VIDA NUEVA
Evangelio: san Lucas 17,11-19: “solamente este extranjero volvió a dar gloria d Dios”.
A lo largo de la vida recibimos incontables favores de Dios. De ordinario nos pasan inadvertidos y no pensamos siquiera en agradecerle al Señor su presencia generosa. La liturgia de la Palabra de hoy (domingo 28 del tiempo ordinario) nos llama la atención sobre esta experiencia.
La obediencia es fundamental en nuestra relación con Dios. No es una sumisión ciega a un amo sino una relación amorosa, libremente aceptada, entre Dios y nosotros, en búsqueda común de un propósito grande: dar realidad al plan salvador de Dios. Él no ha querido hacerlo solo, sino que nos ha llamado a entrar decididamente en esa tarea. La Biblia está lleno de obedientes, grandes personajes de la historia que se han puesto al servicio de Dios. Empieza la obediencia por una escucha. En el origen de la palabra está el verbo latino ob-audire, escuchar a ese que está enfrente y nos dirige la palabra.
La Biblia no nos ofrece una teoría sobre la obediencia. Nos muestra grandes obedientes, personajes que han dejado su nombre en la historia de la humanidad: Abrahán, Moisés, Jeremías, María, la humilde sierva, Pablo, y por encima de todos, Jesús, Hijo de Dios, encarnado, obediente a su Padre.
Saber agradecer
Si hacemos una lectura de nuestra vida desde el amor de Dios encontraremos que él ha estado presente en ella de manera constante y eficaz, enriqueciéndonos con sus favores. Muchos escriben sus memorias con olvido de esa presencia. Otros han iluminado su paso por el mundo con la claridad de la fe en el Dios bueno. Nuestro vivir es regalo de Dios. No somos voluntarios en el mundo sino llamados generosamente por Dios a la existencia. Encontramos al llegar al mundo un hogar lleno de amor que nos acogió. Hicimos el encuentro con Dios en nuestro bautismo. Y luego ha venido la vida con todas sus posibilidades, lo que nos han permitido realizar proyectos o ideales: Una familia, una profesión de servicio, una vocación especial. Si muchas de esas cosas no se han dado no ha sido por pobreza de Dios sino por barreras, morales o físicas, con que nuestras acciones o el egoísmo de los hombres obstaculizan la acción divina.
Ante Dios somos insolventes. Jesucristo mismo se ha hecho nuestra Acción de Gracias, nuestra Eucaristía ante el Padre Dios. Los dones que Dios nos hace están encaminados a construir el plan de Dios sobre nosotros y sobre el mundo en que vivimos. Son gratuitos pues bien sabe él que no tenemos con qué retribuirle. El quiere la humilde confesión de nuestra pobreza. No busca nuestros bienes. Nos ama con amor eterno y desinteresado y nos busca como a sus hijos para hacernos compartir eternamente el misterio de su persona en plena felicidad.
Saber obedecer
La obediencia no es palabra siempre grata. Incluso cuando nos referimos a Dios la cargamos quizás de condiciones. Tal vez no hemos entendido bien la riqueza de relación salvadora que ella entraña. La obediencia consiste en escuchar la Palabra que Dios nos dirige para indicarnos nuestro papel en ese plan. No pretendamos escucharla directamente de él. En ocasiones creemos escuchar palabras de Dios que son sólo imaginación nuestra o de otros. Esa Palabra la encontramos en la Biblia, la encontramos en la Iglesia, la encontramos en la voz de los humildes, abiertos por ser humildes, a la Voluntad de Dios. La que abrió el camino de la salud a Naamán fue una niña traída cautiva lejos de su tierra.
La obediencia existirá siempre. Es un comportamiento pedido por nuestra misma naturaleza necesitada de socialización. El problema es llevarla a una actitud madura, digna, esclarecida. Cuando, superando mediaciones, la encontramos en el mismo querer de Dios, le estamos dando su pleno sentido. Ella nos lleva a ponernos libremente y gozosos al servicio de Dios para bien nuestro y de la humanidad. Cuando hacemos de ella un noble ejercicio de nuestra libertad, cautivada por Dios, le damos su plena dimensión cristiana. Como lo hizo Cristo, como lo hizo María.
Grandes lecciones:
=>: Universalismo de la salvación: hay salvación para los extranjeros y Dios es el Dios también de ellos: los busca y ellos lo encuentran por caminos que Dios ofrece. =>: Papel de los humildes en el plan de Dios: la niña, Eliseo, los siervos, revelan el camino de Dios y no tapan su acción. Es necesario descubrir y valorar el papel de ellos en el mundo, en la Iglesia: debemos escucharlos. =>: Bautismo: a través del agua, que Dios santifica, llega el don de Dios: fe y salvación. Hemos de apropiarnos el signo que Dios ofrece: Él nos envía a las aguas purificadoras y fecundas. En el silencio de la vida y con agradecimiento abramos nuestro corazón al Señor y sintamos su acción que nos purifica, nos hace hijos suyos, nos abre las puertas de su Iglesia… Estemos disponibles para llevar su acción salvadora a los demás, si él quiere confiarnos esa misión. Nuestro compromiso será hablar de Dios a los demás: el Señor te ama y te puede salvar… Tengamos en miras personas concretas que quizás esperan de nosotros una palabra que les abra el camino del encuentro con Dios.
Relación con la Eucaristía
Celebramos la acción de gracias, eso quiere decir «Eucaristía». Aquí tomamos conciencia de lo que le debemos a Dios y de cómo nos ha sanado a cada uno del pecado. Nuestra acción de gratitud comienza en la Eucaristía y se prolonga en la vida.