
Por Paloma Valencia
Abogada – Senadora de la República.
Los mismos que se quejan de la polarización, la promueven. Y son tan cínicos o tan poco conscientes que adjudican la culpa con el dedo hirsuto a otros, y para hacerlo descalifican y estigmatizan.
La democracia no es solo que las mayorías eligen, es también el respeto a esa decisión mayoritaria con el límite fundamental del respeto a la oposición. Las minorías son fundamentales para preservar la posibilidad de alternancia, de cambio en las ideas políticas, de ser derrotado; y ello es el elemento esencial. De nada sirve la decisión mayoritaria si solo había una opción. Como tampoco sirve aquella decisión; si no se respeta.
En una democracia los límites de la mayoría son los derechos de las minorías a continuar y ser alternativa de poder. Como el límite de la minoría es el respeto a la decisión mayoritaria. El asunto que se dice fácil, sin embargo, precisa una dilucidación: ¿quiénes pueden considerarse una minoría? Son claros los criterios políticos, étnicos, económicos, religiosos o de género, y habría que mirar cuáles otros grupos son susceptibles de considerarse minorías, ¿Son una minoría con derechos democráticos los consumidores de drogas? Eso parece exagerado. ¿Hasta dónde van esos derechos con respecto a las decisiones de la mayoría?

¿Cuáles decisiones pueden tomarse por mayoría? El debate es sobre las soluciones de los problemas del país, cada uno postula la suya y la ciudadanía elige. Mal podría interpretarse la democracia como la injerencia en la conformación del grupo al que no se pertenece. Por ejemplo, en el escenario político, no se podría pretender suprimir o retirarle los líderes políticos de otro, sería una falta democrática grave. Sería inaceptable que la mayoría recogiera firmas o votara para “retirar” un líder de la minoría, como hacerlo para suprimir derechos de una minoría. Regla que por supuesto también se aplica a las minorías; que le deben respeto a los líderes ajenos y respeto a la decisión mayoritaria.
Pero volvamos a los polarizantes que celebran las rechiflas y el saboteo de los eventos del grupo contrario, en vez de la promocionar y defender sus propias ideas. Son tan mediocres que prefieren mentir y difamar los líderes de la contraparte para avanzar en su discurso político. Mentir es fácil, difamar puede ser efectivo; pero es tramposo en el primer nivel e ilegal en el segundo. Esos mismos, que se les llena la boca gritándole asesino al Presidente Duque -en cuya vida y conciencia no hay nada turbio- son los mismos que vociferan porque a un desmovilizado se le llama terrorista, aunque tenga condenas por terrorismo, asesinato, secuestro, entre otros…
Los polarizantes no respetan la ley y calumnian y difaman. No respetan los hechos, y mienten. No respetan la diferencia y exigen que deje de existir. No respetan la decisión mayoritaria y la sabotean. Tiene un metro para medirse a ellos y otro para los actos de los demás. No respetan los lideres ajenos, ni toleran el debate, ni los niños se salvan. Son los sofistas de los argumentos, para defender hoy una cosa y mañana otra, aunque sea contradictoria, solo si conviene o si daña a los adversarios. Creen que avanzan más destruyendo al otro, que defendiendo sus propias ideas. Hacen del ataque una forma de subsistencia, porque no tienen ideas para sostenerse.
Colombia debe tener claras las diferencias políticas, la tensión de las ideas es productiva y permite contrastar, mejorar y avanzar. Sin embargo, aquellos dedicados a destruirlo todo, a desprestigiarlo todo, a irrespetarlo todo saben muy bien que en el caos ellos reinaran. Ese es el mecanismo mediante el cual han llegado los nefastos populismos al poder por la vía democrática. Destruyen las instituciones, siembran la duda, la desconfianza, la idea de que nada de lo que se hace sirve o ha servido, y una vez elegidos suprimen las garantías democráticas, y empieza el derrumbe. Atención colombianos, los polarizantes sólo conducen a eso, el precipicio.