Por: Pedro Saa
Nunca he estado en contra del cambio, siempre he considerado que el cambio cuando las cosas andan mal es bueno, es preferible correr el riesgo de equivocarse que quedarse sentado quejándose, y en ese sentido aplaudo las intenciones del gobierno local por intentar mejorar las condiciones de movilidad y de ocupación del territorio.
Miro con preocupación la actitud de la mayoría de los caleños frente al cambio, todos soñamos con una ciudad moderna, segura y sostenible tanto ecológica como económicamente, pero parece que todos pensaran que esa ciudad llegara del cielo por obra y gracia del espíritu santo, pues cada que se socializa una intención de renovación, o construcción saltan detractores, que como siempre alegan motivos personales que están más ligados a creencias o tradiciones que a hechos reales.
Para explicar este asunto voy a dar un ejemplo: en elpais.com.co del 8 de abril publicaron una nota sobre el proyecto que se va a hacer sobre la calle 5ta entre Cra 56 y 100, donde planean recuperar espacio público para peatones, reduciendo el espacio de parqueadero en los andenes, además de la reorganización de los carriles de uso mixto, lo que desde un punto vista desapasionado busca mejorar las condiciones urbanas de la que podría serla vía más importante de Cali, organizando el tráfico vehicular además de generar espacios para socialización y movilidad peatonal.
Son acciones como estas las que hace que nuestros sueños de ciudad cívica, amable y segura puedan tener visos de realidad. Es importante tener en cuenta que esto no es mi pensamiento, no es una idea mía, es una idea del mundo: basta pensar en cualquier ciudad que podamos considerar ejemplo de desarrollo tanto urbanístico como económico: Berlín, Londres, Melbourne o inclusive Buenos Aires (que puede no ser una potencia económica pero nos deja grandes enseñanzas de vida en comunidad). Si usted ha tenido la fortuna de visitar alguna de estas ciudades podrá dar fe de que es más fácil encontrarse a su amigo del alma caminando en la calle, que un carro.
Otra situación común en estas ciudades es que cuando usted va caminando y cruza la calle, el conductor espera a que usted pase para después pasar él, lo que tiene todo el sentido ya que el conductor va sentado con aire acondicionado (o calefacción) y con los vidrios arriba para que el ruido no le interrumpa la música, en cambio el peatón va haciendo un esfuerzo físico soportando las inclemencias del clima pero, sobre todo es totalmente indefenso frente a la presencia del carro.
Lo que debemos entender es que la situación actual de nuestras ciudades está estrechamente ligada a nuestro comportamiento personal, y que no es muy sensato por parte de los comerciantes de la calle 5ta alegar que les va a tocar cerrar los negocios por que la gente no va a ir, pero entonces ¿A dónde creen van a ir los caleños?
No van a dejar de ir, si fuera así, ¿Cómo hacen las grandes potencias urbanas para subsistir sin carros en los andenes?. Podría discutirse que son condiciones sociales y económicas muy diferentes a las nuestras, pero entonces tomemos el ejemplo de la Bogotá de la primera década del siglo. ¿Quién puede decir que la Cra 15 perdió vitalidad y los negocios tuvieron que buscar otro lugar después de la renovación del espacio público? Nadie.
Tanto la vía como la ciudad y la comunidad en general ganaron con estas intervenciones, sobre todo porque están basadas en una noción de equidad donde los carros tienen su espacio y los peatones también, no tiene ningún sentido una ciudad donde las vías de los carros ocupan la mayor parte del espacio urbano, sobre todo cuando la población que tiene capacidad para acceder a los vehículos privados es una inmensa minoría, y mucho menos sentido tiene convertir en parqueaderos el espacio público para generar lucro privado.
Esto parece el mundo al revés y somos los caleños quienes tenemos la posibilidad de empezar a enderezarlo.