Por Carlos José Holguín
Después de leer las 297 páginas del Acuerdo Final de los diálogos de la Habana me pregunto, cuantos colombianos de los millones que votaran en el plebiscito del 2 de octubre, se leerán semejante mamotreto para poder decir que tomaron una decisión informada? Muy pocos, de manera que la publicidad y las pasiones u odios, seguirá siendo, como hasta el momento ha sido, lo que determine el voto por el SI o el NO.
Pero permítanme darles unas primeras impresiones. Lo primero que registré de manera positiva es que reitera de manera contundente que las FARC solo se podrán constituir como partido político y por tanto hacer política una vez se concluya el proceso de entrega de armas y desarrolla mecanismo cierto y puntual de dejación de armas con verificación internacional. Les garantiza una participación a partir de las elecciones del 2018 de 5 curules en Senado y 5 en Cámara, pero no a dedo, lo cual es muy importante, porque aunque aseguran esas curules independientemente de cuantos votos saquen, los obliga a inscribir listas y candidatos, hacer campaña y a competir en igualdad de condiciones, sin jurisdicciones especiales, o sea que los obliga a contarse, a someterse al veredicto de las urnas, que tratándose de una organización que hizo tanto mal puede ser que reciban un fuerte escarmiento popular.
Lo segundo es la efectiva desmovilización y concentración de sus miembros, momento en el cual entregaran listados de todos sus integrantes, es decir empiezan a poner las cartas sobre la mesa.
Tercero aclara las supuestas dadivas millonarias que recibirían los desmovilizados, que no me parecen tales, pues recibirán una vez iniciada la reinserción un 90% de un salario mínimo mensual por dos años, siempre que no tengan otra fuente de ingresos.
Si deja mal sabor el tema de la Jurisdicción Especial de Paz, pues lo que interpreto de la lectura inicial, ojala esté equivocado, es que el mas horrendo de los crímenes, incluido de lesa humanidad, si es confesado de manera temprana ante la llamada Sala de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad, podría tener sanciones meramente reparadoras de las víctimas, garantías de no repetición y penas consistentes en trabajos en siembra de papas, erradicación de cultivos ilícitos y en el peor de los casos labores de desminado. Si se confiesa en etapa de juicio contradictorio la mayor de las penas privativas de la libertad llegaría a 8 años y solo quien no confiese nada, pero en juicio se le demuestre su responsabilidad se le aplicaran las penas del Código Penal Colombiano con la aclaración, que en ningún caso podrán ser penas superiores a 20 años, por supuesto que a esta ultima instancia nunca se llegará, pues ante la indulgencia y generosidad en torno de la confesión, que bandido de estos va a ser tan imbécil de dejarse llevar a un juicio.
En otros temas con la reparación a las víctimas, las FARC simplemente pasa de agache, pero eso si deja toda la responsabilidad en cabeza del gobierno, incluso se llega al exabrupto de comprometer al gobierno a llegar a un acuerdo “amistoso” con las víctimas de la extinta Union Patriotica para que sean reparadas por el gobierno colombiano, que tal el mico. En materia de narcotráfico aunque si dicen que “aceptan poner fin a cualquier relación que en función de la rebelión, se hubiesen presentado con este fenómeno (narcotráfico)” de los recursos logrados con dicho negocio y que tiene escondidos ni una palabra.
Estas son unas primeras impresiones sobre el Acuerdo Final que ya da una proporción más exacta del tamaña del sapo, que ciertamente por lo que vemos será grande y gordo, como ya lo había anunciado hace unas semanas en esta misma columna. Pero de lo que si podemos estar seguros, lo que si ya nadie puede poner en duda, es que por primera vez hay un compromisos real de desmovilización por parte de la guerrilla de las FARC, que esto es ciertamente el fin de las FARC como organización guerrillera y que es una oportunidad y un reto complejo para Colombia. Seguiremos analizando el sapo a ver si lo podremos digerir.