Nicolás Ramos G
Ingeniero Civil , ex gerente de Emcali y ex Presidente de la SMP
En el momento de escribir esta nota la población del mundo es de 7´694.518 millones y se espera un aumento en el resto del año de 20´689.000 millones de personas. Igual en el año se desforestarán 1´316.919 hectáreas. En otras palabras, cuando la población crece, los recursos, renovables y no renovables del Planeta Tierra se agotan o destruyen. Se espera que en el año 2.030 la población sea de 8´500.000 y en el año 2.050 de 9´700.000 millones de personas y con menores recursos renovables y no renovables.

Si en el mundo no tomamos conciencia de reducir el crecimiento poblacional, el despoblamiento de la Tierra será por hambre y sed, cuando miles de seres se mueran de inanición. Tristemente en Colombia, en el afán del dinero fácil y rápido, continuamos destruyendo los bosques y contaminando las aguas. Con el cambio climático los inundaciones aumentarán y las sequias serán más intensas.
El IDEAM con la colaboración del Gobierno de Suiza acaba de presentar el Estudio Nacional del Agua 2018, el cual muestra el comportamiento hídrico de las cuencas hidrográficas del país. Pero ninguna autoridad, menos el Ministerio del Medio Ambiente, que hasta la fecha ha demostrado que sirve tanto como las mangas de los chalecos y menos las corporaciones regionales ambientales, adelantan planes para guardar agua en los inviernos y así tenerla disponible en los veranos. El país tendrá sequia para todos los usos del agua.
En Colombia en los anaqueles de las instituciones hay miles de estudios y parece que ni siquiera la polilla los lee. Durmiendo está el Plan del Agua de 1990 de la antigua CVC para la cuenca alta del Río Cauca y de igual fecha un estudio para regular el Río Cali, que permitiría que lo que dice su himno sea una realidad: “un sueño atravesado por un río”.
Mientras pasa el tiempo se siguen proponiendo soluciones mediatistas, que según algunos funcionarios son fáciles de realizar. Lo fundamental, que toma tiempo en su estudio y realización no es el pensamiento o preocupación de los gobiernos de corto plazo. A ello se suma la carencia de verdaderas oficinas de planeación que piensen para el largo plazo, las actuales improvisan lo del día, o sea obras que sirven, como decían los abuelos, para descrestar “calentanos”.