Carlos Armando Cuervo Jiménez
Emprendedor y empresario con formación en Ingeniería Industrial
En esta semana en la culminamos nuestro primer mes del 2021, se establecieron los planes para buscar las revocatorias al mandato para los alcaldes de Bogotá, Medellín y Cali.
Debido a ello y lo inoportuno que me parecen, he aquí mi reflexión al respecto.
Ciertamente el periodo de gobierno de alcaldes y gobernadores iniciado el pasado 1 de enero de 2020 será recordado como uno de los más inciertos entre muchos en este siglo en ocasión a la epidemia de covid.
Todos los planes de desarrollo, con sus proyectos y metas quedaron sujetos a las restricciones que la pandemia ha establecido por las urgencias del sector salud.
Como soy habitante de Cali inicio mi exposición evaluando rápidamente la gestión de Iván Ospina.
Ospina ha intentado conducir la ciudad entre las restricciones y las libertades individuales, inspirado en la responsabilidad personal.

Y ahí es donde él instaló un talón de Aquiles por su visible fastidio visceral a la autoridad militar, apoyo necesario cuando se imponen restricciones a la movilidad, a la ingesta de alcohol y al derecho a reunirse en grupos de comunidad.
Tres hechos han marcado su primer año de gobierno, la feria virtual, el alumbrado decembrino móvil y la falta de severidad para controlar las caravanas de los hinchas del América tras su reciente triunfo en el campeonato nacional.
Los dos primeros nacidos desde la administración Armitage y delimitadas por las leyes de contratación, incluidas en el derecho penal.
El último un descache populista que llevó a disparar el índice de transmisión del covid en la ciudad, al punto que debió endurecer desde diciembre 31 y por dos fines de semanas más todas las medidas represivas, intentando controlar el desborde de contagios.
Pero aún con estos desaciertos revocarlo resulta más costoso, porque se deben surtir pasos como la convocatoria, realización de elecciones y conteo de sufragios, además de otras elecciones para encontrar su remplazo y sin evaluar el costo que significan meses de parálisis por la campaña a favor y en contra de la revocatoria.
Con un año trabajando para mitigar el covid y sus destrozos sociales y económicos resulta oportunista e inadecuado detener la administración de Cali para adentrarnos en semejante proyecto para elegir a un nuevo alcalde.
A Calle le han llovido críticas sobre todo por el manejo dado a EPM y su proyecto Hidroituango. Fue célebre en Colombia el cambio impulsado por Quintero Calle de la junta directiva de EPM por la laxitud o la omisión de información y controles en la construcción de la central hidroeléctrica.
Pinturita como lo llaman sus detractores es un hombre práctico, firme y determinado a quien no le tembló la voz para mencionar y señalar las malas prácticas empresariales efectuadas por parte de miembros del GEA (Grupo Empresarial Antioqueño) Esta revuelta le gestó la animadversión de la plana mayor del empresariado paisa quienes buscaron a algunos políticos, malos perdedores, para darle acción al procesos de revocatoria.

La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, es uno de esos personajes públicos que pasó de fiera a dócil cachorro de cartera de señora. Con el fin de estar bien con todos ha hecho múltiples acrobacias intentando ser neutral, lo que le ha granjeado amigos y enemigos que pretenden cobrarle políticamente hasta el error más mínimo, como lo fue viajar de vacaciones tras un año de trabajo ininterrumpido.
Su revocatoria la tramita un grupo en donde hace militancia un delfín liberal/conservador heredero de antiguas prebendas y glorias.
Su error más notorio ha sido la gestión de un hospital de campaña para paliar la escasez de camas al comienzo de la pandemia, el cual fue desmantelado. También se la sindica de no saber manejar los procesos de control a las restricciones ciudadanas y darle continuidad a muchos procesos que su antecesor dejó amarrados con contratos.
Realmente no hay grandes desaciertos puesto que a Claudia le ha tocado manejar la ciudad con el mayor número de contagios que hay en Colombia y bajo las presiones del empresariado y del gobierno central opuestos a las restricciones diurnas.
Sintetizando ¿Son estos hechos, eventos organizados por ciudadanos inconformes? O son una estrategia establecida por un liderato tradicional y nacional el cual busca desvincular a los alcaldes de las tres ciudades más importantes, quienes no militan en los grupos políticos tradicionales de Colombia.
Los electores tienen la última palabra y ya veremos si nos vamos a dejar engañar y enfrascarnos en plena segunda ola de epidemia en este berenjenal de cambiar alcaldes.