos del capitalismo en su afán por ocultar o disfrazar las verdaderas causas que generan la pobreza y la desigualdad social en que se encuentran los colombianos tratan de demostrar que cuando los sectores populares y medios de la población que viven en lo fundamental de su trabajo tienen acceso a una serie de productos, bienes y servicios, la pobreza tiende a disminuir o a desaparecer y con ella la desigualdad social. El hecho real es que el mejoramiento relativo de dichos sectores tan solo tiene un carácter transitorio y relativo, al tiempo que en las condiciones del capitalismo la distribución de la riqueza social que se produce con base en el trabajo de millones de trabajadores y empleados, tan solo se distribuye con arreglo al capital y no al trabajo, haciendo imposible que la riqueza social se reparta en igualdad de condiciones entre todos los seres humanos en la medida en que crece la riqueza social disponible y sostenible, lo que presupone no solo tener en cuenta para efectos de la distribución de los bienes, el trabajo en sí mismo, sino las necesidades de los miembros de la comunidad acordes con el crecimiento y desarrollo de las fuerzas de la producción, la ciencia y la tecnología y el interés de los individuos de mejorar su condición económica y social.
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