VIDA NUEVA
Evangelio: san Mateo 5, 17-37: «No he venido abolir la Ley y los Profetas, sino a dar cumplimiento»
Nos reunimos de nuevo en el Domingo para celebrar la Eucaristía y escuchar la Palabra del Señor. La Palabra que hoy proclamamos, nos enseña que no cumplamos los mandatos, preceptos o tradiciones religiosas «porque sí», «porque siempre se ha hecho así», «porque lo aprendí de mis padres»…
En nuestra condición de discípulos preguntamos al Señor cómo podemos ser lo que nos pidió el Domingo anterior: «sal» y «luz». Queremos pasar de la imagen conceptual a la realidad de la vida. Y el Señor nos dirá que todo el sermón del Monte es la respuesta que esperamos. Leamos, oremos, asimilemos ese texto sagrado. – El Señor pone delante de nuestros ojos los caminos que podemos seguir. Pero somos nosotros, cada uno de nosotros, quienes tenemos que elegir. Y debemos hacerlo: conscientemente, reflexivamente, amorosamente.
¿QUÉ NOS DICE la PALABRA?
Paso a paso seguimos la enseñanza de Dios para nuestra vida personal y comunitaria. El Señor baja a detalles del diario vivir que para él tienen una significación no meramente humana sino que quiere que sean expresión de su amor por nosotros. Sabe que vivimos en un mundo no siempre fácil para quien quiera seguir a fondo su Palabra. Pero nos ofrece su presencia en nosotros para iluminar nuestros comportamientos y darles el sentido que Él les da. Hagámonos discípulos dóciles de su enseñanza. Así edificaremos el mundo que Él quiere donde el hombre tiene la dignidad de que Él ha querido revestirlo. Ver al otro a la luz de Dios nos da razones profundas para edificar el mundo en que queremos vivir como hijos de Dios, solidarios de todos los demás..
Revisión de vida
He ahí el anchuroso campo que se nos abre a todos los niveles. Toda nuestra vida de cristianos queda iluminada, activada, transformada por las Bienaventuranzas evangélicas, que nos hacen entrar en ese mundo nuevo de la justicia perfecta. En realidad, todavía nos mantenemos a un nivel de compromiso personal e intransferible. Cada uno debe sentirse profundamente gozoso en la victoria de este don de Dios en Cristo. Porque cada uno vive feliz en cualquier situación. Por aquí se ha de comenzar toda revisión seria de la vida cristiana. – Desde las raíces del Kerigma y todas sus consecuencias para nuestra vida y de la proclamación de las Bienaventuranzas nuestra vida comienza a revivir y a actualizarse como evangélica. Pero la vida ya no la vivimos como los ermitaños: la realizamos en comunidad eclesial y abiertos al mundo. Por eso continuamos nuestro camino de revisión a la luz del Evangelio con esos temas. Una vida comunitaria y feliz es indispensable para la realización evangelizadora eficaz en los planes de Dios.
Nuevo ideal de justicia
Aquí, de nuevo, nos encontramos ante un objetivo que quedará siempre ante nosotros y que nunca llegaremos a cumplir del todo. Es otra expresión del nuevo ideal de justicia que Jesús propone: Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Jesús elimina desde la raíz cualquier intento de crear en mí la convicción de que me salvo por mi observancia de la ley. Nadie podrá merecer la gracia de Dios. Ya no sería gracia. – ´Observamos la Ley, no para merecer la salvación, sino para agradecer de corazón la inmensa bondad gratuita de Dios que nos acoge, perdona y salva sin algún merecimiento de nuestra parte.
¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?
San Juan Crisóstomo nos invita con fuerza y firmeza: «Cuando te resistes a perdonar al enemigo, te ocasionas una injuria a ti no a él. Esto que estás preparando es un castigo para ti en el día del juicio. Déjate transformar por el amor de Dios, para cambiar la vida, para convertirte, para volver al camino de la vida»