Por: Benjamín Barney C.
Una buena administración municipal (Alcaldía y Concejo), no sólo debe ser honrada y ejecutiva. Para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, se precisa de un plan, y este de un mínimo conocimiento de las ciudades y por supuesto de la propia, que propicie que los ciudadanos puedan habitar, movilizarse, trabajar, comerciar, estudiar, recrearse y hacer deporte con seguridad, eficiencia y placer.
Dicha administración debe velar para que los servicios de agua, alcantarillado, basuras, energía, telecomunicaciones y transporte público sean eficientes y económicos. Asimismo, debe ser prioridad la tranquilidad diaria y permanente de quienes viven en la ciudad, y que ésta empiece a tornarse confortable, alegre, bella y significativa. Para ello, es necesario que se estimulen eventos culturales periódicos y una continua educación ciudadana.
Es tarea de la administración municipal, procurar que las ciudades sean silenciosas y placenteras pero alegres, significativas y estimulantes. Que se acomoden bien a cada clima para que sus edificios sean sostenibles, ecoeficientes y poco contaminantes, igual que el transporte. Que lo novedoso no lo sea a costa de lo tradicional sino que se le sume, enriqueciendo su patrimonio construido, en el cual se ha invertido dinero, trabajo, materiales y energía, dándole sentido a la memoria colectiva y fortaleciendo la identidad, para lo cual es indispensable una educación humanística permanente para todos, y no apenas la escolar, técnica y profesional.
Y además de reducir, en lo posible la delincuencia común, que es lo que actualmente más preocupa a los colombianos, la administración municipal debe ocuparse también de los problemas de salud pública y control ambiental, así como de prever la pronta atención de desastres ocasionados por eventuales inundaciones, terremotos, huracanes o incendios. Y por supuesto debe promocionar el crecimiento y desarrollo de la base económica de cada ciudad y que los asuntos de gestión administrativa con el gobierno sean ágiles, para que la empresa privada pueda proporcionar más trabajo, en mejores condiciones y mejor remunerado.
También se requiere una autoridad única para organizar y reglamentar el tráfico y el transporte público y privado. Igualmente una verdadera secretaría de planeación que se pueda ocupar del diseño de calles, avenidas, autopistas urbanas y, mediante concursos públicos, de los equipamientos urbanos, plazas, zonas verdes y parques. Finalmente una de gobierno que garantice el control cotidiano de cada ciudad, mediante una policía municipal y unas normas de comportamiento obligatorias para los ciudadanos, como de la protección del patrimonio construido y de las reservas naturales vecinas.
En síntesis, una buena administración municipal, debe presentar un programa integral que incluya propuestas para la promoción del trabajo, educación, salud, vivienda, cultura y recreación, y no olvidar que su objetivo debe ser mejorar la calidad de vida de las personas. Por eso hay que escoger entre los candidatos a alcaldías, concejos y congreso, a aquellos cuyas propuestas sean completas y realistas. De ahí que sea clave: su formación, experiencia, quienes los financian, representan y rodean. Y de gran importancia que su cultura les permita comprender que es tan necesaria la policía como una orquesta sinfónica, o una vía como un parque, y que el andén es tan importante como la calzada. Hay que lograr que los electores no vendan su voto por un saco de cemento, sino que lo den por una verdadera ciudad, y para eso hay que educarlos primero.