“Vaaaamos, vaaaamos Coloooombia, que esta nooooche, tenemos que ganaaaar”, suena el coro, fuerte, imponente en el estadio Morumbí de Sao Paulo, el partido entre Colombia y Catar estaba por comenzar, y los hinchas estaban eufóricos, sin saber, sin sospechar, que vivirían 90 minutos de máxima tensión, y que al final, iban a celebrar un triunfo dramático y sufrido.
No llenaron el estadio, que es gigante, pero llegaron de todas partes. Y no paraban de decirlo, con orgullo. “Armenia, Santa Rosa de Cabal, ¡venimos del Valle!, Antioquia presente, Bucaramanga con la Selección, mi Buenaventura…”. A las afueras del estadio armaron su minicarnaval. Hombres, mujeres, niños, abuelos, los hinchas de siempre, el Cole, el Pulpo, la Princesa, y los hinchas anónimos, Juan, Carlos, Ramiro, todos con la misma emoción, inmersos en esa masa tricolor.
Afuera, en una de las entradas, sonó el Himno Nacional. El partido no había comenzado, pero los hinchas ya cumplían con su ritual, lo entonaban con el alma, en grupo: aparecieron las banderas y los sombreros y las manos en el pecho, en el corazón. Y mientras tanto, “Pereira, Manizales, Bogotá, aquí estamos los de Cali…”.
Una familia ya va entrando al estadio, van felices. “Colombia gana 3-0, goles de James, Falcao, Mina”, grita el menor de la familia, unos 8 años, y los nombres le suenan enredados. Su papá lo abraza: “Bien, hijo”, le dice sin imaginar lo que vendría.
Estos hincha vienen, muchos, desde Salvador de Bahía. Hicieron el viaje y ya preparan el regreso para ver el tercer partido, contra Paraguay. Y otros confían tanto en el equipo, que siguen de largo. “Yo de Brasil no me voy hasta el 7, porque vamos a jugar la final”, dice uno de los hinchas, sombrero Vueltiao, bandera amarrada en el cuello que dice ‘Soy colombiano’. Y Los coros siguen: “Y ya lo ves, y ya lo ves, somos locales otra vezzzz”,repiten incansables.
La euforia va aumentando, los nervios crecen, los hinchas entran al estadio con una ilusión, pero ante todo, felices por estar con la Selección. “Sincelejo, barrio Manrique, en Medellín, Puerto Boyacá…”, y así siguen, como si todo el país estuviera presente en Brasil.
El drama del Morumbí
James Rodríguez se acercó al tiro de esquina y agitó los brazos como para confirmar que esa gente en las tribunas estaba viva. Pero la gente no respondía, estaban tensos, quedaba poco tiempo y Colombia no anotaba. Apenas le hicieorn un saludo a James, unos griticos contenidos, y volvieorn a quedar en silencio.
En ese estadio gigante, medio vacío, los hinchas vivieron un drama con cada opción de gol fallada. El escándalo era de los catarís, que gritaban como si fueran campeones. Solo se les entendía, “Catar, Catar, Catar”.
Hasta que al fin llegó el pase de James y el gol de Zapata, entonces esos fanáticos desatoraron sus gargantas y rescataron los abrazos, las sonrisas, los gritos de gol. Sufrieron más de lo esperado, pero se fueron felices.