Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.
El ejercicio de la democracia como actividad política surge en la sociedad de clases en las plazas de las ciudades griegas, aunque sus primeras manifestaciones aparecieron en los albores de la historia de la humanidad, en tiempos en que los asuntos de la comunidad se resolvían en medio de las asambleas de todos sus miembros (democracia directa) o de los ancianos y jefes de las gens o tribus (democracia representativa).
Las formas y métodos del ejercicio democrático se fundamentan en los principios de la subordinación de la minoría a la mayoría y el reconocimiento de la libertad y la igualdad de derechos de los ciudadanos. Los derechos políticos en la sociedad capitalista tienen una caracterización formal y en general no están garantizados en la práctica y cada vez su ejercicio se encuentra limitado o restringido.
En las condiciones de la sociedad capitalista globalizada el ejercicio de la democracia adquiere un gran valor político y social. Sin embargo las clases dirigentes tienden a no utilizar las formas y métodos democráticos para resolver los asuntos del Estado y de la sociedad, en lo que podría calificarse como una forma de negar la propia democracia, cuando no es que utilizan otros medios casi siempre de carácter autoritario y violento con los cuales se desborda el poder político afectando su legitimidad ante el pueblo, que ya no cree en las instituciones democráticas cada vez al servicio de los sectores económicos y políticamente dominantes.

Dicha expresión tiene lugar en buena parte de los países en donde el ejercicio de la democracia es objeto de toda clase de represiones por las fuerzas policiales, tal como ocurrió por ejemplo, con la huelga de taxistas en Paris con los llamados “chalecos amarillos” y actualmente con los manifestantes en Hong Kong o con el pueblo indígena en Ecuador con ocasión de la eliminación del subsidio a la gasolina.
Colombia no es ajena a esta situación, pues también el gobierno utiliza la violencia para reprimir la protesta estudiantil que se realiza como respuesta al incumplimiento de los acuerdos suscritos por el presidente Duque el año pasado.
Generalmente en todos estos casos los gobiernos tratan de justificar su acción represiva con el manido argumento de salvaguardar el orden público de los vándalos y terroristas que irrumpen en el escenario de las protestas, generando toda clase de desmanes y daños a la propiedad pública y privada, lo cual por supuesto es desde todo punto de vista inaceptable y merece el repudio y la sanción moral, política y judicial.
De todas maneras, el conocimiento de estas realidades termina siendo incompleto e insuficiente en la medida en que se limita al análisis superficial y externo de dichos fenómenos, que descartan la posibilidad de profundizar en su contenido esencial casi siempre oculto a nuestras percepciones. Y de ahí que el ejercicio de la democracia por parte de los trabajadores, estudiantes, indígenas y ciudadanos en general sea calificado como actos de barbarie y de violencia sin justificación alguna, circunstancia esta que no solo predispone la conciencia sino que restringe el juicio y el razonamiento de las personas que se dejan seducir de una porción del conocimiento derivado de las sensaciones que en algunos casos contribuyen a deformar la realidad.
Dichos fenómenos cobran especial atención y significado en momentos en que la sociedad en la cual nos ha correspondido vivir, atraviesa por una profunda crisis económica, política, social, moral, ambiental, cultural, como consecuencia de la agudización de los conflictos sociales que se producen en los países desarrollados y emergentes en donde crece y se agiganta la lucha de clases y el ejercicio de la democracia en todas sus formas y modalidades cobra especial importancia para enfrentar la vieja realidad social sumergida en una especie de letargo, mediatizado en unos casos por la demagogia, el reformismo, el populismo vergonzante o la violencia de los distintos regímenes políticos, con los cuales se pretende reducir a su máxima expresión el ejercicio de la democracia que se expresa en este caso a través de la protesta y de la exigencia de los derechos políticos de todos los ciudadanos.
Veeduría Ciudadana por La Democracia y La Convivencia Social
El Control Ciudadano Sobre la Gestión Pública es Condición Indispensable para el Ejercicio de la Democracia y la Convivencia Social